Tras anunciar su renuncia a la presidencia del partido y diferirla hasta después de las elecciones europeas del próximo 9 de junio, Oriol Junqueras sorprendió de nuevo ayer jueves a la militancia de ERC afirmando que se ve "con fuerzas para liderar la reconstrucción" del partido tras la debacle electoral del pasado domingo en Cataluña.
Junqueras, tras amagar con una posible retirada definitiva de la política, pone así bocarriba sus cartas, deja que Marta Rovira asuma el desgaste que generará la negociación con el PSC y la hipotética decisión de facilitar la investidura de Salvador Illa, y anuncia su retorno en el Consejo Nacional republicano que se celebrará el 30 de noviembre y en el cual se someterá "al aval de la militancia".
Junqueras rechaza así a seguir los pasos de Pere Aragonès, que anunció el pasado lunes su retirada de la primera línea política, y se prepara para dar la batalla por el liderazgo de la "nueva" ERC tras haber sido el principal responsable de la estrategia política que ha conducido al partido a sus peores resultados desde 2006, cuando el líder del partido era el hoy olvidado Joan Puigcercós.
Junqueras parece imitar así el órdago del Felipe González que en el congreso de mayo de 1979 renunció a la secretaria general del PSOE y dejó al partido en manos de una gestora por la negativa de los delegados a renunciar al marxismo.
González, sin embargo, jugaba sobre seguro. Sólo dos meses antes, en marzo, el PSOE había quedado a apenas un millón de votos de la UCD en las elecciones generales.
Felipe González sabía que la mera posibilidad de que los socialistas perdieran al líder que les había convertido en alternativa real de gobierno le catapultaría de nuevo a la secretaría general y le dotaría de la legitimidad necesaria para transformar el viejo PSOE marxista en un moderno partido socialdemócrata, como así ocurrió en el Congreso Extraordinario que tuvo lugar en Madrid en septiembre de 1979.
Sólo tres años después, en 1982, el PSOE ganó las elecciones generales con una aplastante mayoría absoluta de 202 diputados.
Pero la ERC de 2024 no es el PSOE de 1979.
Las diferencias son evidentes. Junqueras viene de un batacazo electoral y no de unos resultados esperanzadores como los del PSOE de 1979. Batacazo, además, del que él es uno de los principales culpables.
Junqueras, además, ha telegrafiado sus movimientos y puesto de forma cobarde la responsabilidad de asumir el coste de un posible pacto con el PSC sobre los hombros de Marta Rovira.
Para finalizar, la posibilidad de que Junqueras abandone la política no asusta ya a nadie en una ERC donde la épica del paso por la cárcel ha quedado amortiguada por los indultos y la amnistía.
ERC es hoy un partido donde Junqueras es visto más como parte del pasado que del futuro. Porque el problema de los republicanos no es cómo volver a la casilla de salida de 2017 con el mismo líder que les ha llevado al punto en el que están hoy, sino cómo sobrevivir en la nueva Cataluña que nació el pasado domingo.