El verdadero problema de esa grotesca fake new primigenia española que es la leyenda negra no es que muchos ciudadanos, por supuesto firmemente socialistas, se hayan tragado sus mentiras a dos carrillos, sino que esos mismos ciudadanos firmemente socialistas han acabado descreyendo de sus verdades allí donde esa leyenda negra es tangible y goza de salario a cargo de los Presupuestos Generales del Estado.
Es el caso inverso al descrito por G. K. Chesterton cuando dijo que el problema de que los seres humanos hayan dejado de creer en Dios no es que ya no crean en nada, sino que se lo creen todo. El socialista español no cree en la leyenda negra porque ame la verdad, sino porque necesita desesperadamente sus mentiras para justificar moralmente una ideología que, en el fondo, sabe perjudicial e indecente.
Dicho de otra manera. Para que la leyenda negra se haya apoderado de la psique de cientos de miles de españoles no sólo ha hecho falta que el socialismo destrozara la capacidad de detectar mentiras de sus votantes, sino también su capacidad de reconocer las verdades. Consecuencia de ello es que el socialista moderno ya no inventa nuevos crímenes burgueses que castigar, como hacían sus precursores del siglo XIX, sino nuevos delitos que perdonar.
Y no hay que viajar muy lejos en el tiempo para comprobarlo. Es el caso de esos golpes de Estado tan pequeños, tan peludos, tan suaves y tan blandos por fuera que se dirían de algodón y que no llevan huesos. Golpes de Estado que apenas llegan a sedición, ni por asomo a rebelión, que son poco más que una "quimera" en la pacífica mente de los golpistas, y que sólo merecen perdón, amnistía, indulto, oreja, rabo y vuelta al ruedo.
Si España es hoy una anomalía histórica en el marco de la UE no es porque sufriéramos una Guerra Civil el siglo pasado. O porque hayamos vivido durante treinta y seis años bajo un régimen autoritario llamado franquismo. O porque el país no haya vivido su propia revolución liberal, una de las mentiras preferidas por aquellos que hoy abominan del único partido verdaderamente liberal existente en España, que es el liderado por Inés Arrimadas.
Si España es hoy una anomalía histórica en el marco de la UE es porque Pedro Sánchez sólo logrará ser investido presidente del Gobierno si recibe el beneplácito de un presidiario condenado a trece años de cárcel por un golpe contra el orden constitucional y el de otra perla vasca condenada por pertenencia a banda terrorista "en grado de dirigente". Un beneplácito que, permítanme aventurar un educado vaticinio, no será concedido precisamente a cargo de un AVE más o menos.
Decía Guillermo Fernández Vara hace apenas unas horas que "en manos del Partido Popular y de Ciudadanos está que los independentistas sean irrelevantes en este país". ¡Hombre, hombre! ¡Cuánta generosidad la suya llamando "independentistas" a independentistas condenados por golpismo y terrorismo! Pero, sobre todo, cuánta generosidad concediéndole a PP y Ciudadanos mucho más poder del que en realidad tienen.
Porque los que han puesto a los "independentistas" en posición de resultar relevantes no son PP y Ciudadanos, sino un PSOE que pudiendo sumar con ellos 218 escaños, mayoría absoluta larga, ha preferido sumar 155, minoría insuficiente, con un partido como Podemos. Una formación de cuya lealtad a la Constitución es tan legítimo dudar como indudable es su desprecio por un país y unos ciudadanos en los que no cree, aunque se llene la boca con ellos en los mítines de campaña.
¿Y tú me preguntas qué es leyenda negra? La leyenda negra eres tú, PSOE. Siempre lo has sido.