15 días atrapados entre Egipto y Gaza: la agónica espera de Raed y Bel Al para volver con su familia
Durante dos semanas, Raed y Bel Al esperaron a unos cinco kilómetros del cruce de Rafah a que les dejaran entrar en territorio gazatí. Junto a más de 80 personas, durmieron en el suelo de una nave de sólo cuatro habitaciones. "Escuchábamos las bombas al otro lado", relatan. Ya en España, explican su periplo a este periódico. También En La Sabana, el podcast de EL ESPAÑOL.
30 octubre, 2023 03:24Apenas 700 metros llegaron a separar a Raed y a Bel Al de sus familias. Hoy ya son más de 3.500 kilómetros. El pasado 9 de octubre, estos dos amigos aterrizaron en el paso de Rafah, la única puerta de entrada a la Franja de Gaza desde Egipto. Habían superado los controles de seguridad en el lado egipcio y atravesado la primera barrera de la aduana. Sólo les quedaba pagar las tasas de las maletas cuando un bombardeo en el lado palestino de la frontera paralizó todo trámite burocrático. También el reencuentro con sus seres queridos.
"Primero nos dijeron que teníamos que esperar, pero después de tres horas nos comunicaron que no podríamos hacerlo, que debíamos intentarlo de nuevo al día siguiente", explica Raed, un joven palestino de 27 años que en 2018 se trasladó a estudiar un máster a España, donde ya reside de manera permanente. Pasada la noche, regresaron al cruce, pero un nuevo bombardeo volvió a impedirles la entrada. "Sólo queríamos estar con la familia durante la guerra", relata Raed, aunque reconoce que ese no era el motivo inicial de su viaje.
El 20 de octubre Raed iba a casarse en Gaza con su novia Sadah, a quien conoció en la universidad. La guerra, sin embargo, hizo saltar por los aires todos los planes. "He pasado de sólo pensar en la boda a estar preocupado 24/7 por si le pasa algo a mi familia", asegura. Sus padres, sus hermanos, sus tíos y su prometida se han desplazado hasta el sur de la Franja, donde, junto a miles de palestinos aguardan a poder salir cuando se abra la frontera.
Por el momento, por el paso de Rafah únicamente circula un reducido número de camiones de ayuda humanitaria al día. Nada ni nadie más entra o sale. Mientras, en un territorio de 365 kilómetros cuadrados dos millones de palestinos resisten a los incesantes ataques aéreos que Israel lleva lanzando desde el pasado 7 de octubre, cuando una brutal incursión del grupo islamista Hamás en suelo israelí mató a 1.400 personas.
Bel Al, de 29 años, era uno de los invitados al que iba a ser el día más importante de vida de Raed. "La boda de mi hermano, de mi amigo, era la oportunidad perfecta para volver a casa y ver a toda mi familia después de muchos años", explica Bel Al, que se marchó de Gaza en 2014, "unos días después de que acabase esa otra guerra", detalla. "Mi mayor miedo no es morir; es no estar con mi familia, porque ¿qué es la vida más allá que un conjunto de personas a las que quieres?", se pregunta.
Por eso, cuando las autoridades egipcias les dieron la opción de marcharse del país o esperar a que abrieran el cruce de Rafah desde Sheikh Zuweid, una localidad del Sinaí que está a poco más de cinco kilómetros de la frontera, escogieron quedarse. Durante dos semanas Raed y Bel Al durmieron en el suelo, en unas instalaciones vigiladas día y noche por funcionarios de la embajada palestina. "Éramos 86 personas en un almacén de cuatro habitaciones", detalla Bel Al, que detalla que apenas tenían "libertad de andar en un kilómetro cuadrado".
Según cuenta Bel Al, por norma general, los palestinos no pueden entrar en Egipto, sino que sólo tienen permiso para ir desde el aeropuerto a la frontera gazatí. "Nos quitaron los pasaportes. No podíamos salir a la calle", asegura. "Mentalmente, eso ya te da la sensación de estar atrapado", añade Raed. No obstante, los dos coinciden en que lo más duro de esos días fue estar tan cerca y a la vez tan lejos de sus familiares. "No podíamos dormir. Cinco kilómetros no son una distancia tan larga, ¿sabes? Puedes oír todo. Escuchábamos las bombas que caían en Gaza", recuerda Bel Al con la cabeza gacha. "Nunca me había sentido tan inútil", confiesa.
Ambos señalan que tras cada ataque aéreo trataban de comunicarse con sus seres queridos, pero que la conexión a internet o la electricidad no siempre funcionaban en el pueblo egipcio. Tampoco en Gaza las conexiones son buenas desde que el ejército israelí impuso sobre el territorio un cerco total que dejó sin electricidad, ni comida, ni agua, ni gas a la población palestina. Por eso volvieron a España; para tener una red segura desde la que conectarse. "La único que te queda es una llamada", sostiene Raed, quien desde el pasado 12 de octubre ha gastado más de 300 euros en llamadas a Gaza. "Cuando no contestan te preocupas; te imaginas una situación que es más horrible que lo que está pasando. Por eso prefiero preocuparme pero estando con ellos", zanja.
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Poco antes de hablar con EL ESPAÑOL, Bel Al, periodista de formación, ha conseguido hablar con su padre, trabajador de Naciones Unidas en Gaza. Hace unos días el ejército israelí avisó de que su casa iba a ser bombardeada y su padre tuvo que avisar a los vecinos y abandonar el edificio en cuestión de minutos. "No sabemos si hay un sitio al que volver", dice el joven. Hoy, sin embargo, su padre estaba "muy contento" porque había podido conseguir dos sacos de harina.
Pocas horas después de esta entrevista, la Franja de Gaza sufrió un corte total de los servicios de internet y conexión móvil. Al mismo tiempo, el portavoz del Ejército israelí, Daniel Hagari, informó de que sus fuerzas iban a ampliar las operaciones terrestres en paralelo a los bombardeos, que han dejado ya más de 7.000 muertos, según las autoridades palestinas.
Hoy por hoy, la boda ha pasado a un segundo plano. Sacar a sus familiares de Gaza es la principal prioridad de Raed y Bel Al. Por el momento, reconocen, sólo pueden esperar a miles de kilómetros de distancia. Eso sí, con la maleta preparada "para salir corriendo" en cuanto se abra la frontera.