Energía en estado puro e incombustible, luminosa, militante de la alegría y profundamente agradecida por estar viva, por respirar. Carmen Conesa (Barcelona, 1960), rompe el día saliendo a correr 12 kilómetros y lo cierra recibiendo aplausos.
Cada tarde de teatro se convierte en la mejor amiga y compañera de aventuras de la actriz Diana Peñalver, con la que protagonizó, hace 32 años, la mítica serie Las Chicas de hoy en día de Fernando Colomo en TVE, y de la actriz Eva Barceló.
Juntas conforman un triunvirato teatral que mantiene el músculo y está en plena forma gracias al personaje de Mónica, que interpreta Conesa en la ficción. Pero también gracias a la extraordinaria persona real que es Carmen, generosa, emprendedora y vital. Un torbellino azul.
Una gran mujer de ayer, de hoy en día y de mañana, intérprete polifacética que despliega su talento como cantante, bailarina y actriz desde hace más de cuatro décadas, en escenarios y platós de cine y televisión.
Licenciada en Bellas Artes, adora los lienzos y pinceles, venera la naturaleza aun siendo una urbanita de larga duración que habita en el centro de Madrid. Ama a sus perros, a su hija, a su novio, el deporte, las comidas y cenas con amigos, y por encima de casi todo, ama navegar.
Porque Carmen Conesa es una capitana que tiene un ancho horizonte por delante, ya lo verán.
En el trío de amigas que protagoniza la comedia Paso a Paso, del autor internacional Peter Quilter, y dirigida por Esteve Ferrer, ¿a qué tipo de amiga y de persona representa usted?
Somos tres amigas maduritas, señoras, pero en realidad son mujeres atemporales. No importa la edad, sino el valor de la amistad entre ellas, y de eso trata la función.
Mi personaje, Mónica, es la columna vertebral de esta amistad, el músculo que las mantiene unidas. Ella es una mujer que se cuida, está muy en forma, es mandona, organizativa, y es la que mueve y activa a las otras dos amigas, que son más pasivas.
La trama de la función se desarrolla a lo largo de una excursión de dos días en homenaje a una cuarta amiga, fallecida.
La que impulsa la iniciativa de salir a caminar y hacer este homenaje, es Mónica. Un personaje que, aparentemente, está por encima del bien y del mal, que liga sin parar, folla sin parar, pero en el fondo carga con una inmensa soledad.
La amistad es el hilo conductor de esta ficción escénica, pero ¿qué sitio e importancia tiene en su vida real?
Creo que la amistad es fundamental, inspiradora e indispensable. El valor de la amistad es lo que te ayuda a vivir y lo que te ayuda a morir. Las parejas van y vienen, pero la amistad siempre forma parte del amor, un amor incondicional porque es puro, no depende de las pasiones.
Yo intento cultivar y cuidar la amistad todo lo que puedo. Por ejemplo, seguir guardando la amistad con las personas que forman parte de las compañías de teatro en las que trabajo y alargarlas lo máximo posible o, por lo menos, hacer un “mantenimiento”, como digo yo.
Llamar de vez en cuando para saber cómo están, no para pedir nada. A mí me encanta cuando me llaman y me dicen: solo te llamo para saber si estás bien.
Otro elemento muy presente en la función Paso a Paso, es la naturaleza. ¿Qué relación mantiene usted misma con la naturaleza, con el paisaje, con su entorno?
En la función, las tres amigas tienen que subir una montaña hasta alcanzar uno de sus picos más altos, esta ascensión es una metáfora de la vida, en la que continuamente estamos subiendo y bajando, intentando conseguir nuestros sueños.
En mi vida, la relación con la naturaleza es absoluta y constante. Aunque vivo en el centro de Madrid, como mínimo tres o cuatro veces a la semana voy a la Casa de Campo o al río, porque hago muchísimo deporte.
Voy a correr por el bosque, hago doce o trece kilómetros cada vez, más otros tantos caminando. En total, unas cuatro horas casi diarias en contacto con la naturaleza.
Si salgo a las diez de la mañana, no regreso a casa hasta las dos de la tarde, es decir, hago una inmersión que, aparte de ser física, para mí es espiritual. Me abrazo a los árboles, hago meditación al lado de ellos, que es donde hay que estar. Necesito vitalmente la comunión con la naturaleza para estar bien, y alegre.
