Los seres humanos tenemos una tendencia innata a imaginar el futuro y proyectarnos en él. No sólo piensas en qué tiempo hará la semana que viene o en qué ropa te pondrás para la boda de tu primo, sino en cómo será viajar al espacio dentro de 100 años, si es que el cambio climático o los robots humanoides no nos han barrido antes de la faz de la Tierra. Hay incluso quien se especializa en imaginar posibles futuros y lo convierte en su modo de vida. Es algo que comparten los escritores y guionistas de ciencia ficción y quienes diseñan y desarrollan nuevas tecnologías, que no dejan de retroalimentarse aunque utilicen medios distintos y sus objetivos sean muy diferentes.
¿Qué pasa cuando ese porvenir imaginado parece cobrar vida? Los postulados de autores como H.G. Wells, Isaac Asimov o Philip K. Dick no sólo han tenido su reflejo en el cine y la televisión, alimentando el imaginario colectivo con máquinas del tiempo, naves espaciales e inteligencias sintéticas, sino que han inspirado a toda clase de ingenieros, programadores y científicos a la hora de desarrollar soluciones tecnológicas de todo tipo. Desde el primer móvil tipo concha de Motorola 'copiado' de los comunicadores de Star Trek hasta la presentación del último ChatGPT, con referencia explícita a la película Her de Spike Jonze, esos vasos comunicantes parecen cada vez más próximos y fructíferos.
"La ciencia ficción es la literatura más importante de todas, porque es la historia de las ideas, la historia del nacimiento de nuestra civilización", aseguró en su día Ray Bradbury, una de las luminarias del género. En la misma sintonía está el británico Ari Popper, que hace 13 años decidió dejar su trabajo como consultor para fundar SciFutures, una empresa en la que colaboran decenas de escritores del género para ofrecer "visiones especulativas o ciencia ficción aplicada", según cuenta a EL ESPAÑOL-Omicrono. "Básicamente, la ciencia ficción es una herramienta para gestionar la complejidad, para crear una conexión simple pero poderosa con las posibilidades, y para dar a las organizaciones un lenguaje común como punto de partida".
Visiones del futuro
Cory Doctorow, activista tecnológico y autor de grandes referencias de la ciencia ficción contemporánea como Walkaway o Radicalizado (ambos publicados en España por Capitán Swing), es más escéptico en general y más sarcástico en particular. "A los escritores de ciencia ficción les gusta atribuirse mucho mérito y no se lo merecen", asegura mientras en su rostro se dibuja un atisbo de sonrisa.
"Cuando gente de la industria lee ciencia ficción y se inspira en ella, a menudo lo hacen por las razones equivocadas", sostiene el escritor canadiense. "Suelo decir que el cyberpunk era una advertencia, no una sugerencia, pero tienes a Mark Zuckerberg diciendo que el mundo virtual distópico de Neil Stephenson, el metaverso, debería ser la base para el futuro de la humanidad. O a Elon Musk recibiendo un mensaje totalmente equivocado sobre los viajes espaciales interplanetarios".
También hay quien lo vive desde el otro lado de la barrera, como Juan Ramón Torregrosa, responsable de Desarrollo de Negocio de IA en Minsait, la rama de Indra especializada en transformación digital y tecnologías de la información. "Estas conexiones te hacen preguntarte, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? En este camino del héroe, para conseguir algo primero tenemos que imaginar o fantasear. A veces esas ideas o fantasías se convierten en lo que da pie a la ciencia ficción, que a su vez inspira a gente del sector y acaba tomando forma como un producto, un servicio o una nueva tendencia tecnológica. Estos últimos 50 o 100 años son un ejercicio de retroalimentación que parece subir cada vez más la apuesta”.
Los robots autónomos no tan lejanos a Terminator se prueban ya en el campo de batalla entre Rusia y Ucrania, los replicantes de Blade Runner van tomando forma en la unión entre robótica e IA y las Vision Pro de Apple parecen aunar los diseños de obras como Ready Player One con los controles táctiles de Minority Report. Sin embargo, el caso más reciente y polémico es el de la presentación de ChatGPT 4o, el nuevo y flamante bot conversacional de OpenAI.
