Captar la máxima atención del público. Ese es uno de los principales cometidos de los siete demócratas y los dos republicanos (rechazados por su propio partido) que conforman el comité especial de la Cámara de Representantes de Estados Unidos que investiga el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Por eso, las dos horas que duró la primera audiencia pública se retransmitieron íntegramente en directo el jueves en prime time vespertino y con una producción de máxima calidad. Todo para mostrar a los espectadores lo que ya se sabía: que Donald Trump está en el centro de la insurrección.
Se sabía de antemano que el expresidente estadounidense había intentado boicotear las elecciones democráticas atizando el discurso sobre un posible fraude electoral que habría otorgado la victoria a Joe Biden. Se sabía también, porque lo dijo ante miles de simpatizantes el día del asalto, que alentó a sus seguidores a "caminar hacia el capitolio" para "combatir como demonios". Y se sabía, sobre todo, porque gran parte de la información se presentó durante el segundo impeachment al que Trump tuvo que hacer frente y del que salió absuelto.
Así que la clave de las audiencias no está en presentar los hechos, sino en poner el foco sobre los detalles. Por ejemplo, en mostrar a la hija y asesora del expresidente, Ivanka Trump, diciendo que "confía" en que no hubo fraude electoral porque respeta al antiguo fiscal general, William H. Barr, quien señaló que la teoría del robo electoral era una "tontería".
"Si todo esto es de dominio público, ¿por qué molestarse con las audiencias? Creo que la respuesta correcta es espectáculo", sostiene el columnista del New York Times Jamelle Bouie. Una tesis que, en cierta manera, confirmaron los miembros del comité al fichar a James Goldston, expresidente de ABC News y veterano del programa Good Morning America, para coreografiar las seis audiencias que están programadas.
También lo confirma el hecho de que algunos de los canales de mayor cobertura nacional, como la ABC, la CBS o la NBC, cubrieran la primera de las sesiones del comité. Y con unos niveles de audiencia nada desdeñables.
De hecho, según los datos preliminares de la plataforma de análisis Nielsen, más de 19 millones de personas siguieron la retransmisión el jueves, aunque el número podría aumentar a lo largo del día. Unas cifras que están lejos de alcanzar las de los debates presidenciales (llegan hasta los 73 millones), pero que son superiores a los de una sesión ordinaria del Congreso.
El fantasma del Watergate
La investigación actual sobre el asalto al Capitolio es la pesquisa más importante relacionada con un presidente que la Cámara de Representantes lleva a cabo desde que el Senado investigó los escándalos del Watergate en 1973.
Salvando las distancias, las comparaciones entre ambas tramas son inevitables. Sobre todo si se tiene en cuenta que los actos criminales investigados comprometen de alguna manera la estabilidad del sistema político. Nixon espió a sus opositores y trató de encubrir un robo de primer nivel, y Trump trató de derribar las bases de la democracia. Para ambos casos, además, el Congreso creó un comité independiente para indagar en los hechos.
El 85% de los estadounidenses con televisores sintonizaron al menos un trozo de las audiencias del Watergate
Pero las similitudes no están solo en el fondo; también en la forma, en la escenografía. Hace 50 años, el 17 de mayo de 1973, se televisaron las audiencias del comité Watergate del Senado que alcanzaron cifras récord de telespectadores. De hecho, se estima que el 85% de los estadounidenses con televisores sintonizaron entonces al menos un trozo de las audiencias, según el Museum Broadcast of Communication.
Las sesiones influyeron de tal manera en la opinión pública que el entonces presidente Richard Nixon, consciente de que iba a ser condenado, renunció un año después. Una relación de causa-efecto que parece querer imitar el actual comité de investigación sobre el asalto al Capitolio.
La diferencia es que, hace medio siglo, a Nixon le acorralaron sus propios compañeros del Partido Republicano, mientras que ahora, Trump continúa ejerciendo una enorme fuerza de gravedad sobre la formación y, según las encuestas, sobre una parte importante de la población estadounidense.