Cristina, la doctora tras el aparato de mamografía que no chafa el pecho ni radia
Cristina Romero es jefa de la Unidad de Mama del Hospital de Toledo donde testan ya en fase dos el MammoWave, una nueva tecnología indolora e inocua que podría salvar la vida de muchas más mujeres en el futuro.
19 octubre, 2022 02:40Llegar al Hospital Universitario de Toledo es abrir una puerta a la luz, y no sólo por lo que vamos a contar en este reportaje. Con una entrada acristalada, gigante, la gente entrando y saliendo con toda la calma del universo contrasta con la excitación que viven sus médicos y residentes. Andan de aquí para allá como quienes tienen guías en los pies en una zona que ellos han construido con mimo. Nada que envidiar a los grandes hospitales de Madrid.
Más bien al contrario, muchos ya andan envidiando el programa de mamografía puntero y único en el mundo donde no "te estrujan la teta como si fuera una hamburguesa" (el entrecomillado puede salir de cualquier paciente que acabe de realizarse esa prueba) ni te radia en los niveles que ahora recibimos cada mujer de mediana edad, jugando entre lo bueno y lo menos malo, con estas pruebas anuales.
La culpable, sin duda, es Cristina Romero, responsable de la Unidad de Mama de Toledo. Es una sabia con y sin bata, de esas que dan lecciones de vida sin ni siquiera intentarlo, como si se estuvieran pidiendo un café. La obligación de usar mascarilla en los hospitales impide ver su sonrisa, pero alguien que escoge llevarlas de colores, a juego con el vestido del día, ya irradia optimismo solo con estar cerca.
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A nosotros nos toca roja. Rojo pasión, rojo sangre, rojo vida. "Yo, ya sabéis, antes muerta que sencilla", bromea sentada en su consulta por la que decenas y decenas de mujeres pasan cada semana para descubrir que es una médico, en un hospital público, donde el reloj se detiene cuando habla con ellas. "No es tan raro", asegura rápido en defensa de un sistema con a veces mala fama, pero que es su vida.
En una habitación próxima, Cristina Romero guarda el mañana. MammoWave, una máquina de mamografías que no presiona la mama pero, sobre todo, que no la radia en cada sesión; por lo que abre posibilidades a realizar controles antes de la edad de cribado que, en algunas regiones como la Comunidad de Madrid, es a los 50 años (cinco más de los que recomienda la Unión Europea y cinco más que en Castilla-La Mancha).
"Este proyecto nace de una tesis doctoral de Oxford de 2014, donde se establece que, gracias a la propiedad dieléctrica de las microondas, son capaces de detectar lesiones dentro de la mama. Con este prototipo inicial, un grupo italiano me ofrece testarlo en un primer trabajo internacional sobre pacientes, algo que no se había hecho hasta entonces. Son dos proyectos Horizonte 2020, financiados por la Unión Europea para nuevas tecnologías que puedan repercutir en la sociedad y éste lo hace. Era el año 2019 y cuando se va a poner en marcha, nos pilla la Covid-19".
Sin embargo, la persistencia de Cristina Romero hizo que el proyecto sobreviviera incluso a la mayor crisis sanitaria que ha vivido el mundo. Se fueron cayendo hospitales que iban a participar en el testado y sólo quedaron dos: Toledo y uno en Italia. Y el hospital castellanomanchego se convirtió en el corazón de esta trascendente innovación para la mujer.
"Es un aparato básicamente sin radiación. Para que nos hagamos una idea, la paciente recibe mil veces menos radiación que la que recibirías con un móvil. Esa es la primera ventaja. Además, tampoco tienes que manipular la mamá, ni sumergirla ni nada. La mujer se tumba boca abajo, durante seis o siete minutos de exploración por mama y espera a que la antena dé la vuelta. No sientes nada, no tiene ningún tipo de repercusión. La gran duda era ¿qué resultados podíamos obtener? Pues en ese primer estudio que encabezamos en Toledo, con la aplicación de inteligencia artificial para entrenar al aparato a reconocer lo que tiene que reconocer, los resultados han sido súper prometedores".
Toledo fue el hospital con más reclutas dispuestas a participar en el proyecto de toda la Unión Europea: 300 pacientes en su primera fase y con pandemia. Por eso Cristina Romero, en cuanto tiene ocasión, destaca algo que, como asegura, ella ya sabía que iba a pasar desde antes de embarcarse en esta aventura: "Es gracias a la generosidad de las castellanomanchegas que han dicho sí a todo".
