Aunque parece que las tropas rusas se han retirado voluntariamente a la orilla oeste del río Dniéper, que hayan abandonado a su suerte la ciudad de Jersón, la única capital de provincia que todavía controlaban, indica que su situación es incluso más desesperada de lo que parece. El presidente ruso, Vladímir Putin, confía en que el invierno, que irremediablemente ralentizará el ritmo de la guerra, le permita reagrupar sus maltrechas unidades y prepararlas para recuperar Jersón cuando empiece la primavera.
Sin embargo, la cosa puede empeorar susceptiblemente para Putin y los suyos antes de que eso suceda. Desde hace semanas, se viene rumoreando la apertura de un tercer frente que rompería en dos el territorio ocupado. Si, hasta ahora, han sido Jersón, Járkov y Lugansk los escenarios de las hostilidades, pronto se podrían sumar Zaporiyia y Donetsk. Todo depende de si Ucrania tiene fuerzas y energía para asestar este golpe mortal y de si Rusia es capaz de oponer algún tipo de resistencia, algo que no está demostrando en los últimos meses.
Vasilivka, la ciudad que puede decidir una guerra
El origen de la ofensiva estaría en la ciudad de Zaporiyia, capital de la provincia anexionada a finales de septiembre por Rusia, pero que está en manos ucranianas desde el inicio de la guerra. Zaporiyia, protegida por el río Dniéper, controla la orilla norte y sirvió de frenó en su momento al posible ataque ruso sobre la región de Dnipropetrovsk. Desde aquellos días de zozobra de marzo, Rusia ha sido incapaz de lanzar una sola ofensiva contra la ciudad.
La clave de esta tercera contraofensiva estaría en romper las líneas defensivas alrededor de la autopista E105 y llegar hasta Vasilivka. Si Ucrania consigue tomar esa pequeña ciudad al sur del Dniéper, se puede dar por hecho el tercer colapso consecutivo del ejército ruso. Desde Vasilivka, Ucrania tiene acceso directo a tres puntos neurálgicos: Melitopol, al sur, Energodar al oeste… y la provincia de Donetsk al este.
Melitopol es la segunda ciudad más importante de la región y sabemos que, desde el inicio de la ocupación, ha sido tierra de partisanos, cosa que no se ha visto con tanta asiduidad ni siquiera en la propia Jersón. Está a ciento veintisiete kilómetros de Zaporiyia y a apenas setenta en línea recta de Vasilivka. Asegurar el control sobre esa autopista partiría en dos el territorio ruso, aislando parte de Jersón situada en el lado oeste por un lado y Mariúpol por el otro, además de dificultar el traslado de tropas desde Crimea a los distintos frentes.
Si Rusia se lanza a defender Melitopol con uñas y dientes (y sería lo más normal porque no puede permitirse perder esa ciudad ni esa carretera), Ucrania podría optar por dirigirse hacia el oeste, rumbo a Energodar. ¿Por qué? Porque en Energodar, justo a la orilla del río, está la famosa central nuclear que andan disputándose con los rusos desde hace meses y que ha puesto en jaque al planeta entero con los continuos bombardeos sobre instalaciones de altísimo peligro.
Seguir el Dniéper hasta Jersón o lanzarse a por Mariúpol
El objetivo más probable de Ucrania una vez llegadas sus tropas a esta población sería repetir lo conseguido en el noreste de Jersón, es decir, ir recuperando terreno en paralelo al cauce del río Dniéper, pero en la otra orilla, con lo que en cualquier momento los ejércitos del norte y el sur podrían juntarse. Si eso se produce, más allá del golpe que sería perder el control sobre una central nuclear que Putin también se ha anexionado por las bravas, los días del dominio ruso sobre Jersón capital estarían contados. Y sin Jersón capital, obviamente, adiós a cualquier sueño de establecer un pasillo hasta Odesa y Transnistria, como se suponía que era el objetivo de la segunda fase de la "operación militar especial".
Con todo, la verdadera importancia de la contraofensiva de Zaporiyia y de la posible toma del enclave de Vasilivka estaría en el ataque posterior sobre la parte ocupada de Donetsk. Se entiende que, una vez recuperada Jersón, Melitopol y Energodar son objetivos muy jugosos… pero es que de Vasilivka a Mariúpol hay doscientos kilómetros, ni uno más. La tentación de reconquistar el "Stalingrado ucraniano" de esta guerra es enorme, sobre todo sabiendo que las fuerzas del frente este siguen manteniendo el control sobre Artemivsk (Bakhmut), a ochenta y cinco kilómetros de Donetsk capital, y se están aproximando al núcleo Lisichansk-Sievierodonetsk, a noventa kilómetros de Lugansk capital.
Si Ucrania consigue efectivamente romper en dos ese pasillo cada vez más estrecho, Rusia estaría contra las cuerdas y sin un destino obvio para sus trescientos mil reservistas, cuyas condiciones para el combate hay que poner muy en duda. A la necesidad mencionada anteriormente de decidir entre defender el pasillo hacia Jersón o la autopista hacia Melitopol, habría que añadir el riesgo de desplegar demasiadas fuerzas en ese frente y descuidar el mismísimo Donbás. Hay que recordar que tanto la ciudad de Donetsk como la de Lugansk llevan en manos prorrusas desde el inicio de las hostilidades en 2014. Perderlas ahora sería una catástrofe sin paliativos.
Por supuesto, esto es mucho más fácil de decir que de hacer, y el riesgo de quedar envueltos al entrar en territorio enemigo también es grande. Ahora bien, todos parecen coincidir en que es el golpe de gracia que se prepara desde Kiev. Lo que estamos viendo hasta ahora en cada contraofensiva ucraniana es un trabajo de zapa previo importante, en ocasiones desesperante, que culmina con un avance imparable en cuestión de pocos días, ganando en una semana lo que a Rusia le ha costado meses conquistar. ¿Sucederá lo mismo en Zaporiyia? Por ubicación, es la región clave de esta guerra. Su control puede decantar la contienda de un lado o del otro antes incluso de que empiece el temido invierno.
[Kiev espera una victoria total y Putin anuncia que “reagrupa” sus tropas para contraatacar Jersón]
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