La epidemia del “low cost”
En el entorno actual de inflación continuada durante muchos meses, con noticias todos los días acerca del precio de la electricidad, de la gasolina, de la subida de los precios de los alimentos o del número de familias que no llegan a fin de mes, podría parecer que la única solución posible para asegurar el bienestar de los ciudadanos pasa por bajar los precios de todo, o topar algunos como se viene proponiendo desde ciertas posiciones.
Sin embargo, más allá de la situación actual que posiblemente requiera alguna medida de choque (la que más me gusta es bajar el IVA en productos y servicios básicos, y que el estado deje de hacer caja a costa del contribuyente), quizás nuestra sociedad debería hacerse un planteamiento más ambicioso, más estratégico y más a largo plazo. La situación que vivimos no deja de ser una gran paradoja.
Llevamos décadas obsesionados con comprar lo más barato, lo que está de oferta, en el 'Black Friday', el 3x2, o incluso la deriva actual de varias cadenas de pizzas con sus ofertas 3x1 que actualmente invade las paradas de buses de nuestras ciudades.
En el mundo digital el equivalente ha sido el “todo gratis” o aparentemente gratis con el que se ha estado funcionando durante el boom de internet y de las redes sociales, los ecommerce donde puedes devolver tus compras gratis, y tantos otros ejemplos que todos conocemos.
"Este modelo de sociedad de consumo nos está empobreciendo a todos, nos está llevando a una sociedad 'low cost' de la que sólo empezamos a ver sus consecuencias".
Muchos gurús han escrito ríos de tinta sobre este supuesto tipo de “comprador inteligente” que analiza sesudamente los diferentes productos y servicios, y siempre está a la caza de la mejor oferta o del gratis total. Pero lo cierto es que este modelo de sociedad de consumo nos está empobreciendo a todos, nos está llevando a una sociedad low cost de la que sólo empezamos a ver sus consecuencias.
Así, el hecho de querer ofrecer siempre precios más bajos a toda costa, lleva a la paradoja de que durante años ha sido más barato transportar miles de kilómetros algunas frutas de lugares remotos del mundo que comprarlas a cualquier cooperativa local de las que tenemos muchas y muy buenas en nuestro país.
Pero claro, no se tenía en cuenta el enorme coste oculto en términos de impacto medioambiental y huella de carbono. En su libro 'Somos lo que comemos', Peter Singer citaba un estudio realizado en UK hace tiempo, en el que se analizaba que los ingredientes de una comida que consistía en pollo con verduras (el pollo de Tailandia, judías verdes de Zambia, zanahorias de España, guisantes de Zimbabue y patatas de Italia) podían haber viajado un total de 39.210 kilómetros.
"La obsesión por comunicar precios bajos de algunos retailers, ha llevado en ocasiones a vender productos por debajo del coste de producción"
También la obsesión por comunicar precios bajos de algunos retailers, ha llevado en ocasiones a vender productos por debajo del coste de producción, algo que aunque está prohibido por la Ley de Cadena Alimentaria sigue sucediendo, con el consiguiente perjuicio a los productores del sector primario y otro aún peor del que apenas se habla.
Si acostumbramos al consumidor a pagar cada vez menos por productos básicos, le estamos diciendo que el trabajo de agricultores y ganaderos no vale nada, y por tanto no deben de extrañarnos los cierres de sus explotaciones (86.000 en el año 2022), por las subidas descomunales de sus costes de gasóleo, fertilizantes y demás materiales necesarios para su actividad. Luego nos rasgamos las vestiduras por “la España vaciada”, pero la realidad es que la estamos vaciando entre todos.
En el mundo industrial es de sobra conocido que algunos países asiáticos pueden ofrecer costes mucho más competitivos (otro eufemismo terrible) que los fabricantes locales. Lo que no se cuenta tanto es que algunos de ellos lo consiguen practicando lo que algunos autores llaman dumping social, puesto que pagan salarios miserables, sus trabajadores carecen de los derechos y prestaciones básicos, o sus sistemas impositivos están subvencionados por sus estados.
"Casi cualquier empresa se cree con el derecho a pedir a sus proveedores cotización de proyectos o complejas y detalladas propuestas de ideas sin remunerar ese ejercicio"
Así asistimos en nuestro país continuamente a deslocalizaciones, cierres o prejubilaciones masivas, para trasladar producciones a países “más competitivos”. Qué absurdo.
El mundo de los servicios tampoco es ajeno a esta mentalidad low cost. Casi cualquier empresa se cree con el derecho a pedir a sus proveedores cotización de proyectos o complejas y detalladas propuestas de ideas sin remunerar ese ejercicio, como si las horas que se han de dedicar a prepararlas fueran gratis. Se usa la excusa de que todos lo hacen y nadie protesta.
Frente a este modelo de sociedad low cost, que destroza el planeta, destruye empleos y pone en riesgo enorme un modelo de sociedad de bienestar económico y social, urge movilizarse y alzar la voz. Es necesario reeducarnos para conocer el verdadero valor de las bienes y servicios que utilizamos.
"Debemos concienciarnos que con cada acto de compra que realizamos, votamos el modelo de sociedad que queremos para nosotros y para nuestros hijos".
Hay que hacer aflorar todos los costes ocultos de esos otros aparentemente “más baratos”. Debemos concienciarnos que con cada acto de compra que realizamos, votamos el modelo de sociedad que queremos para nosotros y para nuestros hijos. No sólo votamos en las urnas, también lo hacemos cada día en el súper o a golpe de clic.
Existen varias organizaciones trabajando en esta línea de pensamiento, como la Fundación Knowcosters, una entidad sin ánimo de lucro que trabaja para promover un consumo transformador a través del consumo informado, dando información relevante a los consumidores para que estos puedan decidir, con la misma libertad, pero sabiendo más.
O el movimiento BCorp, que impulsa un cambio sistémico para generar un impacto positivo en las personas y el planeta a través de empresas que no sólo quieren ser las mejores del mundo sino las mejores para el mundo, generando valor para todos sus stakeholders.
Urge promover todo un debate en nuestra sociedad y una reflexión personal, para que seamos conscientes que cada vez que gastamos un euro estamos moldeando nuestro modelo de convivencia, de valores y de derechos. No siempre comprar más barato es lo más inteligente. En muchas ocasiones es lo más estúpido que podemos hacer.
Jaime Lobera es experto en Marcas con Propósito y Socio en la agencia de comunicación estratégica APPLE TREE.