A tan solo siete años para alzarse con los dos siglos de historia, esta pastelería es ya todo un emblema en la capital. Es preciso remontarse hasta 1830, cuando la familia Agudo fundó la Antigua Pastelería del Pozo en el número 8 de esa misma calle. Años después, el 1930, el local cambio de propietario, entrando los Leal a la escena.
Julián Leal y su esposa, Luisa Antón, una gran cocinera, tomaron las riendas de un negocio que, con el tiempo, se convertiría en toda una institución en Madrid. Jacinto Benavente, gran amigo de la familia, era uno de los clientes habituales. ¡Nadie quería perder la oportunidad de degustar los dulces más famosos!
Pío Baroja, Gregorio Marañón y Jiménez Díaz son otros de los tantos personajes ilustres que recurrían el establecimiento y, aunque ha sido reformado en varias ocasiones, todavía mantiene su mobiliario original. Su visita te permite realizar un viaje en el tiempo con un mostrador de mármol y madera, lámparas de zas y recetas tradicionales.
El legado familiar
Como bien indicábamos al inicio, Julián fue el primer Leal en dirigir esta pastelería. De ahí, pasó a las manos de su descendiente directo, quien lamentablemente falleció a causa de un derrame cerebral, dejando el negocio a su hija, Estrella Leal, quien lleva las riendas del negocio desde hace 30 años.
"Cuando mi padre la heredó nos tuvo un poco al margen, yo creo que quería dividir un poco la vida familiar de la vida del trabajo. Cuando se jubiló del Ministerio, porque él tenía dos trabajos, vio que yo ya era mayorcita, porque tenía 28 años y me iba a casar, y me dijo: 'Oye Estrella, yo creo que ya deberías empezar a venir, ¿no?", explica Estrella Leal.
Sin embargo, lo que en un principio parecía el comienzo de un aprendizaje de la mano de un gran maestro, terminó por convertirse en la toma de los mandos de sopetón y por sorpresa. "Fue muy duro, pero tengo un personal tan estupendo que me ayudaron muchísimo", confiesa la dueña de la pastelería.
"Había muchos que me conocía desde que nací, porque entraban a trabajar de chicos, con 14 años, y se jubilaban aquí. Eso es una ventaja, pero también un inconveniente, porque hacerse respetar e imponer, a veces, es un poco complicado", añade.
Tercera generación al mando
Coger las riendas del negocio familiar no fue nada fácil para Estrella. Además de encontrarse con esta responsabilidad casi sin esperarlo, también tuvo que hacer frente a todo tipo de desafíos.
Primero llegó la reforma integral, porque como consecuencia de su antigüedad no se adecuaba a los requisitos sanitarios del momento. Esto supuso el cierre del local durante un año. Después apareció el Covid, dañando especialmente al sector de la hostelería y, junto a ello, la venta online.
Pero, una vez más, la Antigua Pastelería del Pozo demostró que nada puede con ella y que, pase lo que pase, logrará cumplir su tan ansiado 200 aniversario.
Pese a que a Estrella le gusta poco aconsejar, ya que considera que cada circunstancia es diferente, hace hincapié en la importancia de un buen equipo, tener confianza en uno mismo y estar seguro de las decisiones que vas a tomar. "Nunca se puede estar seguro al 100%, pero por lo menos razonar las acciones y ser consciente de las posibles consecuencias que vayas a tener y asumirlas", señala.
El éxito de lo tradicional
Con productos de lo más variados elaborados en el obrador, el negocio ha logrado mantener la esencia desde sus inicios. ¿El secreto? La materia prima. "Igual que antes no podías conseguir sucedáneos del huevo o de la nata, seguir ahora con esa línea, porque en el producto al final se nota mucho. Ese es el truco", confiesa Leal.
Es precisamente para seguir manteniendo la tradición, que en El Pozo han optado por centrar su producto en 'lo de siempre': "Cuando hemos sacado cosas nuevas, en muy poquitos casos se han quedado. Es el boom del momento. A lo mejor, el público quiere lo tradicional en esta casa y busca innovaciones en otra que seguro que lo hace mejor".
Entre sus propuestas encontramos opciones tan emblemáticas como el hojaldre, uno de los más demandados. A este se suma el roscón y las torrijas de bizcocho, que las hacen todo el año. Y, por supuesto, el favorito de Estrella, los buñuelos, aunque solo están en noviembre.
Con un futuro incierto sobre quién continuará el legado familiar o si este será continuado, la propietaria asegura que no merece la pena pensar en soluciones frente a un problema que aún no se ha dado: "Ya veremos lo que pasa, pero alguna solución habrá".