Sus similitudes con la que aparecía en la película Her, estrenada en 2013, van más allá de la inspiración o la coincidencia. Para que nadie pudiera obviar esos puntos en común, el propio Sam Altman, CEO de la compañía, hizo una mención escueta pero inequívoca en su cuenta de X (antes Twitter). Pero hay más. Para esta nueva IA tan aparentemente humana y natural utilizaron una voz tan parecida a la de Scarlett Johansson, encargada de prestar su seductoras inflexiones al sistema operativo del que se enamoraba Joaquin Phoenix, que la propia actriz ha amenazado con acciones legales y OpenAI la ha retirado para evitar una demanda millonaria. ¿Inspiración, puro marketing o copia descarada y engañosa?
"No creo que sea un engaño, sino que la gente siempre tiene que tener referencias que les permitan entender una herramienta tan novedosa", sostiene Torregrosa. "Lo que importa es que están queriendo mostrar nuevas capacidades y que lo hacen en un tono que entiende la gente, un imaginario común que siempre facilita las cosas y permite conectar y sentirse identificado con esos referentes".
Eso sí, los responsables de OpenAI no parecieron caer en la pesadumbre que rezuma la película, en el hecho de que plantea una distopía emocional más triste que el bigote de Joaquin Phoenix, y copiaron hasta los colores y el mobiliario de Her en su presentación.
Doctorow es, como acostumbra, mucho más crítico con el panorama que se nos presenta. "Hoy en día es fácil sentir que el futuro se está poniendo al día con nuestra ciencia ficción porque, al igual que sucedió con la carrera espacial en los años 50 y 60, las historias de ficción se utilizaron como una base para vender una especie de burbuja de inversión. Y es algo que vemos hoy con el metaverso, con la IA y así sucesivamente".
En cuanto al fundador de SciFutures, que trabaja con empresas como L’Oreal, Coca-Cola o el banco JP Morgan Chase, su sensación es que en OpenAI "no han pensado en ello lo suficiente. Y lo importante es que la ciencia ficción puede anticipar muchos de estos problemas que suceden cuando la tecnología va a lo loco y las empresas sólo piensan en lanzar el producto, descuidando todos los aspectos éticos que pueden plantear".
Escándalos tecnológicos
Para ejemplificarlo, nada mejor que una de los grandes escándalos recientes del sector, el que afectó a Facebook y Cambridge Analytica, que se saldó con una multa histórica de 5.000 millones de dólares. "Ese escenario podría haberse anticipado fácilmente a través de la ciencia ficción", asegura Popper. "Y este es justo el tipo de trabajo que hacemos: ¿qué pasaría si una plataforma de redes sociales supiera tanto sobre cada individuo porque tiene todos sus datos, que conoce sus intereses y sus miedos? ¿Y si alguna organización política pudiera tomar esa información y enviar publicidad manipuladora perfectamente adaptada a esos temores? Suena a ciencia ficción, pero es exactamente lo que pasó. En general las compañías no piensan en ese tipo de escenarios, no se preocupan por anticipar esas consecuencias peligrosas".
Para Doctorow, que además de escritor y periodista es desarrollador de software libre y lucha contra los monopolios de las grandes tecnológicas colaborando con Electronic Frontier Foundation, una ONG de derechos humanos digitales, "lo que la ciencia ficción puede hacer mejor es que la gente piense críticamente, no sólo sobre las capacidades técnicas de nuestra ciencia, sino también sobre los diferentes acuerdos sociales asociados a nuestras tecnologías".
Lo que esto consigue para el autor de Walkaway es "imaginar cómo sería el mundo si hiciéramos una elección diferente sobre, por ejemplo, cómo nos relacionamos con los ordenadores, con las redes, con los viajes al espacio o con la tecnología de vigilancia. Es una manera de desafiar la doctrina neoliberal, eso que decía Margaret Thatcher de que 'no hay alternativa'. Por supuesto que hay alternativas, podemos pensar en seis alternativas distintas antes del desayuno”.
