Carla Nyman, autora de 'Tener la carne'

Carla Nyman, autora de 'Tener la carne' Esteban Palazuelos

Protagonistas

Carla Nyman, autora de 'Tener la carne': "A todos nos habita un monstruo"

La creadora acaba de publicar su primera novela, definida como un "delirio almodovariano sobre el deseo, la feminidad, los celos, el sexo y el amor".

27 noviembre, 2023 02:17

Es una tarde de finales de octubre y en el Teatro Bellas Artes de Madrid se representa La profesora. Suben al escenario Isabel Ordaz y Marcial Álvarez bajo la dirección de Carla Nyman (Palma de Mallorca, 1996). A los pocos días, algo más al sur de la capital, en la Nave 73, se estrena Salomé, una obra de Nyman cocreada junto a Paula Quintana.

Nyman dice de ella misma en su cuenta de Instagram: "Escribo, etc. dirección escénica bbbb fluuuurp glup plof!" y pronto entenderán que es la mejor definición. Desde el 5 de noviembre, tiene a la venta su primera novela, Tener la carne (Reservoir Books, 2023).  

Es una creadora "oscilante", porque, dice, da la sensación de que está "en muchas partes" cuando, realmente, para ella, está "siempre en el mismo sitio", que es "el trabajo, el cuerpo, la abyección; en todo lo que tiene que ver con el deseo, la mujer...".

Reflexiva y generosa, charlar con Nyman es muy fácil. La conversación fluye en una rápida confianza, sin silencios. "Trabajo en temas que me obsesionan desde diferentes áreas, pero no me considero un tipo de creadora muy concreta", afirma sentada en la redacción de Magas, sonriendo todo el tiempo mientras habla de su última obra.

Carla Nyman

Carla Nyman Esteban Palazuelos

¿Cómo nace Tener la carne?

Me interesaba mucho hablar de los celos y también de las relaciones materno filiales.

Me atraen mucho escritoras como Ariana Hardwicke, Samanta Schweblin o Rita Indiana, que trabajan muy bien todo lo que tiene que ver con la estructura familiar y que, además, me parece muy divertido cómo lo hacen: muy raruno, muy oscuro. Mis referentes me han ayudado a generar mis propias obsesiones literarias.

En el caso de las relaciones materno filiales era una cosa puramente ficticia, pero desde el punto de vista de los celos; había una cosa que yo percibía mucho en la sociedad, en la vida pública en general.

¿Qué cosa?

Últimamente hay mucha idea de cancelación, de que los celos se contraponen a la sororidad o al feminismo, cuando, realmente, es contraproducente tener esa visión tan negativa. Tiene algo de sanción, de saboteo a la condición humana porque, al final, los celos no dejan de ser un síntoma de una cosa mucho más compleja. Catalogarlos como algo terrible, malévolo y que está vulnerando la sororidad o el feminismo, me parecía peligroso.

¿Y no crees que sea así?

En narrativa, en novela, en literatura o en el arte en general, es un espacio en el que se pueden generar interrogantes y me apetecía hacerlo acerca de esto. Por eso hablo mucho de ese desfiladero de pensamientos que tiene un personaje, una persona, en torno a los celos. Esta cosa que parece tan malévola o tan oscura... vamos a entrar ahí, vamos a radiografiar y vamos a ver qué pasa.

La literatura y el arte permiten ese espacio de ambigüedad o de controversia subterráneo; yo tengo muchas dudas en torno a todo esto. Esta novela me ha permitido justamente salir transformada, porque he salido con más preguntas que respuestas y eso es lo que me gustaría que ocurriera con los lectores y con las lectoras.

En todas tus obras, incluida Tener la carne, llevas al espectador/lector a lugares incómodos, a lo desagradable, a lo políticamente incorrecto.  

De primeras, cuando se presenta algo que suele resultar, en general, repugnante, como puede ser un fluido, o hablar de la carne o el sexo, etc., siempre genera rechazo. Me interesa trabajarlo desde el humor o desde el extrañamiento porque consigue recolocar ese espacio que tenemos rápidamente asignado a algo terrible, a algo espantoso, a algo políticamente incorrecto.

Tener la carne (Reservoir Books)

Tener la carne (Reservoir Books)

Cuando se recoloca desde otro código, descoloca al espectador o al lector y ya le das el espacio y la posibilidad de entrar. Porque ya se llama su atención desde una cosa raruna, desde lo distinto.

¿Para romper ideas preconcebidas o prejuicios?

Hacerlo desde el extrañamiento permite entrar con ojos casi de niño o de niña, desde una mirada sorpresiva, como si fuera algo nuevo y, a la vez, algo familiar, porque lo estoy redescubriendo. Por ejemplo, el trabajo que tengo con los fluidos es precisamente para redescubrir el cuerpo, ese que llevamos todos los días a cuestas.

Nos resulta muy desagradable hablar de fluidos cuando, realmente, estamos llenos de ellos. Lo encasillamos con etiquetas de 'repugnantes adquiridos'. Es guay ver como al espectador, a la lectora, rápidamente, le da la posibilidad de poder reflexionar e intimar con su propia secreción y de dialogar por primera vez con todo lo que tiene dentro.

