Lo que ha pasado desapercibido de los audios de Villarejo y Ferreras
El debate generado sobre la ética del periodismo a raíz de los audios de Ferreras y Villarejo está opacando un elemento crucial y más relevante de las transcripciones.
La enésima publicación de las grabaciones de Villarejo ha traído la enésima polémica sobre esas "cloacas" que presuntamente conectarían los desagües del poder político, económico, judicial y periodístico.
Se trata de esa red que los podemitas llamaron casta y, posteriormente, trama.
En este caso, los audios de Villarejo no revelan nada nuevo. Sólo confirman una serie de cosas sabidas por cualquiera que haya prestado atención a la política de los últimos años.
En primer lugar, que existen elementos de la seguridad nacional dedicados a fabricar informaciones falsas contra Podemos.
En segundo lugar, que esas informaciones falsas son difundidas por medios que se presentan como más de derechas o más de izquierdas (desde OK Diario hasta La Sexta), pero que, en el fondo, comparten una única ideología, la del dinero y la audiencia, así como el vicio de influir en política.
La grabación en cuestión recoge el diálogo del excomisario Villarejo y el presentador de La Sexta Antonio García Ferreras, que hablan sobre una supuesta cuenta bancaria de Pablo Iglesias en las Granadinas. Cuenta en la que Nicolás Maduro le habría ingresado al de Podemos cientos de miles de euros.
Ferreras afirma en la grabación que la información le parece burda, pero que le dará espacio en televisión igualmente ya que proviene de fuentes mediáticas y policiales que podrían ser (según el tribunal que evaluó dicha información posteriormente) "veraces".
Posiblemente, esa información no debería haber pasado el filtro periodístico. Pero al menos Ferreras le permitió a Pablo Iglesias desmentirla públicamente, que ya es más de lo que hicieron otros medios.
Que cada uno juzgue.
En todo caso, la cuestión le está sirviendo al entorno podemita para vender la idea de que su declive político ha sido causado por una poderosa conspiración en su contra y para tapar la realidad de cómo Podemos perdió realmente buena parte del favor del electorado: a base de malas decisiones públicas y privadas, peleas internas, desvaríos antifascistas y agendas eco-trans-feministas.
[Opinión: Ferreras no se ha cargado Podemos, Pablo: el asesino fuiste tú]
Tampoco parece que los podemitas sean los más indicados a la hora de dar lecciones de periodismo, en vista de las informaciones de su medio La última hora o de la nula libertad de expresión e información de la que hacen gala en sus redes sociales. El Twitter del partido, por ejemplo, que tiene censurados los comentarios.
"Según las grabaciones de Villarejo, las cloacas españolas habrían intentado vender la información falsa de Pablo Iglesias a la DEA estadounidense"
A menudo sucede que, en las historias nacidas de filtraciones y chivatazos, los datos más humanos y morbosos opacan los más técnicos. Datos técnicos que, aunque más fríos, suelen ser bastante más importantes.
Es lo que está ocurriendo, por ejemplo, con los archivos robados del móvil de Hunter Biden, hijo del presidente de EEUU.
La atención mediática se ha centrado en el llamativo contenido relacionado con las drogas y el sexo (o sea, vicios privados que no nos afectan personalmente), mientras se pasan por alto las revelaciones sobre la relación de Hunter Biden con algunas empresas energéticas ucranianas (o sea, vicios públicos que podrían ayudar a explicar el posicionamiento de EEUU en la guerra de Ucrania, algo que nos afecta a todos).
Ocurrió lo mismo con aquella comparecencia en la que Villarejo afirmó que el rey Juan Carlos I se inyectaba inhibidores de testosterona. La testicular noticia opacó otro dato más inquietante. La de que el excomisario había afirmado también que los servicios de inteligencia cuentan, presuntamente, con una denominada sección Pi cuya función sería la de hacer "desaparecer" personas.
Algo semejante está ocurriendo ahora con los audios de Ferreras y el debate sobre el periodismo, que está dejando fuera del escrutinio público un elemento crucial de las trascripciones.
Y es que, según esas grabaciones, las cloacas españolas habrían intentado vender la información falsa de Pablo Iglesias a la DEA estadounidense (Drug Enforcement Administration). La DEA yanqui estaría entonces comprometida con buena parte de la llamada "gusanera" de disidentes contrarios al socialismo latinoamericano. Se trataría de personajes como el abogado José Aliste, que según Villarejo habría sido el suministrador de la información falsa sobre el exlíder de Podemos.
