Emilio Lora-Tamayo, una gestión científica honesta
Emilio Lora-Tamayo fue un hombre culto, inteligente y honesto que trabajó incansablemente por el bien de las instituciones que tuvo el honor y el deber de dirigir.
Ha fallecido el 29 de marzo Emilio Lora-Tamayo con 73 años. Fue un físico destacado, catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona y director del Instituto de Microelectrónica de Barcelona (CSIC). Además, fue vicepresidente de Investigación Científica y Técnica del CSIC (1996-2003) y dos veces su presidente (2003-2004 y 2012-2017).
Dimitió a final de ese año para ocupar el cargo de rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, del que, a pesar de haber realizado una extraordinaria gestión, fue cesado por motivos políticos en 2018, siendo la primera vez que no se le permitía a un rector cumplir con su mandato de cuatro años. Regresó durante un breve período de tiempo a su cátedra hasta que fue nombrado en septiembre de ese año Rector de la Universidad Camilo José Cela (2019-2023), cargo en el que habría continuado de no ser por la enfermedad.
Emilio Lora-Tamayo fue un hombre culto, inteligente, un demócrata militante, honesto, que trabajaba incansablemente por el bien de las instituciones que tuvo el honor y el deber de dirigir. Carecía de ideas sectarias, era accesible y humilde en sus conocimientos, a pesar de ser éstos enormes, y era un gran "escuchador", cualidades imprescindibles para hacer buena gestión. Le tocó, además, asumir responsabilidades académicas en momentos muy difíciles.
En la segunda presidencia del CSIC, en 2012, se encontró el organismo en la ruina económica porque, por una pésima gestión con graves consecuencias científicas, se había gastado más de lo que se ingresaba. Se había iniciado la construcción de edificios tan inapropiados y fastuosos que hoy en día todavía alguno de ellos está deshabitado; y se había iniciado un gran programa de contratos pre y posdoctorales, que se habían concedido sin disponer de fondos. O lo que es peor, ese nuevo programa se había financiado con los fondos concedidos previamente por el Ministerio de Ciencia para proyectos de investigación, sin que los investigadores gestores de esos proyectos lo supieran.
En una situación tan dramática, tuvo que poner a la institución a "capear a la bretona", según sus propias palabras, hasta que llegó el rescate económico del Ministerio de Economía muchos meses después. Consiguió que los investigadores finalizasen sus contratos sin ser despedidos, priorizando los pocos recursos heredados en este orden: humanos, animales (los animalarios del CSIC peligraban también) y materiales.
Emilio Lora-Tamayo logró, además, que la falta de recursos no se tradujese en un detrimento de la calidad científica, consiguiendo unos índices de impacto excelentes durante su presidencia. Por último, sin presumir de ello, implementó medidas para paliar progresivamente la brecha de género entre los investigadores. Por primera vez, mujeres ocupaban puestos de gestión que no habían ocupado antes y, sobre todo, procuró que en los procesos de promoción interna hubiese igualdad de oportunidades.
La Universidad Camilo José Cela le rindió un agradecido y emotivo homenaje hace unos meses. En los cuatro años que estuvo al frente, la culminación de su carrera, llevó a cabo reformas profundas que han mejorado sustancialmente su panorama académico, duplicando el número de alumnos y creando nuevas facultades. No se limitó a intentar paliar el desprestigio anterior que sufría la universidad por la acusación de plagio de alguna tesis doctoral tristemente famosa, con la creación de un "Comité de integridad académica", el primero de estas características en una universidad española, sino que también tomó medidas de política académica externas e internas.
Tras gestionar con enorme éxito la docencia en tiempos de pandemia, procedió a la firma de convenios con instituciones de prestigio nacionales e internacionales y se empeñó en la elaboración de una carrera académica para sus profesores, que les permitiese la promoción, así como simultanear la docencia con la investigación. Emilio disfrutó enormemente del rectorado de UCJC, que le llenó de orgullo y satisfacción.
En estos días se han repetido las necrológicas, en su inmensa mayoría laudatorias, tal y como merecía. Sin embargo, algún periódico siempre se ha referido a él, también tras su fallecimiento, aludiendo, entre otros, a tres hechos que me gustaría comentar, por eso de que "las medias verdades son dobles mentiras":
El primero es el afán de nombrarle siempre con la coletilla de que era hijo de un ministro de Franco, como si no fuese suficiente su prestigio y buen hacer como científico y como gestor para referirse a él. "Emilio Lora, hijo de un ministro…", como si se tratase de un héroe griego con su correspondiente apelativo "Ulises, el de los pies ligeros".
Efectivamente, Emilio era hijo de Manuel Lora-Tamayo, quien fue ministro de Educación con Franco, pero, sobre todo, fue un químico excelente. A él le debemos importantes reformas en política científica cuando fue presidente del CSIC, así como la fundación del Instituto de la Grasa de Sevilla, que supuso una revolución en la gestión de un bien tan importante como es el aceite de oliva en España. Prueba de su reconocimiento científico es que todavía el Instituto de Química Orgánica del CSIC en Madrid lleva su nombre y nadie ha cometido el error de cambiárselo, a pesar de que han transcurrido muchos años y muchos gobiernos desde su fallecimiento.
El segundo es asociar el nombre de Emilio Lora-Tamayo al desastre del hundimiento del Prestige y no a la solución que halló el comité de expertos creado por él para extraer el fuel que quedaba en el barco y cuyo vertido habría supuesto una segunda catástrofe. Efectivamente, fue a él a quien el gobierno encomendó formar un comité científico con carácter de urgencia, siendo conscientes desde el primer momento de la enorme gravedad del suceso. Como en otras ocasiones, Emilio abordó el problema con rigor científico, sin entrar en valoraciones políticas.
Ojalá en otras crisis, algunas muy recientes, se hubiese procedido de igual modo, recurriendo a alguien capaz de seleccionar y coordinar un comité de expertos cualificados para afrontar la situación y se hubiese hecho, además, con la valentía y el sentido de Estado con que lo hizo él.
Por último, a esa misma prensa le gusta referirse a "los fastos del 75" cuando hablan de Lora-Tamayo, una bobada tremendamente injusta. Se refieren a la celebración del 75 aniversario del CSIC siendo él presidente. A lo que denominan "fastos" fue una recepción a la que asistieron los reyes D. Felipe y D.ª Letizia en noviembre de 2014 y en la que, tras los discursos de rigor se ofreció un cóctel.
Posiblemente, para esa prensa el pecado era celebrar el aniversario de una institución que había sido fundada en noviembre de 1939. En todos los países del mundo civilizado se celebran los cumpleaños de las instituciones de éxito, como lo es indiscutiblemente el CSIC, y lo cierto es que 25 años antes, con un gobierno de otro color, se habían celebrado por todo lo alto los 50 años y se celebraron después los 80.
Cuando Emilio Lora-Tamayo oía estas y otras acusaciones difamatorias, callaba y sonreía, pero es que él era una gran persona. Quien busque fotos suyas verá siempre un hombre con una sincera y abierta sonrisa, la de una persona con un gran sentido del humor y unas enormes bondad y honestidad, las mejores cualidades de los seres extraordinarios. Fue un gran honor haber podido conocerlo y trabajar a su lado.
*** Emilio Lora-Tamayo nació en Madrid el 5 de noviembre de 1950, y ha fallecido este 29 de marzo a los 73 años.
*** Cristina de la Puente es miembro del Comité de Integridad Académica de la Universidad Camilo José Cela y exvicepresidente de Investigación Científica y Técnica del CSIC.