Patricia Cerdán, la española que salió del armario en una familia testigo de Jehová: "No dormía por las noches"
De vivir el control en una organización religiosa casta a la libertad de priorizarse y encontrar el amor, la inspiradora historia de esta murciana.
16 septiembre, 2024 02:38Ver a Patricia Cerdán Rubio es mirar a los ojos a una mujer calmada, expresiva y sonriente. A sus 31 años parece gozar de una vida tranquila y un entorno privilegiado donde la aceptación y el apoyo desborda, pero el camino a recorrer para llegar al presente ha sido en realidad un viaje por mares en tempestad que le ha enseñado la importancia de sentirnos libres.
Conocerla hace que quieras saber más acerca de esas inquietudes que atañen a todo un colectivo que ve minada su libertad solo por amar a alguien del mismo sexo. El salto al foco público de Patricia es parte de una iniciativa llevada a cabo por la aplicación de citas Tinder y la asociación activista COGAM con el fin de hacer visible lo invisible.
Trabajar para dar visibilidad a una realidad que no debería ser noticiable, porque al final es vivir de manera libre y querer a quien tú quieras, es un trabajo emocional muy grande que se remonta a una infancia, casi olvidada, dentro de la organización religiosa de los testigos de Jehová. De ahí en adelante, miedos, superación y esperanza en las generaciones del futuro han dando forma a la historia de Patricia.
Infancia y doctrina
¿Cómo fue tu infancia y crecer en un entorno como es la organización religiosa de los testigos de Jehová?
Mis padres se convirtieron cuando tenían 30 años y yo solo uno. Toda mi vida la he pasado en este círculo religioso donde, desde la cuna, te van preparando para esa vida de doctrina. Te leen historias bíblicas, asistes a reuniones y hacen que te enfoques en su círculo social.
Lo más impactante que recuerdo es ir al colegio, donde quieres conseguir esa aceptación social y no ser la rarita, y sentirme señalada, ser la que no celebraba cumpleaños o la que vestía con falda. Ni siquiera podía hacer juegos de niños o participar en las funciones de Navidad o los festivales que se celebraban en el colegio. Eso estaba fatal.
Mis padres hacían lo que pensaban que era lo mejor para mí, porque para ellos, eso es su forma de vida y lo mejor que podían darme era una educación basada en la Biblia.
¿De qué manera te ha afectado a nivel emocional?
Deja muchas heridas. Eres consciente de que existe una brecha entre lo que vives y lo que hay fuera, es una burbuja de la que no puedes salir. Interactuaba con los niños en el colegio pero cuando creces y te invitan a una fiesta o al cine, no puedes ir.
Crecí en Águilas, un pueblo muy pequeño, donde no había más niños Testigos. Éramos mis padres y yo, con mi instrucción sobre todas las cosas que no se podían hacer: fumar, ser homosexual...
¿Qué cosas son las que más te han marcado a día de hoy?
Mi padre es uno de los altos dirigentes de la congregación, y yo tenía que ser ejemplo para los demás. Participar en las reuniones dando mi punto de vista sobre un tema bíblico, hacer asignaciones e ir tapada. Eso es una cosa que me ha generado mucho conflicto.
Ha pasado tiempo y como me ha hecho daño, lo bloqueo. Era un día a día en el que te decían todo lo que tenías que hacer según su camino de la verdad.
"Empecé a vivir una doble vida a escondidas (...) Era una persona a la que habían diseñado, no tenía capacidad de maniobra"
Salir del armario
¿Cuándo dijiste "ya no puedo más"? ¿Cómo fue liberarte?
A los 18 años recuerdo que, predicando la palabra, le dije a mi padre que tenía otras inquietudes como por qué vamos al revés del mundo. No solo en cuanto a libertad o mi orientación sexual, eso fue la gota que colmó el vaso.
El machaque emocional en cuanto a "no me hagas esto, ¿qué he hecho yo para merecer esto?". Llega un momento en el que no puedes vivir así, te vuelves loca.
Empecé a vivir una doble vida a escondidas de mis padres, incluso me hice una cuenta falsa de Tuenti para poder hablar con otra gente que no fuera de la organización, y me pillaron porque miraban mi historial de Google. Siempre hubo ese control, me sentía como si tuviese unas esposas. Nunca se han preguntado qué es lo que yo quería.
No dormía por las noches, tenía pesadillas, me miraba al espejo y veía que era una persona a la que habían diseñado, no tenía capacidad de maniobra, así que decidí irme a Londres. Lejos de ellos podía escapar de sus patrones e investigar qué me estaba pasando a mí. Veía series en las que había dos chicas que se besaban y me emocionaba, era como "ay qué bonito, ¿por qué yo no puedo?".
¿Qué es lo que más pena te da?
Nunca he podido tener una conversación con mis padres sobre lo que siento, quién soy, y menos cuando empecé a sentir esos impulsos y deseos hacia las mujeres... Tampoco podía descubrirlo.
