Los ataques químicos llevan siendo una preocupación desde el mismo comienzo de la invasión rusa en Ucrania, cuando la OTAN, a la que pertenece España, anunció la capacidad de Moscú de ejecutar este tipo de ofensivas a gran escala. Pasaron las semanas y este tipo de arma ha permanecido latente en un segundo plano otorgando el protagonismo a municiones convencionales antitanque, ojivas termobáricas y misiles hipersónicos. Hasta ahora, que un del Batallón Azov indicaron el pasado 11 de abril lanzamiento de armas químicas en los alrededores de la ciudad de Mariúpol.
Rusia habría empleado un dron para sobrevolar la zona emitiendo una nube de humo, según publicó el Batallón en sus redes sociales. Tres de los soldados pertenecientes al cuerpo militar habrían tenido dificultades para respirar. Tras la publicación, la OTAN abrió una investigación para confirmar o desmentir el comunicado que rápidamente se extendió por redes sociales.
"Estamos al tanto de los informes de las redes sociales que afirman que las fuerzas rusas desplegaron una posible munición química en Mariúpol, Ucrania", comentó John Kirby, el secretario de prensa del Departamento de Defensa del Pentágono. "No lo podemos confirmar en este momento y continuaremos monitorizando la situación de cerca", continúa. Kirby también hace referencia al presunto uso de armas químicas por parte de Rusia durante la guerra civil de Siria, apoyando los 85 ataques con cloro del gobierno de Bashar al Assad.
Casi al mismo tiempo del reporte del Batallón Azov, el líder prorruso del Donbás, Eduard Basurin, habló de emplear un ataque químico para conseguir que "las ratas salgan de sus agujeros", haciendo referencia 1.500 soldados ucranianos que se encuentran en una planta siderúrgica en la propia Mariúpol. Si bien el empleo de este tipo de armas supondría una escalada importante, ni la inteligencia de Ucrania ni la de la OTAN ha podido confirmar el ataque.
Arsenal ruso
"Un arma química es una sustancia química utilizada para causar muerte o daño intencional a través de sus propiedades tóxicas", según la definición de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas. Están formados por productos tóxicos que pueden causar la muerte, incapacidad temporal o daño permanente a seres humanos o animales debido a su acción tóxica.
También se considera a "cualquier munición o dispositivo diseñado específicamente para infligir daño o causar la muerte mediante la liberación de sustancias tóxicas". En esta parte se incluyen los proyectiles de artillería, misiles, minas o incluso los dispositivos rociadores que se pueden acoplar a aeronaves o drones.
Un parte importante del desarrollo moderno de las armas químicas y biológicas de Rusia se remonta a la era de la Unión Soviética. Concretamente a 1967 cuando el Consejo de Ministros y el Comité Central del Partido Comunista impulsaron un programa científico para el desarrollo de la guerra químico-biológica que ya había estado presente de una forma menos sofisticada en la Segunda Guerra Mundial.
Estas investigaciones científicas dieron como resultado la fabricación de armas de guerra química como el Novichok (chico nuevo, en ruso), uno de los agentes nerviosos más potentes de los que se conocen ideado durante los años 70 y 80 en la propia URSS. Con él, fueron envenenados el exoficial militar ruso Serguéi Skripal y su hija en Londres en 2018 en un ataque nunca reconocido por Moscú.
Rusia llegó a acumular —oficialmente— unas 40.000 toneladas de agentes químicos empleables en armas, mientras que otros reportes apuntan a que realmente eran más de 80.000 toneladas. Posicionándose como el país con mayores reservas de sustancias como el VX, sarín, mostaza, somán, lewisita, mezclas de mostaza-lewisita y fosgeno.
Una cantidad que presumiblemente fue disminuyendo de forma progresiva tras su adhesión a la Convención sobre las Armas Químicas en 1997 y en cuyo programa de desmantelamiento no se incluyó el citado Novichok, según un reporte del Departamento de Estado de Estados Unidos emitido en 2021. En la actualidad, se desconoce tanto las sustancias tóxicas como la cantidad disponible de Rusia.
Misiles tóxicos
La primera fase de un ataque químico consiste en transportar la carga tóxica hasta el objetivo. Los encargados para llevarlo a cabo son los misiles balísticos, bombas de gravedad, cohetes, proyectiles de artillería, aerosoles, minas y morteros. Cada uno de ellos emplea una plataforma de lanzamiento diferente como aeronaves caza, bombarderos, estaciones en tierra firme e incluso carros de combate.
Los proyectiles de artillería, por ejemplo, son municiones convencionales que se han modificado y convertido para dispersar armas químicas. Se emplean los mismos calibres presentes en los cañones de los carros de combate para estas adaptaciones que, a simple vista, son indistinguibles de otro tipo de ojiva. Un esquema similar al que se utilizan en las bombas de gravedad o cohetes lanzados desde el aire.
Por su parte, los misiles balísticos cargados con armas químicas suelen emplear detonaciones en el aire para diseminar al máximo la carga tóxica —la segunda fase de un ataque químico— o recurrir a submuniciones para aumenta el área afectada. Aunque disminuye la efectividad en situaciones donde se debe realizar un ataque más concentrado.
Muy diferente es el formato de los misiles de crucero, que tienen un funcionamiento similar al que podría conseguir un dron. Este tipo de munición puede ir vaciando sus tanques de productos tóxicos de forma gradual y controlada, igual que se fumiga un campo.
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