¿Sus amigos o amigas la secundan o acompañan en estos retos casi diarios?
Constantemente impulso y pregunto a mis amigas actrices, o no actrices, para ver quién quiere venir conmigo a hacer una excursión en bicicleta, a navegar, a lo que sea, pero siempre termino yendo con otra gente que no tiene nada que ver, porque la mayoría tienen cosas que hacer o pereza. Suele ser un problema de pereza.
Hacer deporte requiere voluntad. Y exige priorizar la relación de uno mismo con el universo, con el mundo, con el campo. Yo siempre me repito a mí misma una cita de William Blake que dice: “Para ver el mundo en un grano de arena y un cielo en una flor silvestre, abarca el infinito con la palma de tu mano y la eternidad en una hora”.
Los versos iniciales del poema Augurios de inocencia ponen en valor lo verdadero y también lo pequeño. ¿En los detalles, en las cosas pequeñas, está contenido el mundo, el infinito?
Totalmente. Supongo que también es la edad. Lo cierto es que, poco a poco, en la vida, vas resumiendo lo que importa, transitas hacia otro camino, buscas la esencia, o lo esencial, que puede estar en un grano de arena. No hacen falta grandes cosas para ser feliz, o para vivir, y hay que vivir el momento.
Hablando de vida y tiempo, usted y la actriz Diana Peñalver se conocieron y se hicieron populares siendo Las Chicas de hoy en día, y ahora son “las mujeres de hoy en día”. ¿Han mantenido la amistad a lo largo de los años? ¿Han reflexionado juntas sobre todas las cosas que les han pasado o sobre cómo han vivido el tránsito de ser chicas a ser grandes damas?
Desde siempre hemos seguido siendo muy amigas. Sí, hemos hablado y reflexionado mucho, nunca hemos perdido el contacto, y nos vemos también con nuestras hijas. Diana tiene dos, yo tengo una hija de 21 años.
Hablamos de cómo nos ha cambiado la vida, de cómo nos ha transformado el tiempo y las experiencias. Y sobre lo maravilloso que es que eso pase, y lo curioso, no solo físicamente, sino a nivel emocional, experiencial, vital.
Usted es una actriz completa, baila, canta, interpreta, toca instrumentos, ¿pertenece a una generación pionera en España que nos puso al nivel, por ejemplo, de las actrices y actores norteamericanos?
Somos una generación centrada en prepararnos para todo lo que pudiera venir, y tiene que ver con el fenómeno artístico que se empezaba a ver en series o películas como Fama y otras, que nos influenciaron y nos hicieron ver que se puede estudiar baile, canto, y que no todo es la zarzuela o la ópera si no tienes voz para ello, también están los musicales.
Empezamos a ver Jesus Christ Superstar, producciones de Walt Disney, ese mundo de los musicales al que podías aspirar solamente si tenías posibilidades para estudiar, si te lo podían pagar tus padres o si accedías a becas, porque esas escuelas eran y son, caras. En mi caso, mi padre, que era albañil, creyó en el sueño de su hija y gracias a Dios me pudo ayudar a estudiar todo.
Sí, pero aparte de formarse, usted tiene múltiples talentos…
Creo que el talento pasa, necesariamente, por la formación. Todo el mundo tiene muchas más posibilidades de las que cree, y si pudieran ayudarles a estudiar podrían sacar a la luz todas ellas.
Tras 42 años de trayectoria profesional, ¿en qué momento siente que está actualmente? ¿Sigue siendo tan entusiasta de lo que hace como en sus inicios o incluso más?
Intento ser muy consciente de mi presente, del aquí y el ahora, porque creo que es el ejercicio que tenemos que hacer todos.
Hago muchas veces la reflexión acerca de cómo estoy ahora. Y lo sé, sé que estoy en la edad que tengo, en mis 62 casi 63 años. Y también sé que me queda mucho por hacer y ser, por eso mi frase favorita es “lo mejor está por venir”, es decir, disfruto de pensar en que sigo creyendo en la ilusión.
