La sonda Pelosi ha desnudado a China
La visita de Nancy Pelosi a Taiwán desafió la tesis del apaciguamiento según la cual EEUU, para no provocar a China, debe mantenerse indiferente ante la violación de la libertad de los países amenazados por las autocracias asiáticas.
La visita de Nanci Pelosi a Taiwán ha recordado a la misión Dart de la NASA, cuyo objetivo es estrellar una sonda sobre el asteroide Dimorphos y comprobar si es posible desviar su órbita. Eso serviría eventualmente para cambiar la trayectoria de un objeto que se dirija hacia la Tierra.
Dimorphos no es sólo China en mi imaginario, sino el statu quo geopolítico.
Por un lado está la carrera por el puesto de primera potencia mundial entre China y Estados Unidos. Xi Jinping quiere ganar ese juego y dar un zarpazo sobre Taiwán.
El otro nivel es el económico, donde China continental abandonó hace tiempo la dogmática comunista y permitió el desarrollo de una economía de mercado.
Pero fue comerciando con Estados Unidos como China consiguió su estatus actual, no jugando al juego de la guerra.
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La idea de competencia económica entre superpotencias refleja una mentalidad de suma cero. Porque China no ha crecido a costa de Estados Unidos, sino con Estados Unidos y el resto del mundo.
Esa fortaleza económica china peligraría si se la pretendiera transformar en arbitrariedad en el plano internacional, soñando con conquistas territoriales o con ganar influencia despilfarrando recursos en países indisciplinados y sin instituciones. Países que se acaban convirtiendo en pesos muertos.
"Tanto China como Rusia aspiran a posiciones más relevantes en el plano internacional y por eso pretenden imponerse con la amenaza nuclear"
Estados Unidos tiene un orden institucional de doscientos cincuenta años de antigüedad y un mercado desarrollado. Pese a lo que dicen sus detractores, no intenta incorporar nuevos territorios. Su gente es libre. Eso explica su prosperidad y su capacidad de financiar ejércitos inigualables.
Si cambiara su régimen político, algo que desgraciadamente no se puede ya descartar, también perdería su poderío económico. Y se convertiría en una potencia en decadencia.
El proyecto de Xi Jinping va hoy por ese camino.
Tanto China como Rusia aspiran a posiciones más relevantes en el plano internacional y por eso pretenden imponerse con la amenaza nuclear.
Donald Trump ha dicho que Ucrania debió dar por perdida Crimea para no enojar a Vladímir Putin. Cuando el presidente Joe Biden respondía a la retórica belicista de Vladímir Putin le llamaban belicista a él. Pero la guerra fue iniciada por Putin.
Esta discordancia entre lo que sucede (un dictador pretende apoderarse de un pequeño país que ridiculiza su pretensión imperial) y lo que una parte de la opinión pública ve (que eso es culpa de los que provocaron al tirano, la tesis del papa Francisco, entre otros) demuestra que mucha gente cree que se debe aceptar como un orden establecido que el matón imponga su ley y que esa es la manera de evitar una conflagración nuclear.
La política exterior de los Estados Unidos, según esta tesis tan difundida, debe retroceder ante dos países que amenazan a la paz. Y si esos países no retroceden, la amenaza a la paz la representan los propios Estados Unidos.
Eso es lo que la sonda Pelosi puso en duda. ¿Cuál es la ley del matón? La de que no se puede hablar en defensa del país agredido o siquiera aterrizar en una nación que se encuentra amenazada.
La política de apaciguamiento, la de entregar la billetera, se parece al pacifismo de las décadas de los 60 y los 70. Pacifismo que la propia Unión Soviética promovía para que Occidente se desarmara unilateralmente. Pero la historia terminó de un modo diferente cuando Estados Unidos demostró que la Unión Soviética no podía ganar la carrera tecnológica.
La China actual, que ha conocido parte de los beneficios del capitalismo, tiene un desarrollo tecnológico considerable. Es capaz de colocar un vehículo explorador en Marte al mismo tiempo que la NASA y podría suministrar drones a Rusia para facilitar su campaña en Ucrania.
Pero todo eso ha sido fruto de los años en los que China generaba confianza entre los inversores. Esa China iba en un sentido opuesto al que lleva hoy Xi Jinping, que está decidido a quebrar el legado del reformista Deng Xiaoping y que está provocando la huida de capitales del país. Gran parte de ellos hacia Taiwán.
Si el problema para la Unión Soviética fue la incapacidad de igualar el poderío tecnológico de los Estados Unidos, para China es el fin de su pujanza económica por sus sueños de conquista, más propios de otros tiempos.
"El mercado que tiene Taiwán es consecuencia de la libertad de la que disfruta, que es más de la que tiene China continental"
La eventual ayuda a Rusia también podría haberse dado con independencia del viaje de Pelosi. Pero si antes funcionaba como amenaza para que Estados Unidos dejara abandonada a la China libre, ya no seguirá haciéndolo.
No parece haber acuerdo. La política norteamericana se ha mostrado indiferente a las amenazas y a favor de los principios con el gasto de combustible de un avión. Está claro que si China sigue adelante con sus amenazas, lo pagará muy caro. Los gigantes hacen más ruido al caer, así que otro tanto le ocurrirá sin embargo al resto del orden económico mundial.
La sonda Pelosi ha provocado que Xi Jinping haga un despliegue marítimo fenomenal para enfrentarse a una señora en sus ochentas pertrechada con un vestido rosa, lo que da una imagen más de impotencia que de poderío. La amenaza tenía antes cierto poder. Ahora esa amenaza tiene el tamaño de la sonda Pelosi.
Y como le pasa a Vladímir Putin con Ucrania, Taiwán no vale por sus activos, sino por su libertad. El mercado que tiene Taiwán es consecuencia de la libertad de la que disfruta, que es más de la que tiene China continental. El enorme país gobernado por el Partido Comunista no necesita a Taiwán para nada importante relacionado con lo que significa ser potencia en el siglo XXI.
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Otra de las reacciones de Ji Xinping que desdibujan cualquier pretensión china de desplazar a Estados Unidos de su hegemonía es la de cancelar las conversaciones sobre asuntos climáticos y militares. El secretario de Estado, Anthony Blinken, se ha encargado de remarcar que eso no son cuestiones de su país, sino globales.
El mensaje que queda es el de que Estados Unidos está a cargo de los problemas globales y el de que China se lo reconoce y se desentiende de ellos, ofendida. Es decir, China es sólo China, y Estados Unidos se ocupa de los temas del planeta.
Cualquiera que sea la opinión que se tenga de esas políticas, China ha regalado ese lugar. Otro logro de la sonda Pelosi.
Nunca sabremos si lo de la presidenta de la Cámara de Representantes americana ha sido una iniciativa personal o un paso perfectamente pactado con el presidente Biden.
*** José Benegas es periodista y abogado.