Dijo David Foster Wallace que le frustraba profundamente la imposibilidad de hacer ver lo gracioso que es Kafka. A Vox le pasa lo mismo.
La joven apuesta de la derecha reaccionaria para las elecciones anticipadas de Castilla y León, Juan García-Gallardo Frings, tuiteó hace diez años: “Me parece una gran idea recuperar a Raúl para la Eurocopa. Hay que heterosexualizar ese deporte repleto de maricones”. ¡Ja, ja!
Hace un día concedió una entrevista a El Mundo, respaldado por el partido tras los reproches (“son lágrimas de progre”), para explicar que le acusan de “homófobo” por hacer “una broma futbolística” cuando no le había salido el “bigote”. Y eso que tenía la misma edad que Bob Dylan cuando compuso Blowin’ in the Wind. De modo que, si te ofende/indigna/repele el chiste, no es su problema, sino el tuyo, que no tienes sentido del humor.
García-Gallardo tiene otros tuits cómicos o irónicos, políticamente incorrectos, que van de negros que huelen mal y matrimonios gais sin madre. ¡Je, je! Hermann Tertsch, que siempre luce buen humor y simpatía, pilla sus chistes como Wallace los de Kafka: a diferencia de la mayoría, que estamos a verlas venir. Por eso defendió al muchacho, atacó a los medios manipuladores y lo aupó como “única alternativa a la decadencia”. Con esta carta de presentación, quién sabe, quizá la decadencia no esté tan mal.
"¿A cuánto se paga que, tarde o temprano, Vox clamará contra el fraude electoral (no necesariamente ahora, ni este año)?"
Pero, más allá del desparpajo de García-Gallardo para la comedia y de su fijación más o menos sospechosa por los gais y los negros, preocupa que la reacción de Vox no haya sido el destierro del aspirante, sino el manteo desacomplejado en la plaza pública, a lo campeón de Liga. Si los dirigentes del partido pasan por alto no un comentario homófobo o racista, sino varios; si toleran su muy singular salero con naturalidad, sin rubor, como si tal cosa, ¿dónde establecen el límite de lo intolerable? ¿Hasta dónde lo empujan? ¿Hasta despeñarlo?
Su determinación de mantenerlo confirma su visión de la política: todo está justificado porque, a fin de cuentas, estamos en guerra. De modo que no hay palabra que no merezca explorarse, ni campaña publicitaria que pinte la cara de rojo: ni siquiera si es a costa de inmigrantes pobres. ¿A cuánto se paga que, tarde o temprano, Vox clamará contra el fraude electoral (no necesariamente ahora, ni este año)? ¿A cuánto que se negará a reconocer al presidente o alcalde electo? ¿A tres a uno? ¿A uno cincuenta? ¿A menos todavía?
Dice García-Gallardo en la misma entrevista que la izquierda se altera con sus comentarios, pero no cuando pacta el PSOE con “los herederos de ETA”, cuando la exministra socialista de Justicia y actual fiscal general del Estado llama maricón a Marlaska o cuando la ministra Irene Montero reclama la cabeza del rey en un cesto. Tiene razón. Sorprende que, en cierta izquierda cada vez más amplia, escandalice más El rapto de Europa de Rubens que el pasillito de EH Bildu al terrorista Mikel Albisu a su llegada a los tribunales.
[Mikel Albisu, o Mikel Antza, fue jefe de ETA durante más de una década y apareció por allí para responder por su implicación en el asesinato del político Gregorio Ordóñez, al que un encapuchado ejecutó, por la espalda y a la luz del día, cuando tomaba un café en una cafetería céntrica de San Sebastián].
"El caso de García-Gallardo revela hasta qué punto la bulla cierra los trimestres en verde"
Pero que la polarización cree monstruos en la izquierda, además de bochorno a paladas, no indulta los esperpentos con los que nos sorprende esta derecha alfa. Lo alarmante, a estas alturas del cuento, es su talento para amordazar a los partidos moderados, inhabilitados para el reencuentro y entregados a la jarana de la xenofobia periférica y los nostálgicos del Imperio. Saben que si rompen el silencio, arriesgan apoyos. Y si el PSOE no renuncia a pactar con EH Bildu o ERC, en un país donde Ciudadanos perdió su poder y su influencia, ¿por qué iba a hacerlo el PP con Vox?
El caso de García-Gallardo revela hasta qué punto la bulla cierra los trimestres en verde. Ayer los comentaristas analizaban la ausencia de candidato de Vox en Castilla y León como, ejem, un contratiempo electoral. El día después de ayer, el nombre está en los editoriales y en las radios, en los whatsapps y en las televisiones. ¡Y todo por una broma futbolística!
Así que el juego ya no va de pillar los chistes de García-Gallardo, de los que no debió estar muy seguro (¿por qué eliminó el tuit, si no tiene importancia?), y mucho menos el humor extraño de Kafka (¡ojalá!). El juego va de estar lo suficientemente saturados para aceptar cualquier cosa. Incluso una deriva que se lleva por delante nuestra capacidad para el asombro, el decoro básico en política y, en fin, la dichosa rendición de cuentas.
*** Jorge Raya Pons es periodista.