De su mano es posible darle espacio al tiempo y a la palabra, darle su sitio en el espacio. Es un lujo, y hermoso, asomarse a su mundo, en conversación tan delicada y dedicada, en esta tarde de un verano todavía inconcluso.
[La actriz Carmen Conesa: “Atreverse es vital, tanto como no tener ningún sentimiento de ridículo'']
Ahora. Isabel Ordaz (Madrid, 1957) entra en la piel y en la ternura, en la soledad, en el sentido del humor, en la energía y, por supuesto, en las preocupaciones y reivindicaciones de su personaje en La profesora, función del dramaturgo Eduardo Galán, dirigida por Carla Nyman, que disfruta compartiendo escena y combate dialéctico con el actor Marcial Álvarez. El día 6 de septiembre aterrizan juntos en el Teatro Bellas Artes de Madrid, tras una gira nacional.
Antes. Ha encarnado en voz, en alma y en cuerpo, a mujeres reales o de ficción, que han sido crecidas por ella y la han hecho ser mejor y más, dentro y fuera de la escena o de la pantalla grande. Como Lucía, en Chevrolet (Goya a la mejor actriz revelación, 1997), como la actriz / reina Isabel I de Castilla (Premio Festival de Cine de Toulouse) en su segundo largo con Rafael Gordon, como Sta. Teresa de Jesús en la película Teresa-Teresa, o como la maravillosa Winnie de Los días felices, en el teatro. Imposible citarlas a todas.
Mucho antes o al mismo tiempo. Ordaz ha rodado más de una veintena de cortometrajes y, ya lo saben, ha entrado en nuestras casas a través de la pantallita, en series como Pepa y Pepe, o inventándose a 'La Hierbas' en Aquí no hay quien viva, o como Araceli en La que se avecina, entre otras muchas ficciones televisivas.
Aún antes de que pudiéramos leerla. Escribía y ha estado y sigue haciéndolo en presente y casi a diario, dando a luz en el cielo y publicando sobre la tierra poemarios como Flor de alientos, Bonabella o La geografía de tu nombre (Taugenit Editorial, 2022) entre otros, y el libro de relatos Despedidas, que este año cumple diez, de vida.
Isabel nos habla desde la ilusión y el vértigo, de lo esencial y de la palabra como eje vertebral de su existencia.
Quédense aquí y escuchen la voz de una actriz y escritora sensible y personalísima.
La profesora
Hablemos de La profesora, una función divertida que baila con elegancia entre la comedia amable y lo dramático de los temas que toca, entre otras cuestiones la educación pública, su precariedad y dificultades. Y por otra parte, la cuestión de género. ¿Encarar estos conflictos desde el humor, en tono de comedia, conduce al espectador hacia la tolerancia o al menos a la escucha relajada?
¿Cómo ha sido el encuentro con el público a lo largo de la gira por España?
La profesora es una comedia que camina por el filo de la actualidad y aborda problemas contemporáneos. Tras el estreno en Alcalá de Henares y la gira posterior, tenemos mucha ilusión por entrar en el Teatro Bellas Artes, porque Madrid siempre es una plaza especial, aunque, por otro lado, todas lo son. La gira ha sido muy sorprendente, dado que tenemos un material sensible.
La comedia es un género muy difícil y, en este caso, se trata de una propuesta que navega entre el sentido del humor y el dramatismo de los temas que se tratan, y es complicado, en esas aguas, tanto en teatro como en narrativa, pasar de la luz a la sombra.
El espectador ríe y al tiempo acepta la temática, hablamos de la educación pública y, por otro lado, de los adolescentes, es decir, de la enseñanza, que ahora mismo es heroica.
La profesora tiene momentos para la distensión, para la risa y el divertimento, la comedia aparece a través de diálogos muy divertidos y fundamentalmente se da porque los dos personajes son radicalmente antagónicos, lo cual es una de las claves de la comedia, el malentendido.
Y, por otra parte, tiene sus momentos de reflexión, y una mirada hacia la realidad cargada de tolerancia. De haber alguna 'tesis' final de la propuesta - aunque el teatro no debe proporcionar tesis -, sería esa, la de la tolerancia.
