La reina Letizia, Ione Belarra, Leonor de Borbón y Felipe González.

La reina Letizia, Ione Belarra, Leonor de Borbón y Felipe González. Guillermo Serrano Amat

EL BESTIARIO

Leonor Superstar, la Reina de azul, lección de ex presidente y rebelde Belarra

Leonor de Borbón, la reina Letizia, Felipe González y Ione Belarra; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.

5 noviembre, 2023 02:12

Leonor de Borbón y Ortiz

La princesa Leonor.

La princesa Leonor. Guillermo Serrano Amat

Cuando Leonor llegó al Congreso, media España estaba pendiente del televisor, incluida la ministra Belarra. La comitiva había atravesado el Madrid de Galdós, y unos Rolls-Royce sin mota de polvo avanzaban lentamente con Leonor y su hermana Sofía a bordo.

Nunca he visto imágenes tan bellas como las que ofreció la cadena pública aquella mañana de otoño. No sabría precisar ahora si por el impacto estético de los penachos de la Guardia Real o por la cuidada decoración urbana. Pero, a juzgar por los aplausos y los "vivas" del pueblo soberano, la felicidad estaba servida. La aportación principal se debía a Leonor, la futura reina de España, que ya se ha convertido en la figura más valorada de la Familia Real.

Nunca fui aficionada a los cuentos de princesas. Ni en mi más tierna infancia soñé con los tirabuzones rubios de Shirley Temple o los vestidos abullonados de Marisol. Por la cabeza me bailan recuerdos de príncipes enamorados, pero son los menos. En las revistas de la época se hablaba mucho de reyes y reinas exóticos que parecían versiones de Blancanieves y el Capitán Trueno. Una de mis preferidas era Sirikit de Tailandia, a la que llamaban con peloteo desmedido "la reina más bella del mundo".

Lo cuento como lo viví. Superada mi tierna infancia viajé al reino de Siam con un grupo de periodistas que acompañaban a los Reyes de España (actuales eméritos) y comprobé que los cuentos de mi remota infancia eran como los de mis sueños. La reina Sirikit tenía la cara redonda y apaisada, la sonrisa dulcísima y una colección de vestidos como en los cuentos de hadas. Era realmente una mujer de ensueño, pero los años habían dilatado su arquitectura y no quedaba ni rastro de su antigua elegancia.

Nada que ver con la arrolladora presencia de nuestra flamante heredera. El día de la jura de la Constitución, Leonor no llevaba ningún vestido largo ni corto, sino un traje pantalón blanco confeccionado por el sastre de su padre, zapatos de tacón grueso, también de color blanco, el rostro suavemente maquillado y el pelo recogido en una cola de caballo. Llamaba la atención por su sencillez y naturalidad. Enjoyada con el Toisón de Oro y el collar de Carlos III, ya parecía una auténtica reina. El pelo, recogido en una sobria cola de caballo que de cuando en cuando había que retocar. Maquillada dentro de un orden. Bastante rímel en las pestañas y un toque de gloss en los labios. No se le podía pedir más.

Ione Belarra

Ione Belarra.

Ione Belarra. Guillermo Serrano Amat

El día del cumple de Leonor no solo se celebraba su mayoría de edad como princesa de Asturias. Con su décimooctavo aniversario, Leonor juró la Constitución en las Cortes Generales (Congreso y Senado), donde no habría cabido un alfiler si no se hubieran producido algunas bajas voluntarias. Fue el caso de Ione Belarra (Pamplona, 36 años), esa ministra que criaba a sus hijos en el despacho oficial. Famosa es la foto donde el segundo de sus bebés, que acaba de cumplir un año, aparecía durmiendo plácidamente sobre la mesa de trabajo, como si fuera un pisapapeles.

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Pero, a lo que iba. A una disparatada declaración de principios para la que, aparte de sus fans, no hubo asentimiento ni consentimiento: "Trabajaré con todas mis fuerzas para que Leonor no sea reina". Dice que la jura constitucional de doña Leonor busca perpetuar la Monarquía. ¡Eureka! Para llegar a esa conclusión la Belarra no hubiera tenido necesidad de licenciarse en Psicología.

Si la salud de la Corona de España depende de esta ministra del ramo social, su permanencia está garantizada. La de la institución, se entiende, porque a la de Belarra dentro del Gobierno le quedan cinco minutos. Y no creo que vayamos a echar de menos el cráneo privilegiado de la líder oficial de Podemos

Letizia Ortiz

La reina Letizia.

