La España gaseosa de 2050
"Universal adoración de la fuerza. Oh, los subalternos resplandecientes bajo el sol de su jefe" (Albert Cohen)
A través de las palaciegas oficinas de Iván Redondo nos ha llegado la estrategia para España en 2050. Justo lo que necesitábamos en 2021 después de arreglar la España del 78.
Mientras se vislumbran para 2050 las soluciones de los grandes problemas, como el cambio climático, la digitalización, el reto demográfico o la igualdad entre hombres y mujeres, en 2021 se anuncia el aumento de la carga impositiva a los autónomos, se recortará en sanidad, aumentará el gasto político y los jóvenes estarán mucho peor que antes del 15-M. Nunca hay que minusvalorar el poder de seducción del simbolismo vacío a la hora de moldear las agendas.
Si están ahora rascándose la cabeza para resolver sus problemas económicos, no se alarmen por nimiedades irresolubles. La estrategia a largo plazo anuncia que en 2050 podremos “competir, por ejemplo, con las economías asiáticas”. ¡Asia, codo con codo con España en los foros económicos! Foto del presidente con Xi Jinping dando palmaditas en sus bíceps. No hay nada más eficaz en tiempos de crisis que estimular la adoración de la fuerza, exhibir músculo económico y la promesa de incorporarse al grupo de los poderosos.
Ya vislumbramos al presidente, “nítido y ejecutivo como es él”, codeándose con los peces gordos, los superimportantes. Él es el protagonista de una novela gráfica en la cual España retoma “la senda iniciada en 1976 por el expresidente Adolfo Suárez”. Su carácter ejecutivo puede cambiar el curso de la historia de la democracia de nuevo. Será el toque de gracia que acabará resultando determinante para nuestro futuro. Es el presidente de las grandes declaraciones, de las puestas en escena, de los anuncios que se adecuan bien a toda esta superficialidad.
Nos enfrentamos a tres crisis: la territorial, la ideológica y la generacional, graves e imponentes crisis que necesitan de una poderosa inspiración para resolverse.
El Gobierno habrá vencido al franquismo de aquí a 2050 gracias a un proyecto de modernización
En cuanto a la crisis territorial, el PSOE gobierna con partidos cuya meta es fraccionar España, pero todo parece indicar que en 2050 habrá algo conocido como España para que el PSOE pueda seguir gobernando.
En cuanto a la batalla ideológica, todo apunta a que el Gobierno habrá vencido al franquismo de aquí a 2050 gracias a un proyecto de modernización de la sociedad española que consiste en lanzar munición para las guerrillas psicológicas. Lo de la generación nini ni será un problema en 2050 ni se habrá resuelto.
A quién le importa lo que pasa en 2021 si tenemos un plan estupendo de reformas con una pretensión elevada, abstracta y simbólica para 2050. Llega el futuro y las complicaciones con la subida de los precios de los refrescos, las bebidas edulcoradas, los zumos y las gaseosas a los ricos son una nimiedad comparada con el dilema filosófico que nos atañe.
Gorilería y adoración a las palabras, que ligadas a la noción de grandeza son siempre palabras de respeto. Las palabras grandilocuentes son como una inversión en la marca personal del líder carismático que lucha por ideas elevadas por el bien de la sociedad.
Quien no quiera ver la sociedad a través de un cristal será acusado de franquista y de ser parte del problema
Como decía Daniel Gascón en un artículo titulado Quiero problemas más grandes, el nuestro es “un gobierno que solo se ocupa de los grandes problemas, los que están a su altura: el cambio climático, la paz mundial, la desigualdad”. Empezando por el truco de la comedia del hombre fuerte capaz de crear comunidad, pasando por el concepto de modernizar a España o por el propio título, España 2050, puede palparse la importancia y la magnitud de los asuntos que discurren.
Es la magia de la propaganda de efecto placebo, de un tiempo gaseoso. De esta forma, viviremos hasta 2050 creyendo que somos capaces de competir con las potencias asiáticas aunque tengamos que comer lentejas cinco días a la semana. Las cosas del comer son banalidades, quien no quiera ver la sociedad a través de un cristal será acusado de franquista y de ser parte del problema noble y caballeresco, ideológico, que el gobierno ha de resolver.
“Vienen décadas de cambios profundos y acelerados”. Es más fácil hablar de grandes proyectos y anunciar un cambio de paradigma inminente con un aire de gravedad que dedicarse a resolver la crisis económica. El poderío se construye a fuerza de eslóganes grandilocuentes. Como también decía Gascón, “una combinación de grandilocuencia y eufemismo servirá para impostar ambición, para convertir en visión de Estado el pragmatismo más cutre y para envolver concesiones irresponsables en una mezcla de léxico de autoayuda y understatements”.
Nada más rentable que anunciar soluciones (en lugar de problemas) en 2050, y sentarnos a ver esta preciosa importancia que discurre.
*** Cristina Casabón es periodista.