Emma Vallespinós. Foto: Patricia J. Garcinuño.

Emma Vallespinós. Foto: Patricia J. Garcinuño.

Protagonistas

Emma Vallespinós sobre el síndrome de la impostora: "Somos tontas hasta que se demuestre lo contrario"

En No lo haré bien (Arpa, 2023), la periodista demuestra "cómo aprendimos las mujeres a no confiar en nosotras mismas".

8 junio, 2023 02:37

Emma Vallespinós es licenciada en Humanidades y en Periodismo por la Universitat Pompeu Fabra y máster de Periodismo UAM-El País. Su carrera profesional se ha desarrollado en la Cadena SER, primero en Hoy por Hoy y, en la actualidad, en La Ventana de Carles Francino. Además, colabora en Cualquier Tiempo Pasado Fue Anterior de Nieves Concostrina.

También es la autora de No lo haré bien (Arpa, 2023) dirigido a aquellas 'noloharébienistas'. Mujeres "capaces, preparadas y talentosas que, si pudieran elegir un superpoder, escogerían el de la invisibilidad".

Esas que, según Wikipedia, padecerían el síndrome del impostor –así, en masculino, a pesar de que ya en 1978 se demostró que afecta más a las mujeres–, es decir, "un cuadro psicológico en el que la gente se siente incapaz de internalizar sus logros y sufre un miedo persistente de ser descubierto como un fraude". 

[Los 5 tipos de síndrome de la impostora, según la experta Valerie Young]

En una investigación de las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes, llevada a cabo con un grupo de mujeres exitosas, descubrieron que la gran mayoría desconfiaba de sus propios logros. Además, el pensamiento que compartían todas ellas era que su éxito había sido un engaño y que tarde o temprano se descubriría. Un complejo de inferioridad con el que no nacemos, que no es cuestión de carácter, sino que es estructural y nos lo han inculcado.

No lo haré bien de Emma Vallespinós (Arpa 2023)

No lo haré bien de Emma Vallespinós (Arpa 2023)

Y sí, Vallespinós forma parte de ese no tan selecto grupo. En su caso, ella reconoce el síndrome de la impostora —en femenino— como "una voz que me ha acompañado, sin exagerar, más de media vida".

"A veces, en las fajas nos ponen 'Es un libro necesario'. Este ha sido un libro necesario para mí. Reflexionar, ver qué ha podido llevarme a esto durante tantos años, ha sido fundamental", reconoce Vallespinós en una conversación con magasIN. Un ensayo en el que nos da "una buena dosis de rabia y unas gafas de aumento" para descubrir "cómo aprendimos las mujeres a no confiar en nosotras mismas". 

¿Cuándo te das cuenta de que sufres el síndrome de la impostora?

La primera vez que sentí inseguridad a la hora de hablar en público, no sólo la inseguridad, sino pensar 'Emma, lo vas a hacer mal, no lo hagas', tenía 14 años y estaba en un aula de instituto.

Durante muchísimos años he pensado que era una tara, que era mi personalidad y que había un problema conmigo. Me decía a mí misma: 'Llevas X años trabajando, esto ya tendrías que tenerlo superado, no es normal que te pase'. Es entonces cuando empiezo a escuchar hablar del síndrome de la impostora.

¿Qué significó para ti?

Descubrí que no era una tara y fue muy liberador porque es como en todo, cuando tiene un nombre, cuando existe, sientes 'no es mi culpa, esto existe y nos pasa a muchas'.

¿Y cómo ha sido la reacción de las lectoras?

Muchísimas mujeres me han dicho 'describes tal cual como me siento, llevo años así'. Desde chicas que están empezando en la redacción a mujeres con cargos de responsabilidad que creerías que es imposible que se puedan sentir así.

En el momento en el que nos pasa a tantas significa que no tiene que ver ni con la edad, ni con la experiencia, ni con la personalidad... está estudiado que es algo estructural y que tiene unos matices muy distintos.

