La tienda de ultramarinos
(3 de diciembre de 1935, martes)
3 diciembre, 2015 02:20Noticias relacionadas
Resumen de lo publicado.- La policía va a ver a la mujer del basurero asesinado en el atraco perpetrado por Ángel Navarrete y Lenin, que se refugian en la tienda de ultramarinos.
LUIS MAÑAS. Harinas, granos, semillas, legumbres y piensos de todas clases. General Ricardos, número 8.
Decía un cartelón sobre la puerta que estaba abierta cada día hasta las ocho de la tarde y a veces más. En la estancia abundaban los sacos que los propietarios de la tienda tenían que mover a menudo. Mariana, que era fuerte, conseguía agarrarlos por las orejas y cargar con ellos. Pero Rosa e Inés, más pequeñas, no lo lograban y, cuando Mariana no estaba y necesitaban ayuda, la reclamaban de los clientes, o bien llamaban al tío Luis o, en ausencia de este, a Pepe, que solía andar en el piso de arriba, estudiando.
- ¡Primo Pepe!
Entonces él bajaba a ayudar a transportar sacos hasta la camioneta o el carro del cliente. Las voces de sus primas pidiendo ayuda era una constante en su vida. Por lo demás, cada vez que volvía de la Escuela de Arquitectura, donde trabajaba, solía encontrarse, a la tarde, a madre detrás del mostrador. Pero hoy el cartelito de cerrado al público le extrañó bastante. Nada más dar el primer aldabonazo, una voz conocida preguntó quién era. "Soy yo, madre". Abrió Mariana, lívida, miró por encima de su hombro para comprobar que no había nadie cerca –la gente que paseaba por General Ricardos–, le dijo pasa, rápido, y cerró a sus espaldas. Pepe Mañas tenía todavía el cigarrillo en la mano, pero se le olvidó darle una calada al ver al Lenin, tumbado en el suelo, con la camisa desgarrada y un pañuelo haciéndole un torniquete en torno al brazo. Ángel Navarrete estaba de pie a su lado y Rosa e Inés, desde el fondo, los miraban asustadas.
-Te dije que esto iba a acabar mal –murmuró Mariana.
-¿Qué ha pasado, Ángel? –preguntó Mañas.
-¿No has leído lo del atraco en la prensa?
-Lo comenta todo el mundo en la Escuela, sí.
-Pues fuimos nosotros.
-Pues os tenéis que ir ya mismo.
-No podemos, Pepe. No tenemos donde ir. La policía ha pasado por nuestras casas. Nos han identificado. Nos están buscando.
-¡Dios mío! –gimió Mariana. Su hijo nunca la había visto tan alterada.
-O sea que este era el gran plan –se lamentó Pepe Mañas.
-Y ahora, ¿qué vamos a hacer? –exclamó Mariana–. Porque si viene padre y los ve aquí, siendo como es, los entrega a la policía seguro.
-No os preocupéis –murmuró Ángel–. Tengo donde esconderme. Solamente quiero llegar a Brunete. En casa de mis tíos estaré bien. Lo único que necesito es que nos lavéis la ropa a los dos, para no llamar la atención. Luego nos iremos. No es mucho pedir, Pepe. Tengo dinero para compensaros.
-¡Ya lo que nos faltaba! –exclamó Mariana, ofendida.
-No es cosa de dinero, Ángel, y lo sabes –murmuró Pepe.
Tiró la colilla al suelo y se quedó mirando a su amigo. Todavía no sabía muy bien qué pensar. El domingo, como todos, había bajado al Rastro y allí había oído comentar los detalles del atraco. Había menos público que de costumbre, porque mucha gente se había desplazado al entierro, que fue todo un acontecimiento.
Entregas anteriores
La viuda del barrendero (2 de diciembre de 1935, lunes)
Artículo de Pla (1 de diciembre de 1935, domingo)
El atraco del año (30 de noviembre de 1935, sábado)
Lavando la ropa de los heridos
Mañana, 4 de diciembre de 1935, Rosa e Inés lavan la ropa de los heridos en el río Manzanares mientras comentan lo que conocen sobre el atraco perpetrado por Navarrete y Lenin.