Vladímir Putin no perdona las humillaciones a las que el Ejército ucraniano le está sometiendo en el frente de combate y este martes, cuando el país estaba despertando de la resaca por haber liberado Jersón, los misiles del Kremlin volvieron a sumirlo en la oscuridad tras un ataque coordinado contra las centrales eléctricas de varias ciudades.
Kiev, Járkov, Leópolis, Poltava, Odesa o Kryvyi Rih –la ciudad donde nació Zelenski– reportaban bombardeos de forma simultánea pasadas las cuatro de la tarde, la hora en la que anochece en Ucrania en esta época del año.
En Járkov, la segunda ciudad más importante del país, las sirenas antiaéreas estuvieron sonando sin descanso durante toda la mañana. Se hablaba de aviones rusos TU-22 despegando cerca de la frontera –situada a tan sólo 40 kilómetros– y se pedía a la población que hiciera caso de los avisos y se pusiera a cubierto.
Finalmente se produjo el ataque. Dos enormes detonaciones sacudieron el centro de la ciudad. La luz empezó a parpadear y a los pocos minutos la ciudad entera se sumía en la oscuridad. Apagón eléctrico.
Autostop para volver a casa
Al salir a la calle tras los bombardeos la imagen era dantesca. Decenas de personas se agolpaban en las paradas de autobús haciendo dedo para poder regresar a sus casas. Y todos los carriles de las amplias avenidas que recorren la urbe estaban colapsados por cientos de vehículos que, sin los semáforos regulando el tráfico, avanzaban por turnos como podían.
Al caerse la red eléctrica, el metro dejó de funcionar. También los tranvías, q se quedaron abandonados en mitad de la calzada. Conseguir un taxi en esos momentos era casi imposible, ni siquiera pujando cantidades exorbitadas de grivnas en las aplicaciones que se utilizan para pedir un transporte.
Muchos ciudadanos emprendían caminatas de varios kilómetros para regresar a sus hogares, alumbrando la acera con las linternas de sus teléfonos móviles. Algunos cruzaban entre el tráfico. Otros decidían esperar un poco más haciendo autostop. La estampa era apocalíptica.
Todos sabían que la electricidad tardaría horas en restablecerse. Los misiles habían impactado en la planta de energía Número 5, la más grande de ciudad. Igor Tejerov, el alcalde, emitía un breve comunicado a través de una red social para confirmar el ataque y avisar que estaban cortados "el suministro de energía, el transporte eléctrico terrestre y el metro".
Sin noticias de Polonia
Dos horas después de las explosiones, Járkov era una ciudad fantasma. Apenas quedaban coches circulando y ya no se veía gente por la calle. Todas las tiendas habían echado el cierre y lo único que destacaba en la oscuridad eran las luces de una gasolinera. Las gasolineras tienen generadores propios, y pueden funcionar aunque no haya electricidad.
Al entrar, los dependientes estaban sirviendo cafés como si no sucediera nada, como si no hubieran bombardeado –una vez más– a escasos seis kilómetros de donde se encontraban. Y la cola de personas que esperaban para pagar daba la vuelta entre las estanterías. Era el único lugar en varios kilómetros a la redonda donde se podía conseguir algo de comida, bebidas calientes o pilas para las linternas.
Cuatro soldados, uniformados, también aguardaban su turno para pedir un café. "¿Sabéis si ha habido heridos en la central eléctrica?", pregunto. El más joven responde que no tiene información sobre el ataque de Járkov, pero que desde Kiev le han confirmado que en la capital ha habido víctimas mortales. También habla de que en Moldavia tampoco hay electricidad. Nadie sabe aún que dos de los 90 misiles que ha lanzado el Kremlin han caído en suelo polaco, y que nunca antes habíamos estado más cerca de la Tercera Guerra Mundial.
Son las 18:27 y las sirenas antiaéreas vuelven a dispararse. Aunque aquí estamos más que acostumbrados, después de un bombardeo su sonido inquieta más de lo habitual. También inquieta pensar cómo vamos a pasar los próximos días, en los que las temperaturas van a caer varios grados bajo cero, si los daños a la red eléctrica no se reparan.
Situación crítica de suministros
El balance del ataque masivo de este martes contra la infraestructura crítica de Ucrania deja un saldo de 15 instalaciones eléctricas dañadas, y se cifran en más de siete millones los hogares que se quedaron sin suministro eléctrico.
Durante la tarde, el Gobernador de la provincia de Járkov, Oleg Sinegubov, aseguró que no sería posible reconectar la electricidad en toda la noche teniendo en cuenta los daños, y que además podría haber cortes de agua. "Si en diez o doce horas logramos restablecer el suministro eléctrico, la situación se estabilizará. De lo contrario tomaremos una decisión sobre el 'plan B' y pondremos las bombas de agua en modo de emergencia", advertía.
"Ahora estamos atendiendo también las llamadas de las personas que se han quedado encerradas en los ascensores. Todos nuestros operarios están trabajando de forma intensiva para estabilizar la situación lo antes posible".
Y vaya si trabajaron. Para sorpresa de todos, la electricidad se restableció a las diez de la noche en Járkov. Sin embargo, el estado de la red de energía, que ya era crítico desde que se produjo el anterior ataque masivo del 10 de octubre, ahora pende de un hilo.
[Misiles que destruyen dispositivos electrónicos a kilómetros: la otra amenaza rusa a Ucrania]
El Kremlin destruyó el 30% de la infraestructura eléctrica de Ucrania aquel día. Empleó 84 misiles y varias decenas de drones Shahed-136 y logró provocar un apagón de punta a punta de Ucrania. Desde entonces, en las ciudades de Kiev y de Járkov se programan cortes de luz diarios –de varias horas de duración– para evitar que la red colapse.
Tras este nuevo ataque todo apunta a que la situación será aún más complicada para la población civil, a las puertas del frío invierno, y en mitad de una guerra que parece estar lejos de terminar.