El desafío lanzado por Giorgia Meloni no es menor. Su declaración de emergencia migratoria no sólo vulnera derechos básicos de las personas migrantes que lleguen a las costas italianas, sino también de las que ya residen en su país. Y además, el artículo invocado del Código de Protección Civil pone la ley nacional por encima de la europea: las redadas masivas, las expulsiones urgentes y la construcción de centros de detención ad hoc vulneran la legislación comunitaria, y fuentes de la Eurocámara me contaban este miércoles que la "bomba migratoria" estallará, sin duda, la semana que viene en el Pleno de Estrasburgo.
Este mismo jueves tiene sesión la Comisión de Libertades Civiles y Asuntos de Interior. Algunos de sus miembros me comentan que la reunión será caliente, y el orden del día cambiará sin duda. Además, es seguro que la Eurocámara pedirá la comparecencia de la comisaria Ylva Johansson para que explique qué medidas va a adoptar el gobierno de los Veintisiete: las opciones van desde la apertura de un expediente sancionador a, incluso, llevar a Italia ante el Tribunal Europeo de Justicia.
Pero todas estas medidas corren con el tiempo mucho más lento que la que el decreto que ya está en vigor pondrá en marcha: el que da poderes especiales al ministro Matteo Piantedosi, comisario especial para este estado de emergencia y mano derecha de Matteo Salvini. "Es una medida legítima, dependiente de la legislación de cada país", decía una portavoz de la Comisión por la mañana. "Es una medida que va contra la legislación vigente y no te digo cuánto vulnera la que estamos elaborando", respondía un eurodiputado por la tarde.
La semana que viene, en Estrasburgo, el pleno del Parlamento Europeo debía aprobar su informe definitivo sobre el nuevo Pacto de Migración y Asilo... precisamente el texto para el que Pedro Sánchez viajó en busca de una alianza con Meloni, hace sólo siete días a Roma.
Aquel día, la primera ministra italiana le hizo ojitos, se puso "a la orden" para "colaborar en todo" y el presidente la llamó repetidamente "querida Giorgia". Sánchez ya había hecho concesiones, apoyando la financiación europea para verjas, drones, fosos y demás infraestructuras que amurallen los bordes exteriores de la Unión, tragando bilis ante esa petición de Hungría, por el bien del acuerdo...
Si Italia iba a ser el socio más importante para que fuera España la que lograra cerrar, por fin, una legislación común tan grave y necesaria, nuestra presidencia de la UE ha empezado mal antes de comenzar.