Advertencias y parábolas
Hay tantos subgéneros dentro la ciencia ficción y tantos enfoques diferentes que resulta difícil entenderla como un todo, pero si por algo se caracteriza es por plantear parábolas, cuentos con moraleja poblados por naves espaciales, armas láser y algún que otro multiverso.
"Star Wars, Star Trek, 2001 y tantas otras han creado estas construcciones mentales que, de forma inconsciente o implícita, son referencias para las personas que aman la tecnología", resume Popper. Pero se pone serio y aclara: "no están pensados para ser guías o pasos a seguir, y a veces se están usando así, como planes estratégicos para la innovación. Muchos ingenieros, científicos, tecnólogos o programadores se meten en este mundo porque están inspirados por la cultura popular. Eso puede ser positivo, pero también muy negativo, porque puede crear miedos irracionales y dar lugar a inventos que parecen geniales pero tal vez no lo son tanto".
La sensación de aceleración es constante y Popper reconoce que cada vez es más difícil hacer su trabajo. "No se trata tanto de acertar el futuro, sino de conseguir que la gente cambie la forma en que hacen las cosas. Nadie puede predecir el futuro y no deberíamos intentarlo, sino crear más alfabetización sobre las consecuencias de la tecnología actual, y eso la ciencia ficción lo hace muy bien. Nunca debe ser una guía literal para construir a, yo que sé, Terminator".
Uno de los que más y mejor han explorado en el audiovisual estos futuros inquietantes es Charlie Brooker a través de la serie Black Mirror. Algunos de sus episodios más turbadores se solapan con el presente, ya los protagonicen avatares virtuales, un sistema de crédito social como el que ya se usa en China o una empresa que ofrece a sus usuarios la posibilidad de 'recrear' a un familiar fallecido con IA. La realidad ya no sólo supera a la ficción, sino que la copia.
"Es muy crítica y vincula muchas cuestiones que nos hacen aprender", señala Torregrosa. "De hecho, es en parte responsable de generar esta cultura de escepticismo en un punto en el que es necesario pulir y refinar la tecnología". Como referencias útiles, también menciona Matrix o videojuegos como Deus Ex Human Revolution, "que plantea cuestiones acerca de la IA y la robótica muy interesantes".
Aún así, este apasionado del género se mantiene optimista, y achaca muchas de estas visiones negativas de tecnologías como la inteligencia artificial a que "estamos viviendo una adolescencia tecnológica". "Muchas de las cosas que aparecen en los libros de Arthur C. Clarke o en la famosa Fundación de Asimov son la base de lo que ahora estamos viviendo. A lo mejor tienen otro nombre, pero se han inspirado sin duda en esas fuentes. En realidad, de lo que se trata es de hacer más ágil ese paso entre las necesidades que tenemos los seres humanos desde siempre y los productos tecnológicos que vienen a facilitarlas".
Doctorow tiene la visión más escéptica y cáustica del asunto. Para él, uno de los mejores ejemplos sobre estas lecturas erróneas de la ciencia ficción como precursora de avances tecnológicos son los jetpacks. "Durante mucho tiempo, la gente pensó que íbamos a tener jetpacks para movernos por la ciudad. Y el motivo es que estaban en la televisión todo el tiempo. Encendías la tele y había un tipo volando frente al castillo de Disneyworld, aparecían en inauguraciones de tiendas, supermercados… Nadie mencionó que era todo el rato el mismo tipo y sólo había un jetpack, porque era la única persona lo suficientemente tonta como para atarse 20 litros de peróxido de hidrógeno a la espalda, volar durante 21 segundos, y esperar no equivocarse en el aterrizaje y caer en picado hacia su muerte’.
Estos aparatosos artilugios, con los que ahora se hacen carreras pero siguen pareciendo tan absurdos como entonces, "siempre fueron sólo una metáfora y son una idea obviamente terrible. Y tienes a toda esa gente que dice: ¡nos prometieron mochilas propulsoras! No, te mintieron sobre ello o, en el mejor de los casos, te contaron parábolas futuristas sobre jetpacks, no predicciones", concluye.