“Te colocas dentro y se para todo, es como si no pasara el tiempo”. Diez, nueve, ocho, siete: “Cuando empieza la cuenta atrás, lo primero que hago es ponerme rígido, concentrarme, saber siempre hacia dónde voy a volar y mirar hacia la red”. Seis, cinco, cuatro… “Ahí concentro el aire, presión”. Tres, dos… “Más duro, más presión”. Uno: “Cuando estoy en el uno, antes de que diga fuego, me pongo aún más duro todavía”. Booooooooom. “Yo calculo que son sólo dos o tres segundos, pero son los mejores dos o tres segundos de la vida”.
El hombre bala ha quedado suspendido. Los niños miran con cara de asombro, sus padres confían en que no sea ésta la ocasión en la que el número falla, los focos lo alumbran, sus asistentes se tapan los oídos, la red se mantiene tensa, nadie pestañea. Y él permanece ahí, colgado en el aire, hasta que esta crónica quiera que vuelva a pisar el suelo. “Lo que decimos los hombres bala es que por mucho que los espectadores te vean volar y parezca muy rápido, para nosotros es una eternidad”. Damas y caballeros, mantengámonos también nosotros en esos segundos eternos.
Los hombres bala hablan con determinados códigos y ese tono ceremonioso porque son muy pocos y se lo pueden permitir. En Europa sólo quedan cuatro: tres estadounidenses y uno nacido en Almería, pero que en realidad es de ninguna parte y de todas a la vez. Se llama Kevin de la Torre Fornaciari, aunque en el circo lo conocen como Kevin Dola. Su padre es español y su madre italiana. Su bisabuelo, el domador de leones Míster Sabas, inauguró en Canarias el Circo Totti hace más de 100 años y desde entonces su familia ha seguido la tradición sin dejar la carretera.
[Productores de sonrisas gana el Premio Nacional de Circo 2023]
Kevin tiene casa en Mislata (Valencia), aunque apenas pasa por allí una o dos veces al año. “Alguna vez he estado en un sitio fijo por trabajo, pero no cambiaría esto por nada”. Esto es una vida ambulante, a bordo de una caravana y más de 20 camiones que transportan una profesión en desuso. El Circo Coliseo es de los pocos que se mantienen en España siempre itinerantes, dando vueltas los 12 meses del año. Kevin tiene ahora 28 años, aunque desde los ocho ya estaba trabajando como maestro de ceremonias.
PREGUNTA- Es decir, que aquí eso de la explotación infantil no existe, ¿no?
RESPUESTA- Es que al final te gusta, te gusta. Tú le preguntas a un niño qué quiere ser de mayor y uno de nosotros te dirá que quiere ser parte del circo.
Una estirpe en extinción
Los hombres bala pertenecen, por tanto, a una estirpe un poco más amplia pero también exclusiva: la de la comunidad circense. Sus padres eran los dueños del Coliseo, hasta que un día, como manda la tradición, el hijo heredó el negocio. “En 2017 tuvimos la suerte de contratar a Luis Taylor para que realizara este número. Luis es parte de la familia de los hombres bala: son tres hermanos que recorrieron el mundo dedicándose a esto durante toda su vida”. Luis Taylor se llama en realidad Luis Muñoz y tiene origen español, aunque como buen nómada, sus raíces están desperdigadas por todas partes.
Los Taylor eran la última leyenda de una profesión que comenzó en 1877 con una mujer, Rossa Matilda Richter, conocida como ‘Zazel’, la primera inconsciente que se quiso meter en un cañón para salir disparada cuando apenas tenía 14 años. Y así, de generación en generación hasta hoy. Sin embargo, el hijo de Luis Taylor rompió la regla no escrita del circo. Cuando a su padre le llegó la hora de la jubilación, el chico probó un año, pero decidió dejarlo y volver a Estados Unidos junto a otros familiares.
La especie de los hombres bala se extinguía. Kevin de la Torre había dejado de juguetear a ser maestro de ceremonias para presentar los espectáculos de principio a fin. “Sin ser familia de hombre bala es difícil que te enseñen las técnicas de este arte, pero yo le pregunté a Luis Taylor padre si me veía preparado y le propuse alquilarle el cañón”.