La reina Letizia. Guillermo Serrano Amat

La reina Letizia eligió para ir de fiesta el color azul, aunque tal vez habría debido evitarlo. Frente a ella estaba Francina Armengol, presidenta del Congreso, que no se achantó ante las coincidencias. Las dos damas iban de azul, aunque no descarto que en el almuerzo del Palacio Real hubiera más damas camufladas de azul entre los comensales. Según las revistas que crean tendencia, el azul hará furor esta temporada. Tomen nota.

Hay colores que no son recomendables para pasar inadvertidos en una cena o un almuerzo de gala. Eso lo sabe muy bien la reina Letizia, que seguramente tragó quina al encontrarse frente a frente con la presidenta del Congreso, ya después de la jura, en el almuerzo del Palacio Real, donde la reina y el presidente en funciones, Pedro Sánchez, no estaban dispuestos a aburrirse. Así que estrenaron tema. La Reina lo llevaba puesto: el valor de la Corona. La charla se prolongó durante más de 40 minutos, lo que llamó la atención de los asistentes.

Algunos periodistas hicieron correr, extramuros, una curiosa comidilla: la coincidencia de las indumentarias principales se debía a un error de protocolo, lo que causó cierta incomodidad en la mesa principal. La Reina trató de evitar el sonrojo y disimuló.

A ratos también se mostraba tímida, o desganada, y sus tacones no alcanzaban la altura de otras ocasiones. Alguien comentó que parecía más bajita y delgada. Sin duda, era el resultado del estrés causado por la acumulación de eventos en el último mes: el comienzo de la carrera de Leonor en la Academia de Zaragoza, las maniobras militares, la jura de bandera y la entrega de los Premios Princesa de Asturias en el teatro Campoamor de Oviedo. Y por supuesto, la fiesta de Hispanidad con sus acontecimientos añadidos, más la falta de sueño tantos días arrastrada.

Mañana, lunes, los reyes lo tienen más fácil con su viaje de Estado a Dinamarca, donde se sentirán como en casa junto a sus amigos, el príncipe heredero, Federico (hijo de la reina Margarita II de Dinamarca) y María. La coincidencia generacional con Felipe VI y Letizia es tanta que comparten fecha de nacimiento: Federico y Felipe, en 1968, Letizia y María, en 1972.

Felipe González Márquez

Felipe González.

Felipe González. Guillermo Serrano Amat

Felipe no suele ir emparejado a los actos. Su mujer, Mar, prefiere quedarse en casa (una finca en Extremadura próxima a Guadalupe), aunque a veces elige venir a Madrid para hacer pandi con sus hermanas. A Felipe, cuando se trata de actos políticos, le gusta ir solo o brevemente acompañado.

Y solo iba cuando una legión de periodistas le salió al encuentro en los pasillos del Congreso, con ocasión de la jura constitucional de la princesa Leonor. El expresidente del Gobierno y líder histórico del PSOE detuvo su paso, dispuesto a escucharles. Felipe González se parapetaba tras unas gruesas gafas de sol, pero no enmudeció ni cambió de rumbo. Siempre tiene respuesta para todos. En esta ocasión la tuvo especialmente dedicada a las dos figuras que envenenan sus sueños: Pedro Sánchez y Carles Puigdemont.

El día anterior, Santos Cerdán, secretario de Organización del PSOE, había viajado a Bruselas como enviado especial de Sánchez para cerrar el aún pendiente trato con el expresident de la Generalitat, que lleva una temporada dedicado al tráfico de diputados con el fin de hacerse una capa con el sayón del Estado, a cambio de poner los siete diputados de Junts a disposición de Pedro Sánchez en su próxima investidura por cuatro años más en la Moncloa.

[Felipe González dice que él no se hubiera hecho la foto con Puigdemont: "¿Por quién me toma?"]

De ese encuentro salió el testimonio gráfico que celebraba el reencuentro del PSOE con quien hasta un minuto antes del 23 de julio había sido una figura estigmatizada por Sánchez. La mala conciencia del representante socialista consiguió, previo pacto de caballeros, que en la foto no saliera el cuadro de la gran urna que simboliza la histórica frustración del independentismo que votó en balde en el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017.

Así que con la pregunta a Felipe González se hizo el silencio: "¿Se hubiera hecho usted esta foto?"

Silencio ilustrado con una mirada fija en el periodista. E inmediatamente, la respuesta, también forma de pregunta: ¿Por quién me toma? Y entonces, fuese y no hubo más. Solo recordar a los periodistas que era el día de Leonor y no el de ajustar cuentas con nadie. Pero de alguna manera, las ajustó. Al menos en el terreno moral. El mensaje era inequívoco: no todos somos iguales.

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