El siguiente paso de Israel: ¿una invasión total en Líbano, atacar Siria y Yemen o lanzarse directamente a por Irán?
La entrada de fuerzas israelíes en Líbano ya ha empezado. La duda es hasta dónde quiere llegar Netanyahu y qué movimientos cabe esperar de Teherán.
1 octubre, 2024 02:45Después de mermar significativamente a Hamás en Gaza y de descabezar a Hezbolá en el Líbano, el gobierno y las fuerzas armadas de Israel se encuentran en una situación ventajosa en la región como no habían visto en décadas. Tanto, que las FDI han cumplido con la promesa del ministro de defensa, Yoav Gallant, que este lunes aseguró que “la siguiente fase en la guerra contra Hezbolá empezará de manera inminente”. En la madrugada el martes, el ejército israelí ya había iniciado la incursión terrestre al sur de Líbano.
Por el momento, dicha ofensiva parece limitarse a los pueblos adyacentes a la frontera, en busca de militantes de Hezbolá y con la misión de incautar arsenales de armas, incluidos los proyectiles que siguen cayendo diariamente sobre las poblaciones del norte.
Además, Israel querrá aprovechar el momento para calibrar el alcance de los túneles usados por los terroristas y hacer una evaluación del enemigo sobre el terreno. El primer objetivo, según insisten las autoridades israelíes, es permitir que los ciudadanos desalojados de las ciudades del norte de Galilea puedan volver a sus residencias.
En principio, ese objetivo descartaría una invasión total del Líbano. Probablemente, se busque debilitar a Hezbolá de manera que se produzca una rebelión entre la población y el gobierno de Beirut pueda por fin desatarse las manos y terminar la labor contra los terroristas, que se han apropiado en la práctica del país pese a tener una escasa representación política en el Parlamento.
Intentar ocupar territorio libanés más allá de unos pocos kilómetros como franja provisional de seguridad en la frontera, sería un riesgo innecesario. Hezbolá está muy tocada, pero en absoluto hundida.
El Eje de Resistencia se viene abajo
Otro de los objetivos a corto plazo es acabar con el flujo de armas que llega al Líbano desde Irak y Siria. Allí es donde la Guardia Revolucionaria entrena a sus milicias con el permiso del dictador Bashar Al-Asad, que permanece en su cargo gracias a Irán… y a Rusia.
El problema con Irak y Siria es que son países muy importantes geopolíticamente hablando. No hace ni diez años que por esos terrenos campaba a sus anchas el Estado Islámico y la comunidad internacional no quiere ni pensar en lo que supondría una nueva agitación que permitiera al ISIS rehacerse y actuar de nuevo.
Lo normal es que Israel adopte una posición similar a la que ha adoptado respecto a Hezbolá en lo que a su liderazgo respecta: buscar a los cabecillas de los distintos grupúsculos y eliminarlos uno a uno. Atacar bases de entrenamiento y arsenales e impedir un trasvase de dirigentes desde estos países al Líbano, algo que Irán ya está preparando. Al fin y al cabo, piensan en Tel Aviv, Hezbolá era la cabeza de la serpiente: si han conseguido debilitarla de esta manera, no es probable que las extremidades puedan resistir mucho tiempo.
Lo mismo se puede aplicar a la situación de los hutíes en el Yemen. Aquí, la geopolítica está de parte israelí: nadie quiere ver cómo sus barcos y sus mercancías son objeto de ataque a la entrada del Mar Rojo. Ni lo quiere Estados Unidos, ni lo quiere China, ni lo quiere Rusia. Aparte, los hutíes siguen atacando regularmente objetivos occidentales en la zona y este lunes lanzaron una serie de misiles sobre Israel, todos repelidos por las defensas antiaéreas.
El único camino de verdadera seguridad para el país gobernado por Netanyahu es conseguir rodearse de Estados fuertes con los que poder negociar después acuerdos de paz, como se hizo con Egipto y Jordania. Mientras los terroristas controlen los países vecinos, la alerta será constante.
Irán, orgullo o sentido común
Lo que nos lleva al patrocinador de todas estas bandas: Irán y el régimen de los ayatolás. Este lunes, Benjamin Netanyahu mandaba un mensaje en inglés a la población iraní asegurando que apoyaban su lucha y que estaban de su lado. Israel sabe que la división en Irán entre las facciones más conservadoras y las más laicas es brutal. Después de 45 años de opresión islamista, la ciudadanía está más que harta y pide reformas sustanciosas. A cambio, reciben más represión y violencia, especialmente contra las mujeres.
Es improbable que Israel ataque Irán, aunque Yoav Gallant no descarte ninguna posibilidad. Lo que sí contempla es una respuesta contundente a un posible ataque iraní en venganza por los asesinatos del líder de Hamás, Ismail Haniyeh, y el de Hezbolá, Hasán Nasralá, en menos de dos meses.
El nuevo presidente del país, Masoud Pezeshkian, es perfectamente consciente de ello. De hecho, Israel mató a Haniyeh el día de su investidura e hizo lo propio con Nasralá en las vísperas de su cumpleaños. Puede ser casualidad, pero el Mosad no suele dejar estas cosas al azar.
Pezeshkian no quiere saber nada de un ataque a Israel porque entiende que su país no está en condiciones de entrar en una guerra abierta que pueda hacer tambalearse al régimen. El problema es que lleva solo dos meses en el cargo y está rodeado de halcones. El ayatolá Alí Jamenéi tuvo la cortesía de no amenazar con una venganza directa en su comunicado sobre la muerte de Nasralá, dejando esa responsabilidad en manos de Hezbolá, pero sabemos por declaraciones anteriores que tanto él como su entorno más conservador quieren salvar la cara castigando a su máximo enemigo, aunque sea con un ataque tan fútil como el del 13 de abril.
La diplomacia estadounidense ya ha hecho saber al gobierno de Teherán que, esta vez, Israel no respondería de la misma manera. El mismo asesinato de Haniyeh en la capital iraní demuestra un grado de penetración en las altas esferas que no apunta a nada bueno para el régimen.
De momento, Israel ha ido adaptando sus movimientos a los de sus enemigos y cebándose con los flancos que han ido dejando desprotegidos. Ir a una guerra total en Oriente Próximo no solo sería muy arriesgado para el país, sino que haría peligrar la ayuda de Estados Unidos en caso de una nueva victoria demócrata. A partir de noviembre, y según el resultado electoral, seguramente Netanyahu reevalúe sus opciones.