No era un asunto cualquiera, se trataba de un aparato construido por un relojero suizo en 1954 que ha recorrido los mejores circos del mundo. ¿Y no dará miedo estar ahí metido, en un cacharro que tiene casi 70 años? “A día de hoy me da más confianza éste que uno de los nuevos, porque hasta el momento no ha fallado nunca”, responde Kevin. Como esas viejas lavadoras que nunca se estropean, sin obsolescencia programada.
Siendo claros, nuestro hombre bala no tiene cuerpo de atleta. Pero algo le debió ver el gran maestro Taylor para confiarle su aparato, sus secretos y su legado. Kevin insiste en que fueron necesarias muchas horas de entrenamiento y de preparación tanto física como mental, pero cede el protagonismo al cañón, del que se niega en rotundo a explicar su funcionamiento. “Esto, que no se lo toque nadie”, dice en voz baja uno de sus ayudantes. Los hombres bala, lo hemos dicho, son seres particulares y miman su instrumento como el viejo vaquero le saca brillo a su arma. Cuando el cañón deje de prestar servicio irá a parar a un museo del circo en Sarasota (Estados Unidos).
[El Cirque du Soleil vuelve a Alicante con una nueva 'Alegría' en julio de 2024]
Cuba en León
Pero antes, el show debe continuar. Esta semana el Coliseo termina su etapa en León, antes de viajar a Tordesillas (Valladolid), y en las taquillas apremian al público: "últimas entradas". Los carteles anuncian el gran reclamo, “el increíble hombre bala”, el único, el inigualable, el ser humano capaz de volar como un pájaro, de propulsarse más de 30 metros, de alcanzar -dice el anuncio- los 100 kilómetros por hora.
Antes, el espectáculo lo protagoniza una troupe del Circo Nacional de Cuba, que estará toda esta temporada en el Coliseo transportando los ritmos, las piruetas y los colores de La Habana por los pueblos de España. Las acróbatas levantan al público con sus siluetas imposibles en las barras y las telas, las bailarinas gustan más a los padres, los cómicos a los pequeños y los trapecistas brasileños con su triple mortal en el aire mantienen pegados en el asiento a todos los miembros de la familia.
En este circo no hay payasos como los de antes y las fieras salvajes fueron desapareciendo de estos lugares antes incluso de que la Ley de Bienestar Animal, aprobada este año por el Gobierno, las prohibiera definitivamente. Los leones, tigres y elefantes de Kevin y su familia ahora descansan en un zoo del sur de Francia. “Siempre me preguntáis si los circos ya no son lo que eran y mi respuesta es que la magia del circo persiste siempre. Si tú le dices a un crío ‘vamos al circo’, se le abren los ojos”, dice el hombre bala.
[Las Ferias de Salamanca acercan a la ciudad el circo inclusivo con Stellar Circus 'El Origen']
El aterrizaje
Los niños, efectivamente, tienen los ojos muy abiertos. La música épica se ha parado, sólo se escucha un zumbido, el breve recorrido de una parábola. Y él sigue suspendiiiiiiiido en el aire.
“Es como poder volar, ¿sabes? Es la libertad. Tú sabes que toda la gente te está mirando en ese momento y para mí es una eternidad. A veces pienso: ‘¿voy a llegar bien, de lo despacio que voy?’ Pero ves al público que te mira con esa expectación y cuando caes en la red y realizas un mortal hacia atrás, hay un silencio, el circo se para”.
P- ¿Con qué lo comparas, es como un orgasmo?
R- Está ahí, a la par, casi, casi.
El hombre bala ha aterrizado. La gente aplaude, se levanta de sus asientos, se encienden de nuevo las luces, suena salsa en la pista. Él baila, más torpe que un acróbata mulato hipermusculado de la compañía cubana, pero con la cara satisfecha por perpetuar la tradición del circo y un traje de Capitán América rasgado en el culo después del salto. Los niños se le acercan a pedir que les firme la entrada. “Bufff, madre mía, ha sido lo que más me ha gustado, pero pensé que me ibas a caer encima”, le dice uno de ellos.
Los hombres bala son, en definitiva, como los cronopios de Cortázar. “En general, se presentan como criaturas ingenuas, idealistas, desordenadas, sensibles y poco convencionales”, escribía el argentino. Cuando a Kevin de la Torre le preguntan ahora qué quiere ser de mayor, él responde: “hombre bala, eso va a seguir”. La familia circense lo necesita.