Personalmente aprovecho para rendir mi privado y total homenaje a los pedagogos, a los profesores, a los maestros.
Esperamos que se acepte en Madrid tan bien como se está aceptando en el resto de ciudades en las que hemos estado.
Hablemos de los dos personajes que juegan y pelean dialécticamente en escena, ¿quiénes y cómo son esos perfiles opuestos?
Y, en cuanto a los temas que se desgranan en la función, ¿qué cuestiones o emociones comparten y cuáles otras les distancian y enfrentan?
A través de ambos personajes se tocan esos temas que nombras, tanto por mi personaje, América Alcalá, la profesora, como por el otro personaje, interpretado por Marcial Álvarez, que encarna al padre de la protagonista real de la propuesta, Daniela, una adolescente que durante la función está ausente, aunque se habla de ella todo el tiempo, es la desencadenante del conflicto, pero no aparece en escena más que a través de nosotros.
Él es un pescadero, un hombre sencillo y de clase baja que apoya incondicionalmente a su hija, pero no sabe cómo ayudarla y está desbordado por el tema del género; por otra parte, estoy yo, una profesora mucho más intelectual, y precisamente ese contraste es lo que lo hace divertido. También hay un pequeño planteamiento de thriller que prefiero no desvelar.
Se aborda también el tema de la soledad de la profesora, y se toca el tema del bullying, y el tema de la inadaptación de los adolescentes en este momento, socialmente, además del tema de la ruptura de la familia. Y todo eso, no de una manera ligera, pero sí de un modo muy natural. Poco a poco se va mostrando la ternura, la compasión de los dos personajes que, a pesar de las diferencias, intentan ayudarse.
Es decir, asuntos escurridizos porque no hay respuestas. El arte nunca tiene respuestas, tiene preguntas, pero no respuestas, no sé si estarás de acuerdo.
Absolutamente de acuerdo.
Entre ellos hay una voluntad ética y una voluntad de facto de entenderse para llegar a entender a la adolescente. La función es divertida como consecuencia de los diálogos, muy ingeniosos, en esta pelea de estos dos seres que no se entienden para nada, pero que, salvando diferencias, se ponen de acuerdo. Y además entre ellos surge una especie de afecto, amistad, atracción.
Se tratan todas esas dificultades que ahora mismo tiene la enseñanza, como los problemas de atención, y otros conflictos generados porque la estructura familiar ya no existe, ha explotado, ahora hay otra manera de relacionarse, y además están los móviles.
Las motivaciones
Usted ha interpretado grandes personajes. Toda la vida pisando escenarios, una trayectoria vivencial y profesional notoria, un largo camino hacia la excelencia que sigue avanzando y conformándose. ¿Qué factores han de confluir a la hora de elegir un nuevo proyecto y, especialmente, en las producciones más recientes en las que ha participado?
¿Prima la ilusión o el vértigo, las ganas o el miedo? ¿Las personas o el texto? Supongo que ¿son motivaciones que han ido cambiando a lo largo del tiempo?
Todos tenemos un camino y es verdad que el tiempo pasa y al final has hecho 'algunas cosas'. Lo que me sigue motivando, a la hora de elegir un proyecto, por un lado, es que me desafíe de una u otra forma, que haya algo que para mí signifique un poco de vértigo, que me saque de esa zona de conocimientos. Y, por otro lado, por supuesto, el texto, para mí es muy importante. Y el equipo, desde luego.
Inmediatamente antes de La profesora, he hecho una cosa totalmente distinta, una producción del Teatro de la Abadía, Coraje de Madre de George Tabori, con dirección de Helena Pimenta. Una propuesta de Juan Mayorga, que ha sido una experiencia absolutamente reveladora, por la calidad de las personas que estaban, por la propuesta del texto de Tabori, muy especial, abordando uno de los temas más controvertidos del siglo XX, el exterminio judío y el Holocausto. Aquello me interesó en todos los sentidos.
La profesora me interesa porque es una obra escrita con una gran sencillez, pero con un gran sentido del compromiso histórico porque, como te decía, es muy difícil abordar, desde el teatro, desde la cultura, los conflictos actuales, es más fácil irse a Shakespeare. Porque ahora, ¿cómo solucionamos esto que nos pasa? Por eso hay que abrir ventanas.
