La polémica con el resultado del Festival de Benidorm en el que se elegía a la representante española para Eurovisión (técnicamente, unos cuartos de final) hay que leerla en clave de alegoría. Si Esopo levantara la cabeza y decidiese escribir una fábula posmoderna para ilustrar el aquí y el ahora, y darnos leccioncitas morales, es muy probable, en calidad de clarividente lo digo, que se dejara de liebres, tortugas, cigarras y hormigas y le diera duro a la tecla (tendría un Mac, ni pluma de ganso, ni Adler) con Chaneles, Rigobertas y Tanxugueiras.
Y es que era una vez una joven y comprometida Rigoberta que reivindicaba el papel femenino de los cuidados a través de la figura de la madre y el pecho nutriente. Y eran también unas jóvenes Tanxugueiras que hacían lo propio con el terruño y las lenguas minoritarias. Y otra más, una Chanel, que no reivindicaba nada, que se mostraba sexual y poderosa, seductora, desprejuiciadamente dueña de su erotismo. Y era mala la última y eran buenas las primeras. Y así eran las cosas en aquel lugar y en aquellos tiempos.
Cierto día, competían todas ellas en un festival de música en tremenda ciudad de la costa levantina. Ministras y folloneros, probos locutores y activistas de lo suyo defendían vehemente y públicamente a la feminista bien, y un poco menos, pero también, a las Tanxugueiras (tengo que buscarlo en Google cada vez que lo escribo, lo confieso) y nada a la díscola Chanel. Decían "esto está bien" y señalaban "esto está mal". Porque era un duelo a muerte entre el feminismo y el machismo, entre los oprimidos y los privilegiados, entre los que han entendido de qué va la vida y los que no se enteran nunca de nada. Y quien no lo ve así es porque no le da la gana.
Y se hizo famosa la primera por enseñar un pecho y su desabrida canción se elevó a himno (la falta de recursos literarios en la letra la convertía en meridianamente comprensible incluso para el más zote). Y hubo quien supo por fin que existió alguien llamado Delacroix y que la Libertad guio al pueblo además de ser el barco de Perales.
Mas contra todo pronóstico ganó Chanel. Haciendo zoom zoom con su boom boom. Y se montó un cristo. Porque en aquel lugar y en aquellos tiempos, todo lo que levemente incomodase era el propio mal. Y la democracia misma podía ser cuestionada porque la justicia moral y las emociones se situaban por encima de todo. De los hechos y los datos, de los números, incluso. Lo importante no era lo que ocurría, sino cómo uno se sentía ante lo acontecido. Y lo recientemente ocurrido era un inadmisible triunfo del heteropatriarcado estructural y de todos los abusos cometidos a lo largo de la historia. Con un par.
Se gritó tongo y se gritó fraude. Se chilló boicot y que no cante. Se pidieron dimisiones y comisiones. Se dieron ruedas de prensa. Se pidieron explicaciones. Incluso activistas transexuales sacaron boli y libreta para demostrar con numeritos (los números y los datos a veces estaban bien y a veces mal, pero esto es de otra fábula) por qué todo estaba mal, por qué debía ganar tan sólo la de la teta.
Y ahí siguen peleando. Si no es por esta, será por otra cosa.
Moraleja: Hasta el entretenimiento es político, lo solaz es ideológico. No te relajes. Aquí no hay asueto ni espacio para grieta. Se es de culo o se es de teta. Elige bien con quién estás, no hay tregua y jamás se llega a la meta.