La alegría hay que trabajársela, asegura el escritor Manuel Vilas. Ahora que nos roza el 2020 y tanta gente anhela felicidad renovada para el nuevo año, más si tiene mucha, y mucha si solo tiene un poco, conviene recordar lo que asegura el último finalista del Premio Planeta: no es gratuita.
Él lo debe de saber bien, que escribió una obra que se zambulló con toda intensidad en el mundo de la Alegría, como tituló su ya famosa novela, ahora de promoción por todo el país. Y no, no es una obra especialmente alegre, tal vez porque profundiza en la esencia de ese fenómeno que tanto aturde a los tristes.
A éstos, la Navidad los pulveriza. Para su tranquilidad, se asoma, en solo unos días, la segunda década del siglo, y eso lo cambia todo. Si en 2020 te has propuesto ser feliz, debes ocuparte activamente de serlo, y sudar la camiseta, como sugiere Vilas.
La dicha no va a llegar sola: hay que empujarla cada día. Un buen número de expertos corrobora que semejante insurrección, la de la consecución de una felicidad permanente, solo aparece de verdad cuando uno la persigue con el empeño suficiente. Si no lo haces, descuida: no va a venir.
Dicen que la felicidad se nota por el ruido que hace al marcharse. Es verdad que, con frecuencia, antes de hacerlo nos inunda y sin embargo no lo apreciamos. Que, muchas veces, está ahí, al alcance de la mano, y ni la palpamos. Por falta de pericia, tal vez; con el propósito de pretender eludir sus riesgos, quizá. Porque ser feliz también los tiene.
Ya insistía Jorge Bucay, el gran psicoanalista argentino, en que ha llegado el momento -hace ya algún tiempo que lo hizo, de hecho-, en que hay que hacerse cargo, emocionalmente, de uno con todas las consecuencias: debes dejar de culpar a los demás, porque en el fondo todo es responsabilidad tuya.
Enamorarse, como ser feliz, en realidad es eso mismo: una decisión. Whoopi Goldberg, la gran actriz norteamericana, también escritora y activista, ha dedicado años a estudiar esta cuestión, y se ha analizado en profundidad a sí misma, para alcanzar una conclusión: “soy feliz porque he decidido serlo”.
Imagina cuánta fortaleza tiene su criterio, y qué poca vulnerabilidad. ¿Quién puede ir en contra de semejante disposición? ¿Quién puede hacerla tambalear si no depende de nadie ni de nada que esté en el exterior?
La actriz de Ghost o Sister Act, ya con 64 años, renueva su confianza en la vida, y en la nueva década, hasta el punto de que aparece en el calendario Pirelli del 2020. En su sabiduría, la ganadora de un Grammy, un Tony y un Oscar demuestra que sabe cómo envejecer, proceso que en su opinión no es “difícil, sino interesante”.
Ahí está, sin duda, el éxito que resiste cualquier cosa; esa esquiva sensación de que ya puede haber un tsunami en forma de lo que sea, que a uno no lo va a arrasar. Porque al final, amar a alguien y ser feliz o infeliz se reduce a eso, a una gran decisión personal. Hay quien se pasa toda la vida quejándose, y no se observan circunstancias objetivas que expliquen semejante comportamiento, y hay quien no lo hace nunca, a pesar de vivir en un marco vital que podría justificar una depresión.
Llegan ya, sí, los nuevos años 20. Si resultarán tan felices como los de hace un siglo no dependerá de ellos, sino de cómo resuelvas que vas a afrontarlos. Esa sí es tu decisión. Si acuerdas contigo mismo que la década será feliz, lo será. Pero trabaja para ello. La recompensa que trae la perseverancia, mucho más que la suerte, está del lado de los que, como narra Vilas, luchan por la alegría.