-¡Paradlo todo!.
Amelie Mauresmo, la directora de Roland Garros, tiene que dar marcha atrás y cancelar el homenaje que el torneo había organizado para Rafael Nadal, 14 veces campeón de la Copa de los Mosqueteros y de largo el tenista más importante en la historia del segundo Grand Slam de la temporada.
Como todos, la francesa, exnúmero uno mundial, ha visto a Nadal disputar tres torneos de la gira europea de tierra batida (Barcelona, Madrid y Roma), despedirse de la Caja Mágica en la capital de España ("es la última vez que voy a jugar aquí", dice el mallorquín antes de su estreno) y llegar a Roland Garros con la despedida revoloteando a su lado. Sin confirmar oficialmente que será su último año en el templo de la arcilla, todas las señales apuntan al mismo lugar: Nadal y el torneo se van a soltar de la mano en este 2024, poniendo fin a una de las relaciones más especiales del mundo del deporte.
Ante eso, Mauresmo se arremanga y prepara una ceremonia para rendir homenaje a Nadal en la Philippe Chatrier, la pista que ha visto levantar el título al balear 14 años (2005, 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2017, 2018, 2019, 2020, 2022) y llevar su carrera a un nivel distinto al de cualquier otro atleta, sea de la disciplina que sea.
Entonces, ocurre algo que termina de cambiarlo todo.
Sucede en el ecuador de la semana previa al arranque de la cita. Nadal, que lleva entrenándose desde el lunes en París, ha visto cómo por primera vez en mucho tiempo puede completar varias sesiones libre de cargas físicas, pensando solo en la pelota, centrado únicamente en mejorar su tenis para ser competitivo. El español, que antes de debutar, se entrena con rivales de primer nivel (Sebastian Korda, Stan Wawrinka, Daniil Medvedev, Mariano Navone o Holger Rune) y no pierde ni un solo set, llega al primer encuentro convencido de que su mejoría le puede dar el impulso que necesita, aunque luego termina cayendo ante un colosal Alexander Zverev.
Eso, sin embargo, no cambia el último planteamiento del mallorquín: a un paso de cumplir los 38 años (el próximo 3 de junio), Nadal deja la puerta abierta a seguir jugando el año que viene, y eso incluye regresar a Roland Garros una última vez. Con todo hecho, ninguna cuenta pendiente después de abrazarse a la eternidad para siempre, la pregunta está clara: ¿por qué sigue intentándolo?
Por amor al juego
Hay dos cosas evidentes a partes iguales: que Nadal es un amante de su deporte y que es extremadamente complicado dejar de hacer algo que provoca felicidad.
Profesional desde el año 2001, con toda una vida en la élite, el español sigue teniendo las ganas de afrontar todos los sacrificios que conlleva la competición (viajar, entrenar, descansar, recuperar, jugar…) por una razón muy simple: la llama todavía no se apagado en su interior y sigue disfrutando al entrar a una pista para jugar al tenis.
A eso se le suma un factor clave: Nadal fue padre en octubre de 2022, y en los torneos que ha jugado este año ha podido compartir la experiencia con su familia, pasando tiempo de calidad en el circuito con ellos y dándose el gusto de ver a su hijo siguiendo la mayoría de sus partidos en la grada. Aunque ese recuerdo se borre para el pequeño, el balear se llevará la imagen, que seguramente guardará para siempre.
Nadal, por supuesto, no es el único que ha alargado su carrera por amor al juego. Ahí está el ejemplo reciente de Andy Murray, que todavía no ha sacado bandera blanca, a pesar de competir con una cadera de metal desde el 2019. El británico, que incluso no ha tenido problemas en jugar torneos de categoría Challenger (la segunda división del circuito) a pesar de haberlo ganado todo en su carrera, sigue peleando por el simple hecho de sentirse tenista y no desprenderse de la felicidad que le proporciona el deporte de la raqueta.
Por volver a aspirar a todo
"No ha podido ser, pero no estaba muy lejos de darme opciones reales de poder hacer algo importante. Estaba preparado para dar pasos adelante ganando unos cuantos partidos. Eso es algo que no he sentido en ningún otro torneo, y aquí sí. Esta es mi sensación".
Las palabras de Nadal después de caer el lunes con Zverev en la primera ronda dejan algo claro: el mallorquín se veía en condiciones de poder aspirar al título en Roland Garros, y eso es muchísimo teniendo en cuenta de la posición en la que partía tras unos meses horribles en los que coqueteó seriamente con la retirada (antes de Barcelona).
El pensamiento del campeón de 22 grandes debe ser simple: si en una semana de entrenamientos, sin problemas físicos, ha podido alcanzar un nivel lo suficientemente bueno como para verse con opciones de hacer cosas importantes, ¿qué pasará cuando pueda encadenar más tiempo de calidad y a eso le sume todo lo que aporta la competición?
El resumen, por tanto, es también simple: una bestia competitiva como Nadal es imposible que pueda renunciar a ganar si está en condiciones de hacerlo.
Por fortaleza mental
Además de una competitividad extrema, Nadal ha demostrado durante su carrera una capacidad fuera de lo común para levantarse después de cada golpe, la mayoría recibidos por su propio cuerpo en forma de lesiones.
Acostumbrado a volver siempre, esta vez el español ha partido de más atrás que nunca antes.
Se lesionó en el Abierto de Australia 2023, intentó recuperarse y tomó la decisión de dar por finalizada su temporada para ser intervenido del psoas y de un viejo problema en la cadera, iniciando un duro proceso de rehabilitación con el objetivo de volver a jugar en 2024, y quizás cerrar su legendaria carrera peleando dentro de una pista de tenis.
Ocurrió que Nadal volvió a principios de este año en Brisbane, y en su tercer partido sufrió un microdesgarro muscular en la zona de la cadera izquierda, que le impidió participar en el Abierto de Australia y puso en jaque sus planes para los meses siguientes.
Desde ese momento, el español vivió sus semanas más complicadas, las que amenazaron con mandarle a la lona definitivamente: jugó la exhibición de Las Vegas con Alcaraz, entrenó en Indian Wells y finalmente se volvió a casa tras retirarse horas antes de debutar en el torneo, entrenando en un túnel del que salió después de renunciar también a Montecarlo, el primer torneo de la gira europea de tierra batida.
Sin expectativas, Nadal viajó a Barcelona, entrenó y decidió jugar, dando el primer paso para luego estar en Madrid, Roma y Roland Garros. Ahora, acabar de sacar la cabeza del hoyo tras esa situación que ha amenazado con hundirle es pura gasolina para el mallorquín.
Por motivaciones
Si Roland Garros había sido la gran meta de Nadal hasta ahora, el objetivo por el que había calculado al milímetro todos sus movimientos, los Juegos Olímpicos de París han relevado al segundo Grand Slam de la temporada en esa escala de prioridades.
Desde ya, todas las decisiones de Nadal están tomadas para llegar a esa cita con garantías de poder pelear por una medalla, en individual o dobles. En consecuencia, el español no jugará Wimbledon (del 1 al 14 de julio) para evitar una transición de superficies (tierra-hierba-tierra) que perjudicaría a su cuerpo y buscará algún torneo que se celebre sobre arcilla (Gstaad, Bastad…) para llegar con rodaje a París, donde también formará dupla con Carlos Alcaraz en la modalidad por parejas.
Tras los Juegos Olímpicos, la hoja de ruta no está escrita, a excepción de la Laver Cup (del 20 al 22 de septiembre en Berlín). Aunque antes aparece el Abierto de los Estados Unidos (del 26 de agosto al 8 de septiembre), el mallorquín no ha confirmado si estará en Nueva York o elegirá descansar para preparar
Lo que pase luego con Nadal formará parte de la decisión que tome sobre su futuro, y que podría incluir un calendario a medida para bailar por última vez en 2025.
Por una despedida a la altura
A excepción de Madrid, donde recibió una despedida a la altura de su figura después de confirmar que sería su última participación en el torneo, Nadal no ha podido decir adiós a muchos torneos importantes de su carrera (Abierto de Australia, Indian Wells, Montecarlo…) y en otros no ha recibido un homenaje porque tampoco tenía claro si regresaría o no.
Si finalmente el español estira su carrera un año más, y el cuerpo le permite disputar los torneos que quiera, Nadal podrá tener un adiós especial en cada uno de esos eventos que han marcado su carrera, dejando huella para siempre.
Así, 2025 puede ser el año en el que Mauresmo, la directora de Roland Garros, tenga que retomar el homenaje que tuvo que interrumpir de manera abrupta días antes del comienzo de la presente edición del torneo más importante del mundo sobre tierra batida.