Si una amiga me tocaba levemente, me ponía nerviosa, y me preguntaba a mí misma qué me estaba pasando. Lo cuento así, pero fueron muchos años, desde los 18 años hasta casi la actualidad.
"Comenzaron a llamarme lesbiana cuando yo ni siquiera sabía si lo era"
¿Cómo viviste sentir esas primeras "mariposas" hacia una mujer?
Dentro de los Testigos hubo una chica con la que hice match. Un día nos besamos. Ella llegó a decirme que se sentía mal porque estábamos pecando y como yo no podía verla así accedí a confesar los pecados, someterme a un comité judicial.
Tres ancianos, personas mayores de la congregación, te preguntan todo tipo de detalles acerca del pecado. Si es un pecado sexual, más. En este caso, como fueron solo besos se dio una advertencia para que no volviera a pasar, no dejaban que estuviéramos juntas y es un mal recuerdo.
Además, se empezó a esparcir el chisme y comenzaron a llamarme lesbiana cuando yo ni siquiera sabía si lo era. Sentí una persecución en cuanto a críticas por parte de ellos, me apartaban. Fueron tres años de sentir que ese no era mi lugar y no me podía permitir experimentar por mí misma.
En un entorno de control, donde la homosexualidad es pecado, ¿cómo recibieron tus padres la noticia?
Cuando me mudé a Londres conocí a una chica en el trabajo. No sabía si me gustaban las mujeres, para mí era un pecado y esa frase perduró en mí. Por aquel entonces seguía hablando con mis padres y la persecución comenzó desde España, llegaron a mandar ancianos a hablar conmigo, incluso a mi trabajo. Un día me enteré que tenía un GPS en el móvil... muy bestia.
Mis padres vinieron a Londres cuando se enteraron de que estaba con una chica para llevarme de vuelta a España. Les pedí espacio para poder encontrar qué es lo que yo quería hacer. Apagué mi teléfono y desconecté del mundo. Te sientes la peor persona, mi madre me llamaba llorando, decía que iba a morir destruida por el Armagedón y era algo con lo que yo tenía pesadillas.
Pasamos un año sin hablar, ocurrió un atentado en Londres y mis padres me llamaron para saber cómo estaba. Rompí a llorar porque los echaba de menos, me preguntaban que cómo iba a hacerles esto y entonces decidí hacerles creer que estaba en la religión mientras seguía con mi vida. Eso duró seis meses, era imposible.
Estaba acabando con mi vida, quería hacerles feliz pero yo no lo era y no podía seguir, así que rompimos la relación. Ellos te echan la culpa de que eres tú quien toma la decisión de salirte porque no los quieres, eres una egoísta que solo piensa en sí, que no tienes empatía... Con esa carga emocional sales de ahí.
¿Cuál es el mayor aprendizaje que te llevas?
Elegirme a mí, ponerme como prioridad y poder conocerme. Estuve 22 años a su merced, eligieron por mí incluso qué tenía que estudiar. Cuando quise hacer algo por mí misma siempre se me frenó y por esa espina clavada, hace dos años, creé mi propio club de pádel femenino inclusivo. Aquí todas las chicas son del colectivo.
Lo que yo he sufrido en mi pasado he intentado transformarlo en cómo me gustaría que la gente viva la experiencia de ser quienes quieran porque me he sentido juzgada desde que bebé. Quería montar un espacio en el que cualquier persona se pueda sentir libre y auténtica, ese es mi lema después de haberme mirado tantas veces al espejo y no saber ni como me llamaba.
"Vender la moto de que no vas a tener miedo y que todo va a ir bien, es imposible"
En relación con este punto relacionado con el miedo, Ana Milán en su pódcast La vida y tal contestó que "con todos los gilipollas que hay, que todos los problemas sean que tú estés enamorada de una mujer y ella de ti" a una asistente que le contaba tener ese temor del primer amor sáfico, ¿tú qué le dirías?
Una cosa que yo me hubiera dicho a mí misma cuando me pasó todo esto es que el miedo es inevitable. Vender la moto de que no vas a tener miedo y que todo va a ir bien, es imposible. Le daría la vuelta a la tortilla, aunque es un poco triste que tengamos que pasar por estas situaciones que no son "lo normal" en la sociedad, es necesario quitar todas las capas que te pesan y todos esos prejuicios.
En cuanto a los demás, los comentarios de la gente que van a hacer daño y te van a afectar, hay que dejarlos de lado. Ojalá hubiera tenido a los 18 la valentía que tengo ahora. Me importaba mucho qué pensarían los demás y hacer daño a otros, pero eso no lo vas a poder controlar nunca en la vida, tienes que centrarte. Si lo hubiera hecho antes, habría ganado años de vida.
El presente es lo que cuenta y la prioridad tienes que ser tú, ser valiente no es una opción, es lo único que hay. Dar un paso al frente, es mejor conseguirlo tarde que nunca.
Parte de un colectivo
"Ahora la etiqueta debería ser la palabra 'libre'"
¿Son importantes las etiquetas para sentirse segura?