Eduardo Galán es un dramaturgo notable e interesante que ahora aborda los temas de los que hemos hablado con mucho talento y sagacidad.
Lo que me interesa es, desde la perspectiva de un público contemporáneo, que ojalá sea intergeneracional, ver qué pasa y qué sienten cuando se habla de ellos encima de un escenario, esto es algo que me interpelaba y me provocaba mucho, del proyecto.
El teatro
¿Qué es lo que más ama del teatro o aquello que la une profundamente a la escena?
A mí me parece que el escenario es mágico. Sentir eso que has dicho, el vértigo, la ilusión. Por un lado, me entristece que sea efímero y por otra parte me gusta mucho, porque mañana puedes hacerlo mejor, esa segunda oportunidad que el audiovisual no te permite, eso me fascina, cada día es diferente y siempre vivo.
El cine
Si volviera la vista, o la emoción, hacia atrás, ¿cuáles son las películas que han dejado poso, huella, una luz en su vida?
Con Rafael Gordon he hecho tres películas, dos de ellas inmensas, La reina Isabel en persona, con un personaje, Isabel, altamente conflictivo y dramático, y Teresa-Teresa que, por la manera de rodar de Rafael, que se autogestiona y produce, son dos películas que he estado preparado durante todo un año, entero, tanto una como la otra. Yo he peregrinado, como Teresa, estuve viviendo en un Carmelo. Ella es una cima, y - ¡todos sus libros! -, el Libro de la vida, El castillo interior, o el Libro de las fundaciones, un libro de viajes bellísimo y divertidísimo.
Cervantes ya tenía el castellano hecho, pero es que Teresa lo inventó, como una panadera, y tiene una sagacidad psicológica, de auto observación, impresionante; más allá del estilo que era muy deudor de la época, es de una hondura, una sabiduría, un humor castellano, una socarronería, de una mano izquierda con la Institución, con las autoridades patriarcales… Me ha dejado muchísima huella.
Me interesa mucho la mística, antes ya me había atraído muchísimo San Juan de la Cruz, su Cántico espiritual, podría decir que es lo me llevó a la poesía.
La televisión
Después de los años transcurridos, más de 15, desde sus días en las series que la han hecho popular para el público que la ha conocido a través de la pequeña pantalla, ¿sigue siendo habitual su esfuerzo por demostrar que usted no es sus personajes? ¿Es una labor casi pedagógica que le cuesta, o se ha acostumbrado?
Has dicho la palabra clave, es una labor pedagógica, yo he pasado por diversas fases, sí, han pasado 15 años desde aquello, pero las serien se repiten continuamente y el espectador sigue viéndolas con récords de audiencia. Lo que he ido observando en mí, es que he ido pasando por un cierto fastidio, después por la necesidad de explicar que tengo una trayectoria antes, durante y después de las series. Y luego, señores, señoras, niños, niñas: eso es ficción.
Y ahí es donde entra la pedagogía, yo trato siempre de explicar, porque creo que debo hacerlo, que lo que hacemos es ficción, nosotros somos personas, creativas, que trabajamos con nuestra sensibilidad, nos hemos preparado técnicamente, trabajamos con nuestra imaginación, en el ámbito de la creación y de la cultura, y no somos aquello que representamos.
Yo he sido absolutamente trabada por los medios de comunicación, es decir, la noticia, supuestamente la verdad, ha entrado a ser una condición de análisis en el arte. Pero la verdad nunca tiene nada que ver con el arte. Ahora, ni siquiera tiene que ver, desgraciadamente, con los medios de comunicación.
¿Qué es la verdad? ¿O la verdad trabada por la ficción?
La verdad es un concepto muy escurridizo, y esa diferencia entre la verdad y la ficción - no me gusta decir mentira, es otra categoría moral -, está muy confundido. En el mundo del arte, sobre todo, irían de la mano, como en la filosofía, con otros mundos paralelos, posibles, poéticos, pero que habitan también en ti, como necesidad.
