El hecho de que fuera el propio Donald Trump el primero en dar la noticia este lunes de que agentes del FBI habían registrado su mansión de Mar-a-Lago en Florida es prueba suficiente de que a nadie beneficia más esta investigación, desde un punto de vista propagandístico, que al propio expresidente republicano.
"Estos son tiempos oscuros para nuestra nación mientras mi bella casa de Mar-a-Lago, en Palm Beach está ahora siendo sitiada, asaltada y ocupada por un gran grupo de agentes del FBI" dijo Trump, poniendo el foco en lo extraordinario del registro. Es la primera vez en la historia que la casa de un expresidente es víctima de una redada.
Aunque los detalles acerca de lo que buscaba en concreto el FBI no están todavía claros al 100%, el registro parecía destinado a dar con algunos documentos secretos que Trump se habría llevado de la Casa Blanca tras el final de su mandato como presidente.
Caza de brujas
El motivo real del registro ha sido sin embargo convenientemente obviado por una buena parte del Partido Republicano, incluido el habitualmente moderado Marco Rubio, en beneficio de una teoría de la conspiración que afirma que el cerebro de la redada habría sido el propio Joe Biden desde su despacho de la Casa Blanca. Una tesis absurda, pero fácilmente digerible por parte de los seguidores de Donald Trump.
Es evidente que nada beneficiaría más a Trump que una investigación infructuosa del FBI que no fuera capaz de encontrar un solo documento clasificado en su mansión. Es de suponer, sin embargo, que los responsables del Departamento de Justicia americano y del Buró Federal no habrán tomado una decisión a la ligera, dada la trascendencia de una redada de este calibre y la inestabilidad del escenario político americano hoy.
Si el FBI quiere por tanto esquivar las acusaciones de haber puesto en marcha una caza de brujas contra Trump por un tema además relativamente menor, aunque importante en el contexto de una política americana muy respetuosa con los formalismos, debe apresurarse en hacer público el resultado de su investigación en cuanto eso sea posible.
El FBI es una institución independiente que reporta al fiscal general y su papel fue clave para tumbar al presidente Richard Nixon a raíz del caso Watergate. Pero también lo fue durante la campaña presidencial de 2016, cuando su investigación de los correos privados de Hillary Clinton, posteriormente exonerada de todas las acusaciones, perjudicó claramente sus opciones electorales y contribuyó a darle la victoria a Trump.
Popularidad por los suelos
El FBI no puede actuar en función de la conveniencia electoral de sus investigados o de sus rivales políticos. Pero el caso de Hillary Clinton demuestra muy claramente el peligro que tendría para la democracia americana que Trump pudiera aprovechar un fracaso de la investigación para alimentar su victimismo y su tesis de la existencia de una conspiración del deep state destinada a mantenerle lejos de la Casa Blanca.
Con los índices de popularidad de Biden en niveles muy bajos, y después de que su autoridad haya quedado mermada por su incapacidad para controlar a una Nancy Pelosi que decidió por su cuenta y riesgo viajar a Taiwán, supuestamente en contra de la opinión de la Casa Blanca y del propio Ejército americano, pocas cosas le convienen menos al presidente que un Trump envalentonado y con motivos para el victimismo.
Como se suele decir, nada hace más feliz a un paranoico que el hecho de que le persigan de verdad. Y por eso conviene que el FBI tenga un caso claro contra Trump. Cualquier otra opción sólo haría que beneficiarle en su camino de vuelta a la presidencia.