Tras unas primeras 48 horas en las que pareció que el Gobierno sufría algunas dificultades para coordinar el aterrizaje de los aviones españoles en Kabul, la operación rescate del personal de la embajada y de sus colaboradores afganos ha adquirido a lo largo de esta semana velocidad de crucero gracias al trabajo eficaz de la ministra de Defensa, Margarita Robles, y del ministro de Exteriores, José Manuel Albares.
Ayer viernes, un segundo avión español partió de Kabul con 110 personas a bordo, más del doble de las que logró sacar este miércoles de Afganistán el primer A400M del Ejército. El objetivo del Ejecutivo, concretado este jueves por el presidente del Gobierno durante la reunión interministerial convocada para tratar la crisis de Afganistán, es el de evacuar hasta 800 ciudadanos afganos a lo largo de los próximos días.
El principal problema para lograr ese objetivo está siendo el bloqueo de las vías de acceso al aeropuerto por parte de los insurgentes talibanes, que ya buscan colaboracionistas casa por casa.
Fuentes consultadas por EL ESPAÑOL confirman que los 17 agentes de la Policía Nacional (GEOS y UIP) que estaban a cargo de la seguridad de la embajada se han arriesgado a salir de la relativa seguridad del aeropuerto para recoger a sus excolaboradores y a sus familias en sus casas con el objetivo de ayudarles a cruzar una ciudad tomada por los talibanes. El riesgo para sus vidas es evidente.
A las dos noticias anteriores se suma la de que el embajador español en Kabul, Gabriel Ferrán Carrión, ha decidido quedarse en el aeropuerto de la capital, como el capitán que abandona el último su barco, hasta que los últimos militares españoles y sus colaboradores afganos hayan salido del país.
Profesionalidad y valentía
Si en otras ocasiones EL ESPAÑOL ha sido crítico con la torpeza exhibida por el Gobierno, por ejemplo en relación con la crisis con Marruecos y la desafortunada actuación de la exministra Arancha González Laya, en esta ocasión es de ley que este diario reconozca la excelente labor de Robles, de Albares y del Ejército en unas condiciones extremadamente complejas y en un contexto de volatilidad extrema.
La profesionalidad y la valentía de todos los implicados en el rescate contrastan además con los muy dudosos comportamientos mostrados por los diplomáticos y policías de otros países de la Unión Europea (UE), como Holanda y Suecia, que no sólo abandonaron a sus colaboradores afganos sin informarles del abandono de sus respectivas legaciones, sino que cortaron cualquier vía de comunicación con ellos.
Por si lo mencionado fuera poco, el aeropuerto de Torrejón se ha convertido de facto en un hub internacional de vuelos de todos los países de la UE para la recepción y posterior redistribución de los refugiados afganos que vayan llegando poco a poco a Europa.
A raíz de esa decisión, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von de Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, acompañarán hoy sábado a Pedro Sánchez durante su visita a la base aérea de Torrejón, centro logístico de acogida de los mencionados vuelos de rescate europeos.
Hechos, no palabras
Acostumbrados como estamos a que muchos gobiernos europeos hagan exhibición de superioridad moral mediante declaraciones frecuentemente vacías y que no comprometen a nada, es de agradecer que el Ejecutivo español haya sido proactivo y haya asumido el liderazgo moral en este asunto con actos y no con palabras.
La modélica actuación española, de la que ojalá hayan tomado nota otros países europeos para no repetir en el futuro actuaciones dudosamente ensalzables y que recuerdan más a la vieja actitud europea en los Balcanes que a ese estatus de faro moral que se le supone a la UE, debe ser por tanto motivo de satisfacción para todos los españoles.
El mérito de esta operación, que todavía no ha acabado y a la que aún le quedan duras pruebas por delante, es de todos los implicados en ella. Los 17 valientes de los GEO y la UIP. El Ministerio de Defensa. El Ministerio de Exteriores. Las tropas del Batallón de Cooperación Cívico Militar (CIMIC) del Ejército del Aire y del Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo (EADA) del Ejército del Aire. Y, por supuesto, los pilotos del Ala 31 de Zaragoza.
A todos ellos, gracias por un trabajo del que todos los ciudadanos españoles se sienten hoy orgullosos.