El dilema de Juanma Moreno: cómo salvar a Ciudadanos
“La extinción es la regla. La supervivencia es la excepción” (Carl Sagan)
Como bien sabe el lector, Granada es la provincia española con más terremotos. A los enjambres sísmicos que lleva sufriendo la tierra nazarí desde comienzos de año hay que sumar el último movimiento políticamente tectónico, con epicentro en la Plaza del Carmen, que puede tener su réplica en el palacio de San Telmo de Sevilla.
Pero esta vez no se ha movido la tierra, sino la silla del alcalde Luis Salvador (Ciudadanos), de la que ha intentado apearle el hasta hace una semana líder de los populares iliberitanos, Sebastián Pérez. Ambos jefes de formación pactaron verbalmente darle el bastón de mando al de Ciudadanos con la condición de que le cediera el testigo a mitad de legislatura a su colega del PP.
Pero ese acuerdo de caballeros, conocido como 2+2, no fue plasmado en ningún documento oficial. Se quedó en un apretón de manos y hoy es un tu palabra contra la mía. El popular Pérez, que se siente traicionado, está dispuesto a todo (incluso a devolverle la alcaldía al PSOE) para descabalgar a Salvador del trono de Boabdil: clama venganza como un personaje de Shakespeare.
A escala autonómica, si sumamos este desencuentro entre liberales y conservadores a la postura de niño enfadado de Vox, que consiste en echar por tierra toda medida del gobierno andaluz de PP y Ciudadanos, y al momento dulce del presidente Juanma Moreno, que coincide con el cruce de Espadas en el PSOE andaluz, todo hace prever un adelanto electoral. ¿Para después de las vacaciones de verano?
En dichos comicios, los populares andaluces se jugarían mucho, sí. Pero Ciudadanos se lo jugaría todo. Al Partido Popular de Andalucía no le interesa que desaparezca la formación naranja del Parlamento andaluz. Ya no sólo por lealtad con su socio natural, sino por poder seguir gobernando sin someterse al perpetuo chantaje de los ultramontanos de Vox, que en esta comunidad alcanza cotas esperpénticas. Veremos el encaje que urden ambas formaciones para que los votos centristas no caigan en saco roto.
Juan Marín, un total desconocido allende las fronteras de su pueblo, no era la opción primera de Albert Rivera
Pero retrocedamos unos años para intentar comprender mejor la situación actual.
Tras las elecciones europeas de 2011 y 2014, las primeras elecciones fuera de Cataluña a las que se presentó Ciudadanos fueron las andaluzas de marzo de 2015. Entonces, Albert Rivera se apresuró a bajar a su tierra materna en busca de candidatos que fichar y de partidos independientes que absorber para que concurriesen bajo las siglas naranjas.
Todo se hizo de manera precipitada y, como es lógico, se cometieron muchos errores. Quién le iba a decir a Juan Marín, joyero de profesión y cabecilla de un pequeño partido municipal en Sanlúcar de Barrameda, que lideraría a los liberales en la autonomía sureña.
El caso es que el adelantao Marín, un total desconocido allende las fronteras de su pueblo, no era la opción primera de Rivera: su apuesta era (¡sorpresa!) el entonces exsenador socialista y tertuliano Luis Salvador, el todavía hoy alcalde de Granada.
Salvador dio un paso al lado (lo volvería a hacer en los comicios de diciembre de 2018), no sabemos bien por qué, y dejó el camino libre a Marín, quien presentaba un perfil bajo y poco atractivo: perfecto para modelarlo al gusto desde Madrid.
Y esta parte de la película ya se la conocen. El partido naranja permite seguir gobernando cuatro años más a Susana Díaz arrancándole, eso sí, el desaforamiento de Chaves y Griñán. Y, sobre todo, la reducción a la mínima del impuesto de sucesiones.
Luego, Marín y Díaz escenifican una pelea pimpinelesca y adelantan unos meses los comicios. Los populares obtienen un pésimo resultado, pero los buenos números de Ciudadanos y la entrada de Vox por primera vez en las instituciones le permiten sumar y gobernar a Juanma Moreno. Se acaba con cuarenta años de cleptocracia socialista.
La china en el zapato del bipartito andaluz no es la oposición de Susana Díaz y Teresa Rodríguez, sino el compañero puntual de investidura y presupuestos, Vox
En poco más de dos años, el centroderecha se ha hecho fuerte en San Telmo (sede del gobierno andaluz) gracias, entre otras cosas, al buen entendimiento de las dos formaciones que gobiernan. También, para sorpresa de muchos, el soso Moreno Bonilla, que ha pasado a ser conocido como Juanma, se ha erigido como un líder popular, moderado, diplomático y con talante.
La china en el zapato de este bipartito no es la oposición de Susana y Teresa Rodríguez, más pendiente de cuitas internas, sino el compañero puntual de investidura y presupuestos, Vox. Los de Santiago Abascal, cansados de ser una mera comparsa, pretenden dinamitar la legislatura. Hay un punto común entre el partido verde y el antecitado Sebastián Pérez: están dispuestos a inmolarse.
Por más que lo ahuyente públicamente, el adelanto electoral no le vendría nada mal al popular Juanma Moreno, quien heredaría un gran número de votantes de Ciudadanos e incluso del PSOE, ahora que los papeles de la Administración (los chiringuitos y demás canonjías) no llevan el sello del puño y la rosa. Pero desde el PP son conscientes de que las mayorías absolutas quedaron obsoletas y que necesitarían un apoyo, por pequeño que sea, para seguir gobernando. A diferencia de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, el presidente de la Junta se siente lejano a los dirigentes de Vox y muy ligado a Juan Marín y los suyos.
Con Granada más pendiente del sustituto de Diego Martínez en el banquillo de Los Cármenes que del de Luis Salvador en el consistorio del Carmen, llega desde el Genil, principal afluente, un agua envenenada al Guadalquivir que pasa a la vera de San Telmo y desemboca en la parte sanluqueña del Coto de Doñana para que la beban los últimos linces ibéricos.
Si antes no han sido devorados por ese lobo de apellido Hervías que anda como un cazador furtivo al acecho de las orejas picudas.
*** Manuel López Sampalo es periodista.