Donald Trump, en su último mitin de campaña, en Michigan.

Donald Trump, en su último mitin de campaña, en Michigan. Brian Snyder Reuters

EEUU

Cómo ha conseguido Donald Trump pintar Estados Unidos de rojo de nuevo: las pistas de un éxito con acento latino

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La confianza de quienes esperaban una derrota de Donald Trump comenzó a desmoronarse poco después de las cuatro de la mañana, hora española, al ver que con cerca del 50% del voto escrutado Pensilvania, uno de los estados decisivos, pasaba de la bancada de Kamala Harris a la del expresidente. Fue en ese momento cuando el New York Times, consciente de que otros dos estados clave –Georgia y Carolina del Norte– ya habían caído del lado de Trump, pasó a darle una posibilidad de victoria superior al 70%.

“Los europeos van a asustarse muchísimo mañana por la mañana”, comentó poco después en la red social X Ian Bremmer, conocido politólogo estadounidense y fundador de una consultora especializada en geopolítica llamada Eurasia, en alusión a la pulsión aislacionista de Trump. Minutos más tarde añadió lo siguiente: “Putin: ganando; Irán: jodido; China: nerviosa”.

Acto seguido, y como si de una profecía se tratase, Wisconsin, Michigan y Arizona, otros tres territorios clave, se pintaban de rojo en los mapas. Total: que de los siete estados bisagra que iban a decidir las elecciones dependiendo del lado en el que cayesen, a las cuatro y media de la madrugada sólo quedaba por abrazar el más irrelevante de todos ellos: Nevada. Y si no lo había hecho es, sencillamente, porque a esa hora todavía no había comenzado a contar papeletas. Para entonces la aguja del Times ya se situaba en el 80%.

La victoria del expresidente ya es oficial (no lo era cuando se escribieron estas líneas) era una posibilidad barajada por todos los analistas solventes, muchos estadounidenses no esperaban meterse en la cama con Trump liderando en prácticamente todos los territorios disputados.

A la espera de que los expertos hagan su trabajo y expliquen las dinámicas que han llevado tantos votos a la orilla del Partido Republicano, no está de más presentar, a modo de pista, algunos de los datos que ha dejado la noche electoral.

Nueva York, por ejemplo. La ciudad, considerada un feudo del Partido Demócrata a excepción de su distrito olvidado, Staten Island, ha visto cómo aun perdiendo el candidato del Partido Republicano ha sacado unos resultados mucho mejores de lo esperado en Brooklyn, Bronx y su Queens natal. Gracias a ellos –y al empuje del diario New York Post– Trump habría logrado superar, a la hora de escribir estas líneas, la barrera del 40% en todo el estado.

El voto latino, por citar un segundo ejemplo. Según la revista National Review, una parte sustancial del mismo habría optado por el expresidente. Associated Press confirmaba la tendencia avanzada por la revista conservadora al afirmar que la mitad de los votantes latinos habría apoyado a Harris en estas elecciones. Por contextualizar: hace cuatro años fueron seis de cada diez los que se posicionaron con Joe Biden. Para muestra de la crecida ahí están los resultados de Florida: un estado en el que los latinos son la minoría más extendida y en el que Trump ha aumentado todavía más la ventaja cosechada en los comicios del 2020.

Incluso la población negra, siempre según los estudios realizados a pie de urna por el equipo de Associated Press, ha mostrado cierta desafección con Harris; si 9 de cada 10 votaron a Biden en su día, esta noche han sido 8 de cada 10 los que han escogido al Partido Demócrata.

Con todo, lo que sí parece haber confirmado esta cita con las urnas es lo que venían adelantando muchas de las encuestas publicadas en los últimos meses: la sociedad estadounidense continúa extremadamente dividida.

Habrá que ver si esa brecha disminuye o aumenta durante los próximos cuatro años. La mayoría de los expertos consultados por los medios de comunicación estadounidenses no son demasiado optimistas.