La inflexible estrategia de cero Covid del gobierno chino puede tener sus días contados. Y es que, desde que el viernes pasado se produjo en la ciudad de Urumqi la muerte de 10 personas en el incendio de un bloque de apartamentos confinado, las protestas se han extendido a las principales urbes del país, incluidas Pekín y Shanghái. El gigante asiático ya tuvo en vilo a España por la caída de uno de sus cohetes, y ahora tiene al mundo pendiente de estas nuevas revueltas.

En la última semana se ha establecido otra batalla paralela a la de las calles: un juego del gato y el ratón digital entre los que desafían el discurso oficial en Internet y los censores gubernamentales. Las manifestaciones han generado tanto 'ruido' que el propio presidente chino, Xi Jingping, ha anunciado como primera medida más vacunas sin nuevas restricciones anti Covid. La encrucijada es compleja: 1,5 millones de muertes si levanta afrontar las revueltas en las calles.

El gobierno chino tiene una larga experiencia con la censura y en las redes sociales eso se pone de manifiesto, por ejemplo, en sus intenciones de revisar cada comentario antes de que se publique. El control al ciudadano va más allá: se están compartiendo imágenes de policías pidiendo los móviles a los ciudadanos hasta en el metro, para revisar si han compartido contenido o utilizan plataformas prohibidas por el Gobierno. 

Para burlar la estricta vigilancia de la censura, la creciente oposición a las medidas anti Covid se ha trasladado a las apps de citas como Tinder y a las redes sociales occidentales bloqueadas en la China continental. Lo hacen a través de conexiones VPN (red privada virtual, por sus siglas en inglés), que permiten eludir algunos de los controles y utilizar plataformas como Twitter o Instagram, a las que no se puede acceder de forma legal en el país desde hace años.

Incendio incontrolado

El inicio de las manifestaciones también tuvo mucho que ver con el uso de las redes sociales. Tras el incendio en Urumqui empezaron a circular en las plataformas chinas Weibo, Douyin y WeChat (el equivalente a WhatsApp de China, con más de 1.000 millones de usuarios) vídeos e imágenes de lo que allí estaba sucediendo.

Manifestantes chinos con folios en blanco, símbolo de las protestas EFE Omicrono

Las imágenes mostraban a los camiones de bomberos rociando agua desde demasiado lejos como para apagar el incendio, y los mensajes se viralizaron rápidamente. Todos parecían estar de acuerdo en una cosa: el dispositivo anti-incendios no podía acercarse debido a las barricadas puestas por la propia policía y los coches de las personas que llevaban casi 100 días en cuarentena.

Los censores fueron rápidos y empezaron a eliminar contenido para evitar que las protestas se extendieran, pero los activistas se adelantaron: habían guardado la mayor parte del contenido en plataformas en el extranjero antes de que fuera borrado.

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Y, a pesar de que los medios de comunicación estatales apenas han informado sobre las protestas y el gobierno ha tardado en pronunciarse, la mecha prendió rápidamente en internet.

Así, residentes de ciudades de todo el país y estudiantes lideraron la organización de nuevas concentraciones, en las que se empezó a ver un elemento distintivo: miles de folios en blanco, un símbolo que ya se vio en Hong Kong y Moscú. De ahí que el hashtag que ha centralizado las protestas es #4ARevolution, en referencia a los folios DIN-A4.

El lunes, las redes sociales chinas parecían haber suprimido por completo las búsquedas de lugares especialmente 'calientes' como Xinjiang o Pekín. Pero la censura  no se conformaba con eso: también se eliminaban mensajes como "Lo he visto", en referencia a vídeos de protesta recientemente eliminados.

Aún así, perfiles en Twitter como el del conocido como "profesor Li" (@whyyoutouzhele) se han convertido en una fuente constante de imágenes y actualizaciones para todo el mundo sobre la creciente tensión en varias ciudades chinas. 