Estamos todos los días paseando un páncreas, pero nos da mucho asco. Y es tu páncreas, hay algo de empoderamiento, aunque no me gusta usar tampoco esas palabras, en reapropiarte de tu propio órgano y de tu propio cuerpo. De quitarle esa etiqueta de asco.

La literatura y el arte permiten desautomatizar lo que rápidamente relacionamos con lo repugnante.

¿Consideras que tu obra forma parte de un estilo de 'nueva narrativa'?

En la historia de la literatura, y en la historia general, hay movimiento pendular. En la Edad Media, por ejemplo, se hablaba de una manera rápida, en el sentido de que no había ningún tipo de pudor. Vemos las ilustraciones medievales y hay de todo, se dibujaban secreciones.

Eso ha cambiado…

Dependiendo de cómo vamos pasando de época en época van cambiando los códigos, las censuras, las sanciones, las maneras de concebir la realidad y de ponerle unas etiquetas y unos patrones. Ahora estamos en un momento en el que hay una disolución de la gramática que no solamente se ve en novela, sino en poesía; pero esto ya ocurría, lo que pasa que ahora hemos vuelto y vamos otro pasito más allá.

En el caso de lo abyecto, sobre todo estoy viendo mujeres. Por ejemplo, está Aída González Rossi con el libro Leche condensada que acaba de publicarse en Caballo de Troya. También Andrea Ábrego, que trabaja desde una escritura que habla mucho del cuerpo, de lo abyecto y donde se dinamita o se desmantela un poco la gramática.

¿Por algún motivo?

No es exactamente cuál es la razón. En mi caso, creo que es por una cuestión de choque, de códigos, desde un punto de vista positivo. Quiero decir, si se relaciona el código poético con el código teatral, de estos códigos, de estas etiquetas, aparece algo nuevo. Con nuevo no me refiero a original, porque no creo en la originalidad, pero sí aparece un caldo de cultivo que, de repente, te sana.

¿Utilizas las onomatopeyas para el encuentro de estos códigos? 

En el caso de esta novela, usé todas las onomatopeyas porque al final no deja de ser un monólogo que está, de alguna manera, intentando trasladar la oralidad del personaje, su delirio, todo ese torrente de pensamiento. Y, también, porque no es un lenguaje, al igual que no es una historia o no es un personaje, que esté inscrito dentro de unas convenciones. 

Es un personaje que está totalmente sacado de la lógica común o del Código Civil, está totalmente desatada. Del mismo modo, quería buscar una correspondencia entre el estar desatada de la normalidad con estarlo de la gramática, y hay también una lógica interna; de pronto la manera suya de gramaticalizar su delirio es casi la de un cerebro roto, que está totalmente desbaratado.

¿Qué son los delirios?

No dejan de ser un desfiladero de pensamientos que todos tenemos muchas veces en la cabeza y que, rápidamente, sancionamos. Todo el mundo, en algún momento, ha tenido un pensamiento perverso sobre algo. Pero intentamos esconderlo o borrarlo; es un pensamiento fugaz. 

En Tener la carne he intentado radiografiar esos sentimientos, esos pensamientos primarios que tiene la protagonista. Los llamo delirios porque desde un punto de vista social, desde un punto de vista público, puede parecer algo superdescabellado, pero no deja de ser un pensamiento que todos tenemos.

Escapa casi de lo moral.

Aprovechando que es una novela y estamos en el espacio de ficción, quería olvidarme las categorías de moral y de corrección o de políticamente correcto y decir 'voy a ver qué le pasa a esta persona', y que al final no deja de ser un asunto universal.

Entro en la mente de esta persona y voy a permitirle dialogar con ese monstruo que es o que puede llegar a ser. A todos nos pasa, todos tenemos siempre en potencia un monstruo que quiere ser o podría ser. Y lo que lo que ocurre aquí, a diferencia de lo que debería ocurrir en la realidad, es que ella sí lo ejecuta.

¿Qué parte de ese monstruo es parte o depende de nuestra madre?

En Tener la carne existe confusión entre madre e hija; no queda muy claro dónde está el límite, el corte entre la una y la otra. Como si una fuera la extensión de la otra, el apéndice. Al final es eso, biológicamente somos el apéndice.

Es como si ese cordón umbilical que nos une a nuestra madre no se hubiese terminado de cortar jamás. Unidas como un monstruo de dos cabezas o, como dice Mónica Ojeda, como un organismo que realmente está duplicado. Por eso creo que hay una relación tan monstruosa, tan oscura entre madre e hija.

Y en un cuerpo duplicado que está unido también van a estar duplicadas las culpas, los duelos. Es decir, ellas se tienen que encargar y responsabilizar del duelo o del dolor de la otra porque comparten los mismos sentimientos y eso es muy incómodo de llevar.