Eso es lo que hace el arte, conducirte de la mano a abrirte la ventana de esa sensibilidad que no tiene nada que ver con lo físico, lo material, y eso es difícil, se ha perdido, es una frontera que se ha venido abajo.
Realidad y ficción están en un lugar extraordinariamente conflictivo, en este momento.
Tal vez, ¿porque estamos viviendo en una época de cierta confusión existencial en lo privado y de sobre exposición pública? Tratamos de ser otro en lugar de ser uno mismo, por ejemplo, a través de las redes sociales. ¿Enseñamos el personaje que nos gustaría ser, o a la persona que realmente somos?
Hay una dramática externalidad, y esas fronteras entre lo privado y lo público que, por otro lado, han sido territorio de reflexión, de filósofos, por ejemplo, que lo han abordado desde diversas perspectivas del pensamiento, pues todo eso, las fronteras, se han borrado, se han caído.
Y es una pena, porque esto no nos hace más fuertes, nos hace inmensamente frágiles, no tienes donde mirar, no hacemos más que buscar desesperadamente la aprobación del otro, lo cual me parece un poquito demencial.
La cultura
Pero hay espacios de cultura, de pensamiento, de búsqueda, en los que reencontrarse con uno mismo y encontrarse con los otros, ¿es el teatro uno de ellos?
Me parece que el teatro es uno de esos espacios, el de la literatura, el pensamiento, la filosofía. En el teatro hay una tridimensionalidad, hay una vivencia real, en directo y en tres dimensiones, los seres humanos están ahí, haciéndolo mejor o peor, sudando la camiseta, y el espectador, claro, alucina, porque es casi como ir al zoo - es una ironía - a ver animalitos.
Pero el teatro no es un zoo, al revés, es una cosa abierta y es la entrega total de los intérpretes, de los creadores, para establecer una comunicación con el espectador, real y humana, y eso es muy bonito.
¿Y la escuela?
Hay que luchar por una escuela que esté abierta a esta recuperación de las personas.
Yo, por ejemplo, en las escuelas quitaría los móviles, me parece que sería un ejercicio extraordinariamente sano, porque si no los quitas ahí, te lo va a quitar el psicoterapeuta al que vas a tener que ir porque estás con una adicción y un mono terribles. Creo que la escuela debía ser más inyectada presupuestariamente, porque es la base.
Ahora tenemos un cambio de paradigma muy fuerte en cuanto a la familia, a las relaciones, y en cuanto a las técnicas aplicadas, no me gusta decir tecnología, porque ahí hay una logía que realmente no existe. A través de las técnicas aplicadas no sabes nada, simplemente tienes información, no tiene nada que ver con el conocimiento ni con la sabiduría, nada, y eso es lo que, al final, será la inteligencia artificial, un derroche de capacidad para acumular información. De eso a que el ser humano esté ahí, en algún lugar, pues no, eres un pavo que te cebas, nada más.
La voz y la palabra
Hablemos de su voz, la voz de la palabra en el cuerpo, en escena, y su voz en la palabra escrita. En su poesía, ¿hay un pálpito biográfico y una dimensión confesional?
Yo estoy con aquellos que decían, desde Machado y sus heterónimos, que la biografía no existe, es decir, que, en la medida en que tú empiezas a crear algo, a intentar que algo viva, de alguna forma, y en este caso desde el lenguaje y a través de la palabra, la biografía no existe.
Hay una transmutación, lo que nace ya se convierte en otra cosa. Evidentemente tú eres tu material, el material memoria, el material imagen / imaginación, el material ético, todos los materiales que habitan en ti, el sentimental, el emocional, y por supuesto el literario, porque vienes abundada o preñada de tus lecturas.
Todo eso se configura en algo que ya es otra realidad, no es una cosa testimonial, biográfica, es una creación, se ha convertido en otra cosa.
Yo soy una lectora compulsiva, la palabra poética, la poesía me ha acompañado siempre, me ha alimentado, me ha ayudado a configurarme.
¿Desde dónde o porqué aparece la necesidad de escribir, de compartir su voz propia?