El mundo nos ha dicho 'vosotras aquí sois meras invitadas, no tenéis que ostentar el poder, no tenéis cargos de responsabilidad, no sois las jefas, no sois las que mandáis'. Ahora, vernos en ese lugar en el que nunca hemos estado es lo que ha llevado a esta generación de mujeres a padecer una situación que afecta a tantísimas de nosotras.

Enfadarnos, juntas

No lo haré bien recoge cómo hemos aprendido a sabotearnos desde bien pequeñas, algo que, dices, debería enfadarnos para propiciar un cambio. ¿Qué es lo que más te cabrea a ti?

El cómo hemos crecido con unos mensajes en la ficción en los que nosotras no éramos las protagonistas y, cuando los éramos, éramos de segunda. Nuestras historias repetían unos patrones, en general, muy simplistas.

He reflexionado mucho sobre mi infancia, mis padres eran un poco rara avis en esa época. Mi padre no fue un hombre de los que se sentara en el sofá y esperara, sino que estaba muy implicado. Aun así, yo crecí pensando que había unas cosas a las que podía aspirar y otras a las que no.

Me crié en los 80, la tele estaba instalada en el salón de casa y, al final, lo que veía eran siempre hombres haciendo cosas importantes; es normal que nuestras aspiraciones hayan estado recortadas, porque no puedes aspirar a lo que no has visto, a lo que no sabes que existe.

Hablamos de referentes, ¿crees que en los medios de comunicación, en los libros, etc. se está haciendo bien, o por lo menos mejor?

Estamos empezando a hacerlo bien. Hasta hace muy poco, cinco o seis años, no nos sangraban los ojos si veíamos una tertulia en la que todos eran hombres; nos conformábamos. Ni siquiera teníamos la alarma de decir ¿por qué no hay mujeres? ¿Por qué aquí no está opinando ninguna?

Ahora, esto es inconcebible en muchos medios de comunicación. En mi propia redacción no es una cosa que permitiríamos, no podemos hacer la hora de actualidad, que es la primera, por ejemplo, en la que solo haya hombres. Es que nos chirría y no nos parece concebible, porque ahora ya no se puede.

¿Y en el caso de los más jóvenes, como tu hija?

Está empezando la adolescencia, y tengo mucha esperanza en su generación. Hay mucho trabajo por hacer todavía, y hay estadísticas y datos que dan muchísimo miedo, pero ellas ya han crecido en otro mundo. Han tenido referentes y han visto cosas a las que pueden aspirar porque existen. Hablo, por ejemplo, del fútbol. No está todo arreglado, estamos muy en los inicios, pero que haya gente que llena campos para ver fútbol femenino es muy importante.

Antes no pasaba…

Parece una tontería, pero cuando nosotras éramos niñas, el recreo lo ocupaban ellos con su balón y nosotras estábamos en los banquitos sin molestar, hablando de nuestras cosas. Eso está cambiando y es importantísimo. No sé si serán nuestras hijas, pero tengo muchísima esperanza en la siguiente generación. En mis nietas.

Ojalá mi nieta un día diga ¿qué es esta locura de libro?, que lo que cuento le parezca inconcebible. Como cosas que a mí me contaba mi abuela y me parecían una locura. Yo quiero que cuando llegue el momento ella no me entienda, porque su mundo será otro, deseo que sea otro.

Aunque cada vez somos más conscientes, nos encontramos que nosotras mismas no nos ponemos en valor, ni usamos referentes femeninos.

A una mujer no se la juzga solo por su trabajo, sino por cómo lo hace, cómo se expresa, incluso cómo va vestida. Se nos ridiculiza y se nos insulta de una manera muy particular. De hecho, las periodistas y las mujeres políticas somos las que más odio recibimos en las redes, las que más candados acabamos poniendo porque ese odio es muy difícil de manejar.

¿Por qué se producen estas situaciones de odio?

Sobre todo por dos razones. Una, porque hay mucha gente que espera que esto sea una moda, que esto pase; que seamos unas invitadas, que volvamos a 'nuestro sitio' y no salgamos.

