Cristóbal Balenciaga y Demna Gvasalia nacieron con casi un siglo de diferencia, uno en Getaria (Guipúzcoa) y el otro en Sukhumi (Georgia). Son dos personajes antagónicos: uno fue el padre de la alta costura y el otro, su subversor. Pero ambos tienen en común una cosa: ser, en diferentes periodos, el alma creativa de Balenciaga, la marca que fundó el modista vasco en 1917 para vestir a damas de la alta sociedad, y que hoy llena titulares de periódicos del mundo entero por una desafortunada campaña que muchos no han dudado en señalar como una apología de la pederastia y el satanismo.
El pasado 16 de noviembre, la marca con sede en París, lanzó la campaña navideña 'Balenciaga Gift Shop'. En ella aparecen retratados seis niños junto a bolsos con forma de osito de peluche vestido con correajes de masoquismo. Los tuiteros más sagaces no tardaron en identificar otros detalles imperceptibles a primera vista, como una cinta amarilla con el logotipo de la marca estampado con dos A ('Baalenciaga'), y cortado de tal modo que puede leerse 'Baal'. Baal es una deidad de la antigüedad que da nombre a Belcebú (Baal-zebub), y la denominación que recibían el dios fenicio Baal Hammon y el cananeo Baal Moloch, a los cuales se sacrificaban niños como ofrenda.
La polémica dio cuerda a los conspiracionistas de QAnon, la comunidad de internet que cree que las élites mundiales -donde se incluyen las marcas de superlujo como Balenciaga- forman parte de una red de pederastia internacional y participan en ritos satánicos. Con una habilidad propia de forenses, descubrieron más referencias a la pederastia en otra campaña de la marca de julio de 2022.
Lo de Balenciaga ya es demasiado...
— Juanito Say (@JuanitoSay) December 1, 2022
Abro hilo para todos los que aun no entienden bien que esta pasando. pic.twitter.com/4mlDH4s6jb
En ella aparecen como modelos Nicole Kidman, Isabelle Huppert y Bella Hadid en un ambiente de despacho de oficina para promocionar una nueva colección de Balenciaga en colaboración con Adidas. La llamaron The Garde-Robe y se presentó en mayo en la bolsa de Nueva York.
En una de las fotografías, debajo de un bolso de 3.000 dólares, hay unos papeles que, si se amplían, resultan ser una copia de la sentencia del Tribunal Supremo de EEUU de 2008 sobre el caso William. Los jueces dictaminaron ilegal traficar o intentar traficar con pornografía infantil incluso aunque esta no exista. Pero, sobre todo, el caso puso sobre la mesa el debate sobre si la promoción de la pederastia chocaba contra el derecho a la libertad de expresión, recogido en la primera enmienda de la Constitución.
En otra de las imágenes de la misma campaña aparece el libro As Sweet as It Gets de Michaël Borremans. El pintor belga, en palabras de una galería que acogió una de sus exposiciones, "retrata a niños pequeños que participan en misteriosos actos lúdicos con matices siniestros e insinuaciones de violencia".
Debajo del libro de Borremans se puede ver otro libro dedicado a la obra de Matthew Barney The Cremaster Cycle, una de las referencias del avant-garde cinematográfico que no escatima en escenas gore y de explicitud sexual. El cremáster, que da título a su obra, es la capa muscular que rodea el testículo y el cordón espermático.
Por si fuera poco, no han faltado las alusiones a la cuenta de Instagram de otra de las grandes creativas de la marca, la rusa Lotta Volkova. Sus imágenes coquetean con lo más perturbador, en una desagradable mezcla de tortura, infancia y satanismo.
El New York Times describió la controversia como "una de las colisiones más explícitas de la cultura de internet, la política y la moda y las teorías de la conspiración hasta la fecha". La marca, tras un aluvión de críticas por "glamorizar la pedofilia", decidió reaccionar pero echó balones fuera. Pidió disculpas por algo que "en ningún momento debió suceder", pero señaló como responsables a la agencia publicitaria -a la cual ha demandado por 25 millones de dólares- , al fotógrafo y al diseñador de los escenarios.