A eso se une la sensación que tienen ellas de arrastrar una herencia que, en este caso, es la infidelidad. Como a la madre le han sido infiel, a la hija también le van a ser infiel. Existe una sensación como de culpa y responsabilidad muy fuerte por parte de la madre y la hija. Es una relación complicadísima.

Trabajas mucho desde el monólogo y desde las reflexiones. ¿Te gusta llevar al lector o al espectador a que reflexione y se ponga la primera persona?

Me interesa mucho el torrente de pensamiento de los personajes o de las personas en general, no tanto la relación externa. Ya hay una predisposición a comportarse de una manera muy concreta, porque estamos en sociedad, dentro de unas convenciones.

Por eso creo que trabajo tanto el monólogo, porque es una persona que no está hablando con otra, sino que consigo misma. Hay algo de no quiero que me escuchen porque si me escuchan ya tengo que categorizar mi pensamiento, ya lo tengo que gramaticalizar y que ponerle unas normas.

Si hablo conmigo misma, el único sancionador o autoridad que hay soy yo; las posibilidades son infinitas porque no hay un policía, no hay una autoridad, no hay un juez, el juez soy yo. Y, entonces, de repente se despliega todo este delirio y toda una neurosis, que es lo que sí me interesa trabajar, todo lo que hay presociedad, previda pública.

Carla Nyman, autora de 'Tener la carne'

Carla Nyman, autora de 'Tener la carne' Esteban Palazuelos

En sociedad, ¿tenemos la necesidad de que alguien 'nos sujete'?

Claro, la protagonista en ese sentido no es tonta, sabe encontrar a su interlocutor. En este caso es el juez, pero no le responde. Y, ¿qué pasa si tengo un interlocutor que es un juez, aunque sea imaginario? Me siento avalada o, de alguna manera, autorizada, porque no estoy hablando con un delincuente. 

Hay imaginariamente una sensación de aprobación. ¿Qué ocurre? Como el juez no responde nunca, no hay un poder sancionador, ella se imagina la respuesta. Se lo cuentas a la persona que es buena, la persona que representa la ley, la persona que representa lo correcto, lo que es moral. Pero como no me responde, yo sigo y me justifico en que él es el juez.

Entonces, ¿solos pero acompañados?

Me interesa mucho la experiencia de fusión con el otro, algo que ya trabajé en el poemario y que se trabaja en Tener la carne. Somos seres lingüísticos, me estoy comunicando contigo, sé que voy a recibir una recepción tuya y en eso también estamos viviendo una experiencia de fusión.

A la protagonista de la novela no le ocurre eso.

El caso contrario sería lo que le pasa a la protagonista, que se queda sola hablando o finge que está hablando con otra persona. 

¿Siempre tiene que haber, entonces, un otro?

Necesitamos todo el tiempo del otro, porque, al final, estamos construidos un poco por el él, por la apoyatura del otro. Por la necesidad de encajar. Y me refiero a que tú vienes de una madre, de una familia y vienes con sus deseos, con sus experiencias, que hasta cierto punto es positivo porque ya te está configurando.

En sociedad, cuando te relacionas con la gente, estás encontrando en la apoyatura del otro como un lugar donde descansar. Justamente por esto, porque somos animales gregarios, porque estamos en constante experiencia de fusión con el otro.

Siempre pongo este ejemplo: si yo paso mucho tiempo contigo llegará un punto en el que empiece a mover el móvil igual que tú, y eso está bien porque yo estoy subrayada por la experiencia que tengo contigo, y es una experiencia positiva.

Perteneces al colectivo amor & rabia y, además, a veces trabajas en equipo, como en el caso de Salomé. ¿Qué prefieres si puedes elegir?

Trabajo a gusto en todo, en general, intento ser crítica en ese sentido y y estar en lugares en los que no me autolesione, por así decirlo. Aunque es verdad que, cuando son encargos, tienes que ajustarte a las necesidades del otro y hay un diálogo y un encuentro para buscar un punto de conexión.

No terminas de ser tú y tienes que ir acercándote un poco a las necesidades y a los requerimientos, y también a las obsesiones que tiene el otro. Y buscar ese nexo de unión me parece también interesante porque, al final, el deseo del otro acaba de alguna manera inmiscuyéndose en mi propio deseo y ahí nace algo interesante.

En el colectivo amor & rabia, Lluna y yo tenemos un pensamiento muy similar, me gusta mucho trabajar en equipo y encontrar esas mismas obsesiones y temas, y ver cómo se van construyendo y matizando con el pensamiento del otro. Eso me parece muy interesante y donde me siento verdaderamente yo.

¿Siguientes proyectos?

Busco que esté todo de alguna manera interrelacionado para no sentir que me tengo que dividir constantemente. Por eso decía al inicio que no creo que esté en todas partes, sencillamente estoy en el mismo sitio, pero con diferentes códigos.

Hay un proyecto de obra de teatro que se va a titular Histeria. Todavía no puedo decir mucho más porque estamos en un proceso muy primigenio, pero sí estamos trabajando en esta obra de teatro. Estoy también iniciando una novela, pero bueno, ya veremos qué pasa con ella.