En un momento determinado, la voz prestada, con la que jugamos los intérpretes, no me era suficiente, y de ahí surge todo y por eso hace mucho tiempo que escribo. Pero es todo inefable, porque se busca la inefabilidad, esa es la gran paradoja, al escribir haces fable lo inefable, y al final transitas y sobre todo te rindes, a la palabra.
La poesía se escucha, te rindes a la escucha de la palabra, tratas de intimar con ella, y eso abunda en una cierta comprensión de qué somos y qué hacemos aquí, o en el sentido de la vida, pero la poesía tampoco tiene que tener un sentido.
Yo busco entenderme, busco. Si tengo un relato, si tengo un verso, tengo paz en mi corazón.
¿Cómo es, en su día a día, su relación con la escritura? ¿Tiene un espacio preciso y precioso? ¿Su silencio es, o no, compatible con el ruido cotidiano? ¿Es una escritura pulsada desde lo pasional o tranquila y ordenada?
Tú, sagazmente, sensiblemente lo has dicho, ahora ya, a estas alturas, trato de ser sistemática, escribo prácticamente todos los días, y como dice el grandísimo poema de Machado, que yo considero un poema perfecto, “hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno”. Esto me inspira mucho, ya no siento la necesidad de decir algo que tienes que decir con muchísima vehemencia. Se trata de que viva la palabra, - ¡que viva!, la que sea.
Yo, en ese sentido, he tenido una evolución que noto en mi quehacer, y sí, ahora es eso, porque ahora queremos decir solo lo que queremos decir. Y sobre todo en poesía, la prosa es otro mundo.
En la poesía tú eres el artífice, estás ahí escuchando atenta a la dramática, a la lírica, a todo, a esa música o no música, pero es la palabra la que dice, hay que dejarla, porque la poesía es asustadiza, la tienes que tratar con delicadeza, o a veces imponerte, es una especie de juego, entre tú y lo que tienes dentro y quieres expresar, una imagen, un color, un sentimiento, un concepto, una idea. Y luego está el cómo lo hacemos, en plural, no es un singular.
Mano a mano, paso a paso, en plural hacia la creación.
Es muy importante en mi vida, la escritura, este trabajo de estar con la palabra. Creo que la palabra está desaprovechada, en este momento no goza de mucho crédito, desgraciadamente, pero es lo único que tenemos, es el gran vehículo.
También es el gran horror, porque basándonos en la palabra nos declaramos la guerra. Pero es nuestro gran vehículo hacia la luz, hacia entender, hacia el entendimiento de lo confuso, lo oscuro, la sombra, lo que no se entiende. Eso es la palabra, la palabra, la palabra, indagar, indagar, indagar. El mar es el mar, pero aparte de ser el mar ¿qué más es?
Es el lenguaje ininterrumpido.
El futuro
Sigamos hablando de lo ininterrumpido, del tiempo que vendrá o se imagina o quisiera. ¿Cómo, dónde y con quién se ve cuando se piensa en el futuro? ¿Siempre cerca del escenario y en la escritura?
Yo, ruego que me acompañe, la palabra, siempre. A mí me sosiega, a lo mejor soy cobarde y necesito esta búsqueda de sentido, hay gente que no lo necesita, a lo mejor es gente muy valiente, se conforma con la nada, yo la nada no la entiendo. La entiendo, sí, pero como un peligro, como una sima, una traición. Existe la palabra y por lo tanto encierra un ente.
La muerte no la entiendo, me parece otra traición, una alta traición, un vértigo de imperfección que no tolero. Es la palabra lo que a lo largo del tiempo y poco a poco me ha ido seduciendo, convenciendo.
Y espero no tener demasiado dolor, y por supuesto que no haya dolor en el mundo. El dolor es un gran enemigo porque te quita toda capacidad de pensar, el dolor acaba contigo, te aliena.
Espero que haya un sosiego que decelere la civilización, que volvamos a tener una relación más serena con el tiempo.
Y me importa la amistad, los amigos, el otro, la cultura del otro que nos enseña que el otro es importante en nuestras vidas y nos cubre.
Ha sido un regalo hablar contigo, Isabel, gracias de verdad y de corazón.
Gracias ti, Beatriz, ha sido para mí un descubrimiento, la charla y tus preguntas.
Oscuro.