Con la venta del Popular al Santander por un simbólico euro, los 300.000 accionistas y bonistas de la entidad liquidada se convierten en los únicos paganos de una pésima gestión agravada por la incomprensible incomparecencia del Gobierno y por la actitud negligente de los reguladores financieros.
Aunque la adquisición del banco por parte de la entidad que preside Ana Botín ha salvado a los clientes de perder sus ahorros y depósitos, resulta inevitable cuestionar la capacidad y el rigor del Banco de España, del FROB y de la CNMV durante el largo año de agonía del Popular.
Los antecedentes
El hundimiento del que fuera el sexto banco de España tiene sus raíces en la fiebre del ladrillo, a la que los anteriores gestores se sumaron tarde y mal, pero tuvo su punto de inflexión en la ampliación de capital de 2.500 millones de mayo de 2016. Desde entonces, las dudas sobre su grado de exposición a activos tóxicos precipitaron una fuga de depósitos constante -de como mínimo ocho millones de euros al día- sin que nadie haya hecho nada por parar la sangría. Más bien lo contrario.
La nota distintiva del último equipo gestor fue suprimir el plan presentado por sus predecesores a los accionistas, lo que lejos de apaciguar a inversores y bonistas, prendió la desconfianza. El ministro Luis de Guindos, que hasta el viernes pasado decía con la boca pequeña que la solvencia del banco estaba garantizada, permaneció de brazos cruzados mientras los rumores y filtraciones sobre la mala salud del banco desataban el pánico. Finalmente, ni el Banco de España supo tranquilizar al mercado ni la CNMV ha movido un dedo mientras, jornada tras jornada, el valor del Popular se hundía en el parqué.
Las preguntas
¿Por qué la CNMV no protegió la acción frente a la operación de acoso y derribo de las últimas semanas? ¿Dónde han estado los supervisores del Banco de España durante todo este tiempo? ¿Cómo es posible que los reguladores hayan dado el visto bueno a las cuentas, las pruebas de estrés y las ampliaciones de capital de una entidad que ha sido víctima de una muerte anunciada?
La operación de rescate se fraguó en la última cumbre del Club Bildelberg, a la que Luis de Guindos asistió como invitado junto a la futura dama blanca de la operación. Pero se precipitó a partir de la tarde del martes cuando el ministro de Economía dio la voz de alarma al BCE después de que el presidente del Popular, Emilio Saracho, le comunicara que no podía abrir al día siguiente porque se había quedado sin liquidez. Es decir, el banco se ha muerto ante la pasividad de sus enterradores.
Liderazgo del Santander
El estreno del sistema europeo de rescates bancarios no pone en duda la salud generalizada del sistema financiero español, un lustro después de su reestructuración con ayuda europea. En esta ocasión no se ha empleado dinero público y, aunque es verdad que los accionistas asumen su riesgo voluntariamente, cabe preguntarse si dispusieron de toda la información y si su primer error no fue fiarse del buen hacer de los supervisores financieros.
Además, hay motivos para pensar que al Banco Santander -que ha anunciado una ampliación de capital de 7.000 millones para completar este paso decisivo en el proceso de concentración bancaria- le ha salido barato recuperar el liderazgo del sistema financiero.