Para mí, perder la ilusión es deprimente, no hay que perderla nunca, hay que incentivarse constantemente, creer en ti y creer también en el ser humano. Si dejamos de creer y pensamos que todo es una birria y una mierda, lo perdemos todo. Hay que pensar que en el fondo del ser humano hay bondad y ganas de intentar hacer un mundo mejor.
Nos queda mucho bueno por hacer, hay que seguir estudiando, cada día, preparándonos y mejorando, pero juntos, a través del teatro, del cine, de la política o de lo que sea. En definitiva, creer que podemos hacer algo mejor, no pensar que lo vamos a hacer peor.
Dentro de este positivismo, que no es ilusorio ni fantasioso, sino militante y activo, tengo mucha ilusión en algunos proyectos.
¿Cómo cuáles?
Soy capitán de barco.
¡No me diga! Qué maravilla.
Hacía ya treinta años que tenía el título de Patrón de Embarcaciones de Recreo e incluso he vivido en mi barco, durante tres años, pero en el confinamiento decidí sacarme el título de Capitán porque, además, tenía muchas ganas de hacer navegación astronómica. Así que ya soy capitana.
Hice las prácticas en Valencia, éramos diez personas, nueve hombres y yo. Eso me dio la idea de hacer un documental de ocho capítulos sobre mujeres capitanas. Actualmente estamos en búsqueda de financiación, y vamos a rodarlo.
Somos cinco capitanas, todas con más de cincuenta años, que navegaremos en un velero Amel Maramu de once metros y medio de eslora, que también tiene algo más de cincuenta años.
¿Qué travesías tienen previstas las cinco capitanas?
Primero haremos la vuelta al Mediterráneo y luego daremos la vuelta al mundo. En cada una de las escalas del Mediterráneo haremos una entrevista a una mujer relacionada con el mar. Iremos expresamente a Marsella para encontrarnos con una mujer que cocina, desde hace más de cincuenta años, en un restaurante solo para marineros, o iremos a Sicilia para conocer a una escritora de literatura marina.
También haremos una entrevista a una farera -solamente hay ocho en toda España-, y así en cada capítulo mostraremos cada una de las singladuras que nos llevarán al encuentro con esas mujeres.
Está claro que está ampliando horizontes embarcada en aventuras ilusionantes…
Sí, así es como me veo ahora a mí misma, intentando dinamizar este documental, en el que hablaremos de cuestiones relacionadas con el mar y sus problemáticas, como la inmigración, las pateras, pero también desde un punto de vista ecológico.
Por otra parte, como actriz, retomamos la gira de la función Reis del món, dirigida por José Martret, que hicimos en el Teatre Principal de Mallorca, en la que también toco el saxo, otra aventura con la que me atreví hace dos años y que me encanta.
Quizá las fronteras o los límites se los pongan otros, pero nunca usted a sí misma, ¿es imprescindible y vital ser valiente para cumplir sueños?
Sí, creo que hay que ser valiente, nunca atemorizarse. El atreverse es vital para mí, tanto como no tener ningún sentimiento de ridículo y, evidentemente, no hacer daño a nadie.
Volviendo a la cita de Blake, ¿cuál es el tesoro escondido dentro del grano de arena, o escrito en la palma de su mano, que la impulsa a levantarse cada día?
Lo que me levanta cada día es la ilusión de un nuevo día, y dar las gracias. Creo que la felicidad es una decisión, y no tenemos derecho a no serlo cuando tienes tantos regalos en la vida. Cada vez entiendo más, que no necesitamos tanto, o nada más que: respirar, poder comer, no pasar frío.
Cada día me levanto dando las gracias por tener salud. Cada día me duele el cuerpo, y mucho, cuando hago deporte, con la edad cada vez más, pero hay que hacerse amigo de ese dolor y doy las gracias porque sigo pudiendo caminar.
Valorar la vida y dar las gracias es lo que me impulsa a querer levantarme cada día.
Y tengo mis perros, mi novio, mi hija, mis cosas, pero nada de todo eso, y todo a la vez, es lo que me impulsa. En el fondo, creo que no necesitamos nada más que nuestra propia soledad alimentada por la parte espiritual.
Si puedo acabar mis días en un barquito pequeño, sola, y en alta mar, también seré feliz.