Los resultados recogidos en esa primera fase hablan de unos límites de sensibilidad para la detección del cáncer en torno al 98% y también con la misma especificidad que la mamografía clásica. Algo que ha colocado al MammoWave en la recta final hacia el futuro.
Siendo consciente de que ahora mismo la mamografía es una prueba molesta, "y muy dolorosa en el caso de mamas operadas o radiadas", Cristina Romero insiste en que es una cita clave para salvar muchas vidas en femenino. Por eso, del nuevo aparato destaca una y otra vez que el beneficio estará en poder ampliar el cribado a mucho antes de lo que ahora establecen los criterios médicos y en circunstancias donde, como ahora alertan los hospitales, se están produciendo cánceres más agresivos y que evolucionan mucho más rápido.
"Somos conscientes de que en el cribado estamos llamando a mujeres sanas, que cumplen ciertos criterios, y las llamo para demostrar que están sanas. Por eso, la tecnología que utilizamos tiene que tener una máxima: ser totalmente inocua. Ahora no tenemos esa situación con la mamografía porque, aunque esté justificado, hay radiación que limita, por ejemplo, el acceso de mujeres jóvenes, embarazadas... Por eso buscamos alternativas que sean inocuas, muy sensibles y específicas. Y todo eso lo cumple este dispositivo".
Pero la emoción le dura un segundo y Cristina Romero vuelve a insistir en que tienen que seguir testando y en que Toledo va a liderar ahora la segunda fase de investigación, con unos 7 millones de euros de financiación europea, para dos años y sustentada en tres hospitales españoles: Murcia, Córdoba y el propio Toledo (además de algún centro europeo que también están dentro del proyecto).
"Lo que vamos a hacer, por primera vez, es probar ambas tecnologías con las mujeres que vengan a hacerse la mamografía, de forma voluntaria y aprovechando la inocuidad del sistema. Y confrontarlas. Aún habrá un tercer año en el que tendremos que analizar los datos".
Cuestión de justicia
Cristina Romero se mueve entre los pasillos llenos de mujeres como en el salón de casa. Enseña las pinturas de las salas de espera, obra de una asociación de pacientes, y muestra el circuito que han creado ex profeso para facilitar que cualquier mujer que acuda a la mamografía pueda probar el nuevo aparato y participe en el proyecto.
Mientras camina, resonando el ritmo de sus tacones por si alguien se atreviera a seguirla, cuenta que el MammoWave puede ser una revolución para las vidas de las mujeres en el mundo en general, no sólo en España, no sólo en Europa, puesto que al no necesitar una radiación importante no requiere de una instalación muy compleja. Es decir, es tecnología relativamente económica que podría democratizar la prueba más fiable para detectar un cáncer de mama a todo el mundo (en sentido estricto).
"Este dispositivo te permite inmediatamente hacerlo muy accesible a la gente, incluso abrir la opción de cribado a otras edades, grupos... La equidad que se podría conseguir entre países ricos y pobres es algo muy bonito de este proyecto. Podríamos llevar este tipo de técnica a sitios donde ahora es prácticamente imposible hacer una mamografía", explica mientras los ojos brillan de forma diferente. No es sólo cuestión de salud, es cuestión de justicia.
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Ahora mismo en España el cribado está establecido, según comunidades autónomas, para mujeres de entre 45-50 años a 70. Pero ¿qué pasa con las mujeres hasta los 45? ¿no tienen cáncer de mama? ¿Y las de más 70? ¿Qué pasa con las que tienen la mama densa u operada y no se ve claro en la mamografía? "Claro que tienen cáncer, y muchas veces en las jóvenes es peor porque avanza de forma más rápida por la velocidad a la que se reproducen sus células", se lamenta. "Por eso necesitamos algo así", pelea internamente entre la prudencia de la científica y el arrojo de la mujer.
"Podríamos llevar esta técnica a sitios donde ahora es prácticamente imposible hacer una mamografía"
En la familia de Cristina no hay ni un sólo médico, "son casi todos funcionarios", bromea. Pero ella estaba destinada a protagonizar una lucha que entonces veía gigante y ahora, titánica: reducir el cáncer de mama en el mundo.