La otra, porque somos tontas hasta que se demuestre lo contrario. Esto es así. Lo dice [Rosa María] Calaf muchas veces en las entrevistas: a las mujeres no se nos presupone la capacidad, cada día hay que estar demostrando y, si en cualquier momento haces algo que esté mal, vuelves al peldaño cero.

Se nos ve con mucha desconfianza y, sobre todo, si una mujer llega a un cargo importante dentro de una empresa, las primeras preguntas que despierta son: ¿Cómo ha llegado aquí? ¿Por qué? ¿Qué explica que ella lo haya conseguido?

Como cuentas en el libro, sabemos además que, seguramente, esa mujer se está muriendo de miedo.

A esa desconfianza nuestra, se suma la desconfianza general; no contamos con el beneficio de la duda. De hecho, ser jefa en esta sociedad es muy complicado. Para empezar porque nos da tanto miedo hacer las cosas a nuestra manera que hay una tendencia de querer mandar como ellos, y esa no es nuestra forma de mandar.

Luego, se juzga muy duramente; una mujer y encima joven, aún tiene más sospecha. En un hombre, no. Si ellos llegan a un puesto de responsabilidad es por su valía, su talento. 'Fíjate, tiene 30 años y cuánto vale que ha llegado ahí'. En el caso de que sea una mujer, va a tener la lupa siempre enencima.

O, incluso, por el simple hecho de que quiera llegar.

Claro, es una ambiciosa, una trepa. Hemos crecido aprendiendo a desconfiar de nosotras. La sociedad, el patriarcado, nos ha enseñado que nuestra relación tiene que ser desde la desconfianza, no desde el compañerismo. Ellos enseguida son compañeros.

La ambición está muy mal vista, el querer llegar... si unimos nuestra propia desconfianza, nuestra propia inseguridad, al ambiente hostil, resulta muy difícil lidiar con eso. Es muy complicado.

Das el dato de que las mujeres necesitamos llegar a los 40 para sentirnos seguras. Nosotras estamos en esa edad. ¿Crees que nuestra generación está marcando un cambio en el feminismo?

Empezamos a luchar tarde. Vemos que hemos hecho cosas mal, no nos hemos creído lo que tendríamos que habernos creído. No hemos seguido un camino recto, nosotras hemos tomado muchas curvas, muchos tropiezos, muchos obstáculos. Ellos a esta edad ya están bien situados.

¿Cómo se lo trasmites a tu hija?

Tengo que estar muy pendiente de intentar no transmitir este mensaje a mi hija. Ella al final coge estos mensajes y se ve en el espejo desde esa crítica. Estoy tomando conciencia de no transmitirle que no te puedes poner de los nervios, por ejemplo, que son incluso buen síntoma. Pero hay una diferencia muy grande entre los nervios y este infierno de días previos y de incluso intentar buscar excusas para no hacer algo, escabullirte y huir de las oportunidades.

Es importante que las mujeres que tenemos hijas, ya desde bien pequeñas, no les transmitamos este mensaje. Del mismo modo que intentamos no transmitirles otros en cuanto a su aspecto o la actitud ante la vida, esto también es importante.

Cuando mi hija era pequeña, yo le dibujaba un mundo muy guay, en el que ella podía hacer lo que quisiera, aspirar a cualquier cosa, con esfuerzo y con trabajo. Pero ahora que es más mayor me doy cuenta de que, a veces, al final, caemos en lo mismo: cuidado con quién vas a volver, qué vas a hacer, ten cuidado, no bebas del vaso… Lo que me decía mi madre a los 13 años. Es muy fuerte que sigamos igual y no puede ser, nos tiene que hacer reflexionar mucho. 

¿Y a tu hijo?

Yo tengo niña y niño; en eso soy muy consciente. Hay que educarlos a ellos, no sólo a las niñas, sino a ambos.

¿Crees que los padres de ahora están concienciados?