Otra de las estrategias online de los disidentes chinos pasa por hacer capturas de pantalla de las publicaciones antes de ser borradas, para luego compartirlas entre sí y publicarlas en las redes sociales occidentales. También circulan las ubicaciones de las concentraciones previstas sin ninguna explicación, como coordenadas de mapas o mediante un tenue mapa en el fondo de un mensaje.

Mientras, otros usuarios han recurrido a frases sin aparente sentido para burlar la censura. Distintas combinaciones de la palabra "bien", "bien hecho" o "ganar", juntas o por separado, se han convertido en el análogo digital de los folios en blanco en las calles.

 

Algunos perfiles de WeChat han sido todavía más audaces, publicando fragmentos de declaraciones y soflamas patrióticas de líderes como Mao Zedong o el propio Xi, en las que expresaban su apoyo a la libertad de expresión o a la revuelta popular.

"Ahora el pueblo chino se ha organizado y no hay que meterse con él", aseguraba Xi en un discurso pronunciado en 2020, durante la celebración del 70 aniversario de la entrada de China en la guerra de Corea. Estas mismas palabras fueron ampliamente difundidas a lo largo de la semana, pero con una intención claramente irónica

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Así, a través de eufemismos, memes y homónimos, los internautas consiguen eludir el gran cortafuegos de la censura china. Al sustituir las palabras prohibidas por el régimen, logran transmitir su mensaje de oposición, como hicieron durante los primeros compases del movimiento Me Too en China. Entonces, miles de usuarios publicaron mensajes bajo el hashtag "conejo de arroz", palabras que dichas en voz alta en chino mandarín suenan muy parecidas a me too.

Incluso hay disponible un léxico donde se van añadiendo las nuevas palabras o frases en clave, como "marisco" para hablar de la censura o "caballo verde" para las restricciones anti-Covid, por la similitud entre los caracteres de las palabras. Así logran eludir algunos de los algoritmos que utiliza el gobierno chino para perseguir cualquier forma de disensión.

La censura por sistema

La de estos días es una reacción similar a la que tuvo el gobierno chino cuando empezaron a circular noticias sobre un misterioso virus de Wuhan que más tarde se convirtió en la pandemia del Covid-19. Entonces, China también puso en marcha su maquinaria de censura en Internet, monitorizando y eliminando mensajes con el hashtag #WuhanSARS, creado por los usuarios para hablar del tema y compartir noticias.

Ya entonces, los ciudadanos chinos buscaron alternativas a los medios gubernamentales para informarse. Una de las más efectivas fue Tinder, también protagonista en las actuales protestas: los usuarios descubrieron que si cambiaban su localización a Wuhan, China, podían hablar a través de la app con residentes de la ciudad. Así, blogs como MediaVSReality utilizaron la aplicación de citas para realizar entrevistas y dar a conocer al mundo lo que allí estaban viviendo sus ciudadanos.

Usuarios de Tinder hablando sobre la situación en Wuhan MediaVSReality

Una de las estrategias más efectivas de la censura china es el spam. Lo visto en Twitter en los últimos días es paradigmático: miles de bots y cuentas progubernamentales han inundado la red social de Elon Musk con pornografía y anuncios sexuales asociados a los lugares donde estaban teniendo lugar las protestas. 

Esta vez, la estrategia ha sido incluso registrada por investigadores de la Universidad de Stanford. Fuentes internas de la compañía afirmaban de forma anónima a los investigadores que estaban al tanto del problema y trabajaban para controlarlo. 

A primera hora del domingo y ante el aumento de las protestas en distintas ciudades, se activaron cuentas que llevaban meses o años inactivas para publicar mensajes de spam en Twitter. El contenido publicado mostraba anuncios de servicios de acompañantes y otros contenidos sexuales en las ciudades donde se estaba manifestando la población.

Es una vulnerabilidad acrecentada por el recorte de personal realizado por el magnate desde que compró la red social. Entre los que han dejado la empresa, de manera forzada o voluntaria, se encuentran miles de empleados responsables de las políticas de moderación y desinformación, incluido todo el equipo de derechos humanos de la plataforma.

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