Merrick Garland ha desesperado a los demócratas y hoy acapara la ira republicana. El fiscal general de Estados Unidos proclamó en su nominación a la Corte Suprema en 2016 que no tiene un solo "hueso político" en su cuerpo. Se la debía a Barack Obama, como la nominación a secretario de Justicia a Joe Biden, pero su trayectoria demuestra un empeño por aferrarse a esa cita, ajeno a la presión.
Si de presión se trata, Garland puede estar viviendo sus peores días: porque tenga o no algún "hueso político", sus decisiones repercuten en la política. Hasta hace unos días, en las filas demócratas se llegaba a poner en duda su idoneidad, ya que parecía no reaccionar ante la catarata de escándalos en torno a Donald Trump, incapaz de llegar a presentar cargos penales.
Este lunes, el señalamiento y sobre todo la intensidad de ese señalamiento cambiaron de polo. El FBI entró en Mar-a-Lago, la mansión de Trump en Palm Beach, orden judicial en mano. Se llevó doce cajas con documentación. Un alto cargo del Departamento de Justicia se presentó a comienzos de junio en la mansión dando al expresidente la opción de entregar el material de forma voluntaria, pero se negó.
[Trump se presenta como víctima del FBI para impulsar su vuelta a la Casa Blanca]
La Administración Nacional de Archivos y Registros echa en falta registros confidenciales, lo que impulsó una investigación para conocer si Trump se los pudo haber llevado al abandonar la Casa Blanca en 2020. Constituiría un delito por "ocultar, eliminar, mutilar, borrar, falsificar o destruir deliberadamente" archivos del Gobierno.
"Aplicar la ley significa aplicarla sin temor ni favoritismo para todo el mundo"
Garland ha actuado con discrecionalidad. The Washington Post habla de un hombre "hipermetódico" y consciente en el mejor sentido del poder que ejerce, por lo que le mueve la prudencia, esa prudencia que molestaba a demócratas en cuanto a lentitud y que ahora inquieta a republicanos: si el fiscal general ha dado el paso es porque tiene algo sólido.
Así lo ha confirmado él mismo este jueves en una rueda de prensa, donde ha anunciado que autorizó el registro de la residencia del expresidente. "Aplicar la ley significa aplicarla sin temor ni favoritismo para todo el mundo", ha señalado ante los medios de comunicación. Además, ha aprovechado para explicar que si ha decidido hacer públicas sus actuaciones es porque "Trump ya las había confirmado" y porque "serviría al interés público".
"Ni un rincón sin revisar"
Minutos después de que el FBI iniciase el registro en su mansión, Trump reaccionó en su red social, Truth, hablando de "tiempos oscuros para la nación", y pesos pesados de su partido han amplificado el mensaje. El líder republicano en el Senado, Kevin McCarthy, se ha comprometido a impulsar una investigación contra el Departamento de Justicia cuando su partido recupere la mayoría en la cámara en las midterm de noviembre. "No dejaremos un rincón sin revisar", ha advertido.
Para el expresidente, que se presenta como víctima de una persecución, el registro de Mar-a-Lago constituye un trampolín para volver a la Casa Blanca en 2024. Abiertamente ha solicitado en las últimas horas donaciones a sus seguidores para impulsar la candidatura. Entretanto, sus candidatos se están imponiendo en las primarias en los estados clave.
Pero de igual manera que el registro del FBI y su utilización partidista pueden aupar a Trump, el proceso puede derivar en el fin de su carrera política. Y lo ocurrido el lunes es sólo el último de los capítulos de una serie de pesquisas penales y litigios civiles a los que se enfrenta.
Más allá de las derivadas que le puedan conllevar las graves revelaciones en el seno del comité que aborda el asalto al Capitolio en enero de 2020, el expresidente tiene abiertos dos grandes procesos penales: uno de ellos por la supuesta manipulación de las elecciones en el estado de Georgia y el otro, por presuntos delitos financieros. No obstante, la Constitución permite a un condenado -en caso de que lo fuera- presentarse a elecciones y presidir la nación.
Una condena por sustración de documentos como la que apunta ahora a Trump sí puede suponerle la inhabilitación. "Esto no le ha sucedido jamás a un presidente de Estados Unidos", se quejó el magnate el lunes tras el registro. Tampoco un presidente se ha sentado nunca en el banquillo. En este momento, solo un hombre puede obrarlo: el 'irritantemente' diligente y sin "un hueso político" fiscal Merrick Garland.