EL ESPAÑOL ha sido muy crítico durante los últimos meses con la incomprensible guerra que estalló entre Isabel Díaz Ayuso y la dirección del PP tras las elecciones autonómicas madrileñas del pasado 4 de mayo.
La guerra beneficiaba al PSOE, pero sobre todo a Vox; transmitía la imagen de un Pablo Casado débil, temeroso y celoso; y amenazaba con dinamitar la cohesión interna de uno de los dos partidos esenciales para la gobernabilidad de este país.
Pero el PP ha acertado rectificando. Y lo ha hecho con dos gestos que colocan el foco del partido allí donde debe estar: en la batalla por Moncloa.
El primer gesto ha sido la asistencia de Teodoro García Egea, el secretario general del PP, al desayuno informativo de Nueva Economía Fórum que ayer lunes tuvo como invitada a Isabel Díaz Ayuso.
Un gesto al que ha respondido la presidenta madrileña afirmando que "mi labor es estar al lado de Pablo Casado, junto al resto de presidentes autonómicos, para que llegue lo antes posible a encabezar un cambio tan necesario para España".
El segundo gesto, que hoy adelanta EL ESPAÑOL, es la renuncia a que José Luis Martínez-Almeida dé la batalla por la presidencia del PP de Madrid contra Isabel Díaz Ayuso. Una batalla que Almeida no podía ganar y en la que el alcalde de Madrid se vio inmerso, a tenor de todos los indicios, en contra de su voluntad.
Más cerca de Moncloa
Ojalá ambos gestos sirvan para cerrar el conflicto entre Génova y la presidenta de la Comunidad de Madrid. Un conflicto del que Vox se intentó aprovechar para medrar demoscópicamente a costa del PP mediante la táctica del "divide y vencerás". Por eso los de Santiago Abascal aprobaron los presupuestos de Ayuso y dijeron "no" a los de Almeida. No tanto para boicotear a Almeida, sino para dinamitar a Casado.
La guerra propagandística desatada por Vox contra el alcalde de Madrid en las redes sociales (el único medio en el que la derecha populista goza de la suficiente fuerza como para aplastar a los críticos) es la prueba de que la aprobación de los presupuestos municipales por parte de Almeida dio al traste con la estrategia de los de Abascal.
El fin de la guerra cainita entre Ayuso y Génova es un problema añadido para aquellos que deseaban que esta se prolongara lo máximo posible. Si Casado se apoya ahora en Ayuso, como seguro lo hará en Alfonso Fernández Mañueco y Juan Manuel Moreno Bonilla si ambos ganan las elecciones en sus respectivas comunidades, la Moncloa estará un poco más cerca de sus manos.