"Decidí que iba a ser médico cuando era una niña. No conocí a mi abuela por parte de padre y un día le pregunté por ella. Me contó que se quedó huérfano cuando tenía 11 años, que fue muy duro, que lo pasó muy mal... Cuando le pregunté de qué murió me dijo que de cáncer de mama. Recuerdo verlo llorar y a mí misma decidiendo en ese momento que iba a inventar la vacuna contra el cáncer. Bueno, no me ha dado para tanto, pero aquí estoy", sonríe en el único momento de la entrevista en que el fondo de su garganta mira hacia el pasado, algo duro en una mujer que se empeña en acercar el futuro al presente en cada paso.
En siete u ocho años
Esta granadina afincada en Toledo, -"era mi destino, vine para cuatro años y mira, desde 1999"-, enseguida vuelve al instante. Advierte que la intención "es ser capaz de entrenar la máquina para que no haga ruido y nos permita acceder a rangos de edad que ahora son imposibles incluir y a lo mejor empezar los cribados a los 35, sabiendo que no voy a molestar".
Cada vez que enumera las bondades del MammoWave o las potencialidades que podría desarrollar; la siguiente frase lo envuelve todo en prudencia: "Aún está en fase dos", "hay que educar bien a la máquina", "no hay que hacer ruido en la población sana", "en el cribado no sólo hay una decisión médica, también política"... Cristina no quiere fallar, no está dispuesta a fallar, ni siquiera que le traicione ese optimismo vital que brota en cada explicación.
"Esto va por buen camino pero hay que ser súper prudentes", son sus palabras favoritas. Un control que sólo pierde para hablar de la implicación de su equipo, "no sólo sanitario sino también los responsables de entrenar a la máquina con inteligencia artificial", y de las mujeres que han testado el aparato, y lo van a seguir testando, aún sabiendo que su implementación puede que a algunas ya les llegue tarde.
"En la primera fase teníamos que testar 150 mujeres y llegamos a 300. Ahora hay que probarlo en 10.000 y si llegamos a 20.000, mejor", asegura llena de un orgullo comunitario que sólo se entiende en ambientes donde el bien común se impone a la individualidad.
Si se le aprieta mucho, nos deja escribir la carta a los Reyes Magos y se lanza a aventurar una fecha en la que las mujeres podremos dejar de pasar por el horroroso trauma de estrujar la mama y recibir una dosis de radiación gratuita a cambio de cierta calma: "Si los resultados fueran muy positivos, habría otra tercera fase, para reproducirlo en otros ambientes. Y una vez que realmente se vaya comprobando que los resultados se repiten, ya podrá verse. Yo creo que probablemente podamos estar cambiando el paradigma en siete u ocho años".
Una buena guía
Cuando acabó la carrera, Cristina escogió Radiología porque, hace más de 20 años, ella ya tenía el concepto de radiólogo que ahora se impone en los hospitales de última generación: la imagen es clave para detectar cualquier patología, no es un fotógrafo sin más, reconoce síntomas, ve sombras donde otros sólo apreciarían oscuridad, guía a otros especialistas hacia el corazón de la enfermedad.
"El concepto de la Radiología que tenía todo el mundo es que llegábamos y hacíamos una foto y luego el ginecólogo veía lo que está mal. Y no es así. Tienes que dominar muchísimo la medicina interna, todas las tecnologías... es vital para el diagnóstico, porque no hay nada peor que el resto de tus compañeros vayan a ciegas porque les has orientado por una carretera que no es".
"Soy producto de un sistema MIR justo, donde compites como los demás, y de un sistema público que me ha formado"
Con ese nivel de compromiso, no es de extrañar que sienta el sistema público como la columna vertebral de su trayectoria vital y profesional. "Yo digo siempre que soy producto de un sistema MIR justo, donde compites como los demás, y de un sistema público que me ha formado y entrenado, y me parece un privilegio. Se me ha permitido desarrollar mi trabajo y nuevos proyectos como este con dinero de todos. Eso es lo que la gente tiene que ver", aclara.
Si alguien se pregunta cómo es posible que Cristina Romero haya colocado Toledo en la puerta del futuro para la salud de las mujeres estando a menos de una hora de la gran capital, donde la tendencia es a absorber cualquier bondad de los alrededores, ella tiene claro que no hay nada en otros hospitales que no esté también en el suyo.
"Una de mis técnicos fue a dar una charla sobre el MammoWave a un congreso y en un momento determinado le preguntaron que lo único que no entendían del proyecto es que estuviera en Toledo. Y ella contestó: 'Eso lo dice usted porque no conoce ni a mi jefa ni al equipo' y a mí me llena de orgullo que se pueda hacer aquí y que esté creciendo todo el equipo con ello". Recalca, por si quedaban dudas.