"En los últimos años, Balenciaga ha vivido la anestesia del éxito: podía hacer lo que le diera la gana y les iba muy bien"
Las respuestas de los acusados fueron tajantes: dijeron que las directrices estaban dadas por Balenciaga y que los elementos que aparecían en la campaña -también en la de The Garde-Robe de julio- fueron en todo momento supervisados por la dirección creativa de la marca. Todas las miradas se dirigen ahora a un nombre: el georgiano Demna Gvasalia.
Los orígenes de la alta costura
En 2015, cuando Demna se puso al frente de la marca, Balenciaga cumplía 98 años de historia. Muy lejos de la polémica, en 1917, un joven vasco llamado Cristóbal Balenciaga Eizaguirre puso su primera tienda de alta costura en San Sebastián. Nació en Getaria en 1895 en el seno de una familia católica, hijo de un pescador que murió en el mar, y de una costurera. Aprendió el oficio de modista de su madre, Martina Eizaguirre, y con 13 años, la marquesa de Casa Torres, maravillada por el talento del joven, se convirtió en su mecenas.
Con ese apoyo pudo abrir su primera tienda, en la calle Vergara número 2 de la capital guipuzcoana. Luego se expandió a Madrid y a Barcelona. Tuvo un gran éxito entre la aristocracia y la realeza. Pero la Guerra Civil le forzó a cerrar el negocio y se trasladó a París. Era 1937, 20 años después de su primera inscripción en la matrícula industrial.
Su talento comenzó a despuntar, hasta el punto que personalidades contemporáneas del mundo de la moda como Coco Chanel llegaron a decir de él que era “el único costurero de verdad” de todo París. Christian Dior lo describió como el "maestro" de todos los diseñadores.
Desde su taller en la avenida George V, Balenciaga se convirtió en una eminencia internacional en los años 50. Diseñó y confeccionó prendas de alta costura para celebridades como Marlene Dietrich, Greta Garbo, Grace Kelly, Ava Gardner, Audrey Hepburn o Jackie Kennedy...
Su intensa actividad terminó en 1968, cuando irrumpió en la moda el pret-à-porter. Balenciaga cerró su tienda de París y su taller en Madrid para retirarse a Jávea. Su último encargo fue el diseño del vestido de novia de Carmen Martínez-Bordiú, hija de Carmen Franco Polo, nieta del dictador. El mismo año de la boda, 1972, el modista falleció en la misma localidad de la Comunidad Valenciana en la cual se retiró.
La marca estuvo inactiva hasta 1986, cuando el francés Jacques Bogart compró los derechos a los herederos y reanudó su funcionamiento en París. Dedicada principalmente a la alta costura, Balenciaga comenzó a sumarse a la tendencia dominante de las marcas de lujo de abrirse al gran público, pero sin dejar de ser una marca de la alta moda.
Pedro Mir, profesor de la ISEM Fashion Business School de Madrid, explica : "Balenciaga fue una marca referente en el mundo de la moda. Cristóbal Balenciaga fue un maestro de maestros que llegó a generar un patrimonio artístico sin igual. Sus diseños eran obras de arte, piezas de museo. Tras su muerte, sin embargo, se relanza la marca hasta llegar paulatinamente a un producto muy provocador".
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De una forma parecida se expresa Eduardo Sánchez, director de la escuela de moda del IED Madrid: "Balenciaga es hija de cada momento histórico. En la primera mitad del siglo XX, todas las marcas eran de esa manera. Pero, tras su relanzamiento y, sobre todo, en los años recientes, ha habido un cambio de modelo muy grande. Se han reinterpretado los códigos: ya no es importante la ropa en la percha sino todo lo que hay alrededor de ella; los desfiles, los 'shows', la iconografía, las campañas… En definitiva, la historia y el relato que se cuenta alrededor de la marca pasa a ser mucho más relevante".
"A pesar de esto, Balenciaga sigue vistiendo a la alta sociedad. Solo que la alta sociedad cambia: ya no son las reinas y las aristócratas, sino los raperos y los hijos de aquellos grandes hombres de negocios que quieren romper con sus familias y con lo tradicional. En ese sentido, Balenciaga sólo refleja el sentir de cada época", prosigue Sánchez.
La subversión de Demna
Que Balenciaga haga apología de la pederastia es una posibilidad remota que sólo se sostiene en los círculos más radicales de QAnon. La hipótesis más probable para explicar por qué aparecen estos escandalosos detalles en las últimas campañas de la marca hay que buscarla en el giro (aún más) radical que dio la dirección creativa de Balenciaga cuando Demna tomó las riendas en 2015.
Demna nació en Georgia en 1981 y se estableció con su familia en Düsseldorf en 2001. Regresó a Tbilisi para estudiar la universidad y prosiguió con sus estudios en Amberes. Tras diferentes colaboraciones y su paso por Louis Vuitton como diseñador jefe de la rama femenina de la firma, fundó en París su propia marca, Vetements, junto a su hermano Guram en 2014. La firma se dio a conocer en clubes gays de París. En aquel momento, Demna dijo que su principal propósito era "subvertir el estatus quo de la alta moda".
"Más que un diseñador, como era Cristóbal Balenciaga, Demna es un creativo. Entiende y entra de lleno en la tendencia de las grandes marcas de moda que más que hacer prendas perfectas buscan ser el 'meme' de la moda, ser virales. Antes, esta extravagancia solo la consumía la gente que estaba metida en el mundillo, pero con la explosión de las redes sociales, todo el mundo la consume", dice Sánchez.
Así, un año más tarde del lanzamiento de Vetements, Balenciaga contrató a Demna como su principal activo creativo. Desde entonces, la marca ha vuelto a hacer historia, pero no por vestir a la aristocracia, sino por vender una reinterpretación de la bolsa azul de IKEA por 1.700 euros, un abrigo de operario por 3.000 euros, insertar tacones en unas zapatillas crocs a 495 euros, u organizar desfiles en pasarelas con un suelo lleno, literalmente, de barro… El culmen de la provocación ha llegado con la última campaña navideña de los osos de peluche
"Al igual que otras marcas históricas de alta costura, Balenciaga necesita conectar con la gente joven para vender, y toma el camino de la transgresión, que, si cabe, lo es aún más teniendo en cuenta el legado de la marca. Y hasta ahora le ha ido muy bien, le ha funcionado mucho", asegura el profesor Mir.
"Se ha posicionado como una marca rebelde, que trata de decir 'mira lo que me atrevo hacer siendo quién soy', de convertirse en la referencia de lo 'trashy' y el feísmo viniendo de ser la referencia de lo clásico, el buen gusto y la alta clase. Pero el riesgo que tiene eso es que se mueve en una línea muy fina de la que es muy fácil caerse", prosigue el profesor.
Para Mir, Balenciaga entró con los experimentos de Demna "en la senda del todo vale". "Vio que le funcionaba y siguió apretando. Vivió la anestesia del éxito: podía hacer lo que le diera la gana y no solo no pasaba nada, sino que se convirtió en la primera marca de lujo del mundo por encima de todas las demás. Pero se metió en una escalada de provocación… Un círculo vicioso que cada vez reclama imágenes más fuertes, códigos más transgresores -incluso en la ilegalidad- y ahora se ha hundido en la crisis reputacional más grave de su historia", explica Mir.
Por su parte, Sánchez, el director del IED, asegura que la campaña trata de "un fallo estrepitoso" y con una respuesta aún peor: "Han tratado de justificarse y eso solo ha hecho que profundizar en la crisis".
La marca, propiedad en la actualidad del grupo francés de marcas de lujo Kering, facturó 3.265 millones de euros en ventas en 2021. En esa cifra incluyeron los resultados de otras marcas propiedad del conglomerado como Alexander McQueen o Brioni, pero el número da buena cuenta del revulsivo que ha supuesto Demna en su trastienda. Bloomberg señaló al georgiano como el artífice de un beneficio de 2.300 millones de euros que la marca obtuvo ese año.
Pese a la polémica reputacional, desde que Demna está al frente de lo que un día fue una clásica tienda de alta costura en San Sebastián, Balenciaga apunta a ser la firma reina de la alta moda por muchos años más.