El 'síndrome de la mujer perfecta' o de 'la Supermujer' afecta desde hace unos años cada vez a más mujeres. No identificado como trastorno, se trata de una situación cada vez más común en las mujeres en España generada por la sociedad en la que vivimos, en la que se premia excesivamente el éxito en todas las facetas de la vida, tanto en el terreno personal como en el profesional.
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Tal y como explica la doctora psicología clínica y de la salud, Judit March, "son mujeres que deben ser muy buenas en su trabajo, deben ser las mejores madres, las mejores esposas, las mejores amigas, siempre disponibles y siempre anhelando ser la mejor versión de sí mismas en todos los contextos de la vida, son mujeres orientadas al éxito que presentan dificultades en darse permiso al poderse equivocar o a pensar un poco más en ellas mismas".
'Las mujeres perfectas' son mujeres que han luchado siempre para conseguir ser valoradas y respetadas por una sociedad cada vez más crítica y exigente con ellas. Sobre la base de la experiencia de Judit March, "se trata de mujeres con un profundo sentimiento de soledad, que sienten que no reciben el apoyo que necesitarían ante una situación complicada, a las que casi nadie les pregunta cómo están o si necesitan algo".
"Suelen ser mujeres luchadoras, mujeres cansadas de proponer y de aportar ideas, cansadas de tirar del carro, mujeres con iniciativa tanto en el terreno personal como en el profesional. Son mujeres de todas las edades y de todas las condiciones, a las que su entorno está acostumbrado a que lleven ellas la iniciativa y que hagan y deshagan a su criterio. Han ido generando en los demás la imagen de poder con todo, adoptando un papel de mujer perfecta, quizá porque no han tenido más remedio que procurar serlo".
Leonor Cabrera, terapeuta y coach, que también ve este síndrome cada vez más en su consulta explica que "la vida se convierte para ellas en una carrera continua, donde lo que cuenta es resolver de forma rápida y efectiva los problemas propios y los de las personas que las rodean. Para ello, es necesario detectar pronto lo que los demás esperan y necesitan de ellas. Esta es la mejor manera de especializarse, de ser vista, de ser admirada y de conseguir ese éxito que, al fin y al cabo, se convierte en motor de vida, en un objetivo en sí mismo, no en una consecuencia del trabajo bien hecho".
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¿Cómo cambiar?
Leonor Cabrera, explica que "la única manera que conozco es parar, relativizar el hacer y dejar una especie de vacío para que surja el ser. En el movimiento continuo, en la carrera, es muy difícil pararnos a mirar quiénes somos en realidad, qué queremos, qué deseamos. Ahí sólo somos capaces de seguir con la inercia, la inercia de ser perfectas.
"El mejor antídoto que conozco para el síndrome de la mujer perfecta es abandonar por unos días esa carrera, echarse a un lado del camino y observar qué sucede, qué se mueve, qué queremos, qué no queremos, qué nos lleva a no poder parar", reconoce la coach.
Por su parte, Judit March nos indica que "cuando estas mujeres ya no pueden tirar más del carro debido a diferentes circunstancias, a causa de una enfermedad o simplemente por agotamiento, entonces tienen que tomar la decisión de detenerse y elegir, porque es imposible tener todo y hacerlo todo muy bien. Y es entonces cuando aparece el miedo a perder la condición de ser 'mujer perfecta' y tienen que dejar de mirarse en el espejo de su 'imagen ideal', una imagen y un rol que se ha ido forjando a lo largo del tiempo en su imaginario y en el de los demás".
Asegura que "las Supermujeres acostumbran a establecer estándares que son anormalmente altos, fuera de su alcance o de lo razonable. Tienden a esforzarse hacia objetivos imposibles y tienen la tendencia a medir su autoestima en términos de productividad y de logros tangibles. Desafortunadamente, al hacerlo, estas Supermujeres están generando más estrés en sus vidas y multiplicando las posibilidades de desarrollar problemas psicológicos como la ansiedad o la depresión".
La solución pasa por "aprender a decir que no, se debe de aprender a pedir ayuda, a no quererlo controlar todo. Debemos de aprender a prestarle atención a aquella niña que tuvo que salir adelante, que tuvo que cuidar de sus padres cuando no tocaba, que fue más madura y responsable que el resto. Hay que aprender a mirar a la niña, a cuidarla y a mimarla" dice la psicóloga y concluye, "todo luchador necesita su hora de descanso, porque incluso la persona más fuerte necesita descansar".
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