Las etiquetas van desapareciendo, he visto un progreso en la sociedad. Antes te preguntaban "¿qué eres? ¿bisexual, lesbiana...?", ahora la etiqueta debería ser la palabra libre.
Siéntete libre de poder amar a quien quieras, sea quien sea esa persona. Cada vez hay menos etiquetas, ya no es "tu novia" ahora es una persona con la que quieres estar y punto.
¿Alguna vez te has sentido fuera de lugar en el colectivo, como si no fueses "parte de…" o como si todas supieran algo que tú no?
Al principio, por supuesto, en comparación con la mayoría que había vivido su sexualidad con tranquilidad o sin ser juzgada. Yo tuve que leer mucho... ¡Incluso para tener relaciones sexuales! ¿cómo se hacía eso? No tenía ni idea. (Se ríe).
Empezar a interactuar con chicas era muy complicado. No sabía qué temas hablar, ni cómo celebrar un cumpleaños, y esto con 22 años, cuando las demás llevaban años de experiencia. No había tenido Navidad, ni Halloween o pareja, solo había vivido dentro del círculo de los Testigos de Jehová, un entorno muy casto, y era muy pudorosa.
Todo me impactó al principio, contaba de dónde venía y me sentía protegida, se ponían en mi lugar pero con los años dejé de hacerlo. Ahora hay amigas que se sorprenden al haberlo leído en medios. Ha sido un proceso en el que me he sentido muy apoyada dentro del colectivo de mujeres, más que antes con mi familia o lo que pensaba que eran amigos.
"Dentro de mi pareja nos poníamos los roles nosotras mismas, era lo que la sociedad estaba insinuando y te vas contagiando"
Hablando de mujeres, ¿sientes la relación de dos mujeres está condicionada por los roles de género tradicionales?
Soy la primera que antes marcaba esas diferencias y decía si era más masculina o femenina. Dentro de mi pareja nos poníamos los roles nosotras mismas, pero porque era lo que la sociedad estaba insinuando y te vas contagiando. Con el paso de los años ya no siento eso.
Sí es verdad que sabes quién tiene un poco la energía más masculina por cómo eres o por la personalidad, pero no siento que haya roles. Está muy lejano a nuestra realidad actual.
Lo que hemos sentido mucho más en mi círculo ahora es la bifobia, sí te lo voy a decir.
No es la primera vez que escucho ese comentario, de alguna manera se polarizan los gustos. ¿Ves más libres a las generaciones más jóvenes?
Sí. Veo a mis alumnas de 20 años y vienen pisando fuerte, con otra mentalidad. Ni siquiera preguntan por una etiqueta, dan todo por hecho.
A veces el miedo viene porque te puedan engañar con un hombre, a mis amigas les digo que si no podrían hacerlo igual con una mujer. Qué tiene que ver que sea un tío. En mi círculo tratamos de hacer un trabajo de defensa también hacia las mujeres bisexuales.
¿La mujer es más juzgada o cuestionada respecto a su sexualidad? Con todo este tema de la bifobia, parece que existe más opción a que te engañen con un hombre como si siguiéramos posicionándolo en superioridad...
Siempre se nos cuestiona, pero más fuera del colectivo. Quizás es que yo me muevo en un círculo de empoderamiento de la mujer muy sano, pero no siento que el hombre tenga ese poder con respecto a nosotras ahora.
¿Qué crees que provoca la falta de visibilidad de la mujer dentro del Orgullo o del colectivo?
La idea generalizada es que el pride es para gais. Es la primera idea socialmente aceptada, parece que son los únicos que están ahora mismo y son la parte principal del colectivo. Ni lesbianas, ni bisexuales, ni trans...
Ahora estamos empezando a luchar, un poco, para que se nos visibilice más a nosotras y este Pride 2024 ha sido la muestra. Si te das cuenta, la gente ha dicho "orgullo gay", no LGBTI, lo generalizan así y la primera imagen del evento son 20 hombres...
De alguna manera se está quitando a la mujer el derecho de ser sensibles por la necesidad constante de reivindicar nuestro espacio, ¿también en un colectivo inclusivo?
Tenemos mucho que hacer. Se nos dice que somos las más débiles, no como a los hombres homosexuales que destacan por su personalidad y por tener más medios para avanzar en la sociedad. La mujer está un pasito atrás. Y creo que eso tenemos que vencerlo, las mujeres no somos más débiles ni frágiles pero sí tenemos emociones y sentimientos y debemos seguir luchando en colectivo y en conjunto, no hacer bandos y distinciones entre nosotras mismas.
¿Divide y vencerás?
Creo que deberíamos ir todos de la mano, luchar por nuestros derechos. Al final, lo que es un derecho para una también lo es para el resto.
No podemos seguir diciendo "primero los gais y luego las lesbianas y luego...". Vamos todos en un mismo saco, todos hemos pasado un proceso de reconocimiento, de aceptación, naturalización y normalización. Deberíamos luchar en conjunto y no dejar que se dé esa superioridad. Juntos somos más fuertes.