Dicho de otra manera, quienes habrían tenido negocios con los venezolanos no habrían sido los podemitas, sino sus enemigos de las cloacas.
Es bien sabido, de hecho, que los podemitas tienen la peor de las relaciones con la dirigencia bolivariana de Venezuela, a la que consideran patriarcal, catolicona, patriotera, militarista y demasiado contaminante en cuestiones de petróleo.
Una opinión que comparten con la nueva izquierda rosa latinoamericana que, desde el Chile de Gabriel Boric a la Colombia de Gustavo Petro, se caracteriza por haber girado su política social hacia los derechos minoritarios de cuarta generación (indigenismo y "disidencias sexuales") y por haber girado su política exterior hacia la OTAN y EEUU.
"Lo que Villarejo está confesando en las grabaciones es que, presuntamente, habría personal español que vende secretos de Estado a una potencia extranjera"
Es en este punto de la conversación, cuando Villarejo menciona a la DEA, que el comisario afirma algo que ha pasado completamente desapercibido.
Dice Villarejo:
–Nosotros, cada vez que necesitamos pasta gorda, vamos [a venderle información] a los americanos, que son los que pagan. Es acojonante, pero es así. Aquí no hay presupuesto. Allí, cuando tienen, tienen entre 100.000 y 200.000 dólares. Entonces lo mandamos a los yanquis. Los yanquis se lo comen todo y te pagan todo. Pero claro, cuando es una [información] seria y fetén.
Lo que Villarejo está confesando en las grabaciones es que, presuntamente, habría personal español que vende secretos de Estado a una potencia extranjera. Algo que podría comprometer gravemente nuestra seguridad nacional.
Si eso es cierto, el verdadero peligro llevaría mucho tiempo instalado en nuestras estructuras de defensa. Que si la conexión venezolana, que si la financiación iraní, que si los contactos rusos… Cuando, al final, la conexión era EEUU.
Unos EEUU que, debemos recordar, están del lado de nuestros rivales en varios conflictos potenciales. Desde la cuestión territorial con Marruecos hasta la migratoria con Turquía, pasando por las disputas gibraltareñas con Reino Unido.
Nunca más, en fin, debería hablarse de las "cloacas" con el nombre que se le dio en tiempos de Jorge Fernández Díaz (exministro del Interior del PP), es decir con el de "policía patriótica". Porque de patriótica no tendría nada si se tratara de una estructura destinada a subastar nuestros datos al mejor postor.
En ese caso serían más bien, y literalmente, unos vendepatrias.
Esta tradición del señorito español vendido a Mr. Marshall se remonta, por lo menos, a los tiempos del generalato franquista untado por británicos y estadounidenses.
La cosa funcionaría entonces como un pacto entre élites locales y globales que consiste en que las primeras mangonean su propia parcela, picoteando lo que quieran como pollitos, siempre y cuando le rindan pleitesía a los grandes gallos del corral mundial.
Por un lado, nuestras élites se creen que España es suya y se sienten aquí impunes como dioses ("maquillamos el Presupuesto", "le fabricamos una cuenta con el rabo", "la fiscalía te lo afina").
Pero, por otro lado, estas élites serían sólo los efebos de otras élites mayores para las cuales Villarejo es sólo un número y España, poco más que una colonia.
"Las cloacas que van de Madrid a Washington discurren a simple vista y parece que todos nos hemos acostumbrado a ellas"
Pero, ¿no hay forma de denunciar estos actos?
Difícilmente, pues estas prácticas son sólo un reflejo de lo que nuestro país hace con absoluta legalidad. Alfredo Pérez Rubalcaba propuso entregar a EEUU nuestros datos bancarios (con la excusa de la cooperación con la lucha antiterrorista) y Mariano Rajoy hizo que el CNI cediese a la NSA decenas de millones de registros de comunicaciones personales.
Hoy, Pedro Sánchez, cumpliendo con las directivas de la Unión Europea, le cede a EEUU nuestra información privada bajo amenaza de que las redes sociales de Meta dejen de operar en nuestras fronteras.
Las cloacas que van de Madrid a Washington discurren a simple vista y parece que todos nos hemos acostumbrado a ellas. Falta saber quién luchará contra todo eso que Manuel Vázquez Montalbán (un comunista de los que ya no quedan) llamó "la penetración americana en España".
Porque los comunistas de hoy parecen muy ocupados aplaudiendo a Joe Biden, recibiendo los dólares de la Open Society, promocionando las teorías posmodernas de la izquierda universitaria americana y sacándose selfies en New York.
*** Hasel-Paris Álvarez Martín es politólogo y especialista en geopolítica.