Yo todos los años, antes de Vicky, Cristina, Barcelona, esperaba la nueva película de Woody Allen como un pequeño milagro seguro, algo que aunque todo fuese mal siempre estaría ahí para recordarme que el mundo gira, que la vida es bella y que lo importante permanece.
Ahora me pasa algo parecido con las campañas del Ministerio de Igualdad. Sé que me voy a reír y las espero como agua de mayo, como un niño espera a Papá Noel, como un dipsómano esperaría su siguiente copa. Son lo más en humor involuntario, un must de la risa tonta. Como un El Mundo Today, pero sin que medie voluntad alguna por su parte de hacer comedia.
La última se llama Esto no se hace solo, pretende concienciar sobre el reparto de tareas en Navidad y habría tenido sentido hace 50 años. Con cada una de estas campañas ideadas por el Departamento de Ocurrencias Cuquis del Chiquipark para adultas Alcalá 37 me reafirmo en mi teoría de que Irene Montero acaba de bajar de su Delorean convencida de que estamos en 1960. Si no, no me lo explico.
“Preparar la cena, poner la mesa, que todo este listo; por muy mágica que sea la Navidad, esto no se hace solo”, dice. Mi abuela habría aplaudido entusiasmada esta iniciativa, estoy segura. Pero me pregunto si este Ministerio tiene en mente abordar algunos de los problemas de hoy en día de su competencia, no los de mi abuela, y dejarse de tratar de convencernos de que, como sociedad, no hemos avanzado nada. De que seguimos instalados en otro siglo.
Por supuesto, la respuesta ante esto es una muy manida, una respuesta comodín: queda mucho por hacer. ¿Qué se puede decir ante esto? Nada. La jugada es perfecta. Es jaque mate. Da igual cuanto hagamos, siempre será insuficiente. Siempre quedará mucho por hacer. ¿Hemos avanzado en concienciación y sensibilidad? Sí, pero queda mucho por hacer. ¿2021 es el año con menos mujeres asesinadas desde que hay estadísticas? Ni una menos, queda mucho por hacer. ¿Tu chico es el que se encarga de todo porque tú no sabes ni abrir el paquete de arroz sin que parezca que en tu cocina se ha celebrado una boda? Pura anécdota, queda mucho por hacer.
Si no fuera por lo que nos cuesta mantener este club de hiperglucémicas activistas del club de cupcakes brutalista de la señoradé, hasta parecería bien invertido como divertimento: un escuadrón disruptivo de mujeres adultas hiperconcienciadas dispuestas a imponer en nuestra intimidad su propia ley. A decirnos a todos nosotros cómo debemos ordenar nuestra vida privada. Por nuestro propio bien.
Pero la realidad es que más allá de esas campañas irrelevantes, plagadas de lugares comunes y de retórica grandilocuente de enteradilla activista universitaria, el mayor mérito de este Ministerio es vendernos como propios logros ya conseguidos por la propia sociedad, sobredimensionar problemas irresponsablemente y convencernos de que ha conseguido para nosotras derechos que ya teníamos.
Eso sí, como diría Gila, "me habéis matao al hijo, pero lo que nos hemos reído".