Sorrentino sondeó Instagram el domingo. Pedía recomendaciones de libros o películas con las que matar el tiempo del coronavirus. Italia está ya aislada de sí misma, que es la gran metáfora del país. No hay nada más diferente a un italiano que otro italiano pero quedan bien juntos. En cambio, a nosotros nos pegaron los estatutos y España parece un puzle encajado por un ciego con ansiedad. Yo también escribí alguna vez Españita.
El cineasta hacía pedagogía de la cuarentena, resulta que el bicho que Lorenzo Milá acariciaba, muerde: no salir a la calle para quedarse a vivir en el despacho, el despacho donde quizás se puso de pie Jep Gambardella. Aislarse en Italia es un planazo, aislarse en el paritorio de La gran belleza es como ser Junqueras en Lledoners: nadie querría irse.
Mi último suspiro, las memorias de Buñuel, es el libro perfecto para pasar las horas del virus a las puertas, o cualquier hora. Horas con Buñuel podría titularse la película de alguien que descubre la vida de Buñuel leyendo las historias que contó a Jean Claude Carriere, y luego devora sus películas aprovechando este impasse en el que no importa demasiado quedarse en casa haciendo cosas más interesantes que trabajar.
En los días del stand by Sorrentino igual descubría al flaneur español que nuestro cine no ha sabido todavía proyectar en la pantalla. No hay directores ni guionistas haciendo cola para adaptar la biografía de Buñuel porque interesan más las comedias con créditos rebosantes de dineros de diputaciones y ayuntamientos: la visión de la creación como el paracetamol, subvencionado y genérico. Son los Mercadonas del séptimo arte: están los estantes vacíos de Danis Roviras.
Buñuel es uno de los tipos más interesantes que ha dado España. Vive en otra cuarentena desde hace muchos años. Tiene la mala suerte de estar sepultado bajo las toneladas de referencias que provocan sus películas. Nadie sabe con exactitud quién fue, nadie habla de ese libro que lo tiene prácticamente todo.
Mi último suspiro es una novela de aventuras de un niño rico que tiene una habilidad especial para generar obras maestras. Su mejor talento era en realidad el de meterse en problemas, molestar, que le divertía muchísimo. Quizá El Cordobés pueda disputarle el puesto en la clasificación de mejores españoles, de españoles más interesantes, pero es que Buñuel pasó de Chaplin en una cena. Que Sorrentino aprovechará el aislamiento es obvio. Ojalá coloque la Orden de Toledo fundada por el Hemingway de Viridiana algún día delante de las cámaras.