Yo educo en cosas muy sencillas que hubieran evitado muchos problemas. Educar en el feminismo es importante para todo. No es dejar de hacer cosas, en mi casa somos muy fans de Friends y es evidente que hay muchos machismos. La vemos con mi hijo que, con diez años, dice 'ostras, eso es supermachista, mamá'.

Se puede ver una serie y no ser consciente de las cosas, yo creo que es más importante que las identifique. Que las vea y las reconozca. Tampoco les puedes dibujar un mundo naif que no es el que van a encontrar ahí fuera. Habrá gente que remará a favor y habrá gente muy enemiga también, y ellos sabrán y tendrán las herramientas para afearlo.

Parece mucho trabajo.

Está claro que es mucho trabajo, es nuestro, pero al final somos el 50%. Para que en los libros de historia empiecen a aparecer mujeres hacen falta hombres que quieran que aparezcan, para que en la tele haya roles justos para las mujeres hace falta hombres que quieran que ocupen esos lugares. Tienen que vernos. Nos tienen que ver como iguales para que nos den nuestro espacio.

Las historias de los hombres siempre han sido universales en la ficción, en las novelas, en el cine y, para ellos, nuestras historias son para mujeres. Incluso los dibujos de Peppa Pig. Tiene que haber un cambio de mentalidad, que está empezando ahora. Los datos siguen diciendo que, en general, el porcentaje de hombres que lee a autoras es menor porque consideran que no es para ellos. A nosotras nunca nos ha pasado eso.

¿Es un problema de educación?

Claro, porque los niños no tienen ningún tipo de prejuicio en este sentido. A mí me pasó cuando mi hijo era más pequeño y le apetecía salir al parque con el carrito de la muñeca, la gente me decía ¿le dejas salir? Pero si él ha visto a su padre cocinar, pasearle, cambiarle, bañarle. Entonces, claro que su rol.

Tenemos que ser padres y madres activos, activistas casi, porque es educacional. Los niños, por sí solos, no creen en que hay cosas de niñas y de niños. Eso es alguien que se lo dice, eso es alguien que se lo hace ver así y muy pronto además. Desde muy pequeños ya no nos dan nuestro espacio, ya no quieren que estemos ahí. 

Mensajes que necesitamos que ellos también escuchen pero a los que muchas veces responden con 'no molestes, estamos a otras cosas más importantes'.

Hay hombres con los deditos cruzados pensando 'que se pase ya, que ya cansa'. Es que les cansamos muy pronto, les queda la sensación de penosa pesadez, todo el rato con lo mismo. La mala noticia para ellos es que ya no nos vamos a ir, ya hemos abierto los ojos, ya sabemos que esto no es normal, ya sabemos que necesitamos el mismo espacio.

Creen que les estamos ocupando su espacio, que estamos exigiendo cosas que no nos corresponden. Ahí tiene que haber cambio de mentalidad, no es que sea suyo, es que se lo han apropiado durante siglos y siglos. Pero ese espacio es de ambos.

Se tienen que acostumbrar, va a haber un periodo de adaptación, como en el cole. Cuando den el paso de ver que estamos aquí y no nos vamos a ir, y de que lo nuestro también les tiene que interesar, pero no por una obligación sino poque es interesante.

Seguro que si leen todas estas historias, todos estos libros, todas estas películas, también sentirán que están hablando de ellos, porque también hablan de ellos. Necesitan tiempo, no hay otra que tiempo hasta que lo entiendan.

Lo de la historia

De la misma manera corregir los errores de la historia es algo que sigue sin interesar.

Cito el libro El hombre prehistórico es también una mujer: Una historia de la invisibilidad de las mujeres (Lumen, 2021). Nunca nos hemos planteado que, para nosotras, ellos lo hicieron todo. No pensábamos dónde eestaban ellas mientras ellos inventaban el fuego, la rueda, pintaban las cuevas… ¡Es que también éramos nosotras! Lo que pasa que no había historiadoras, no había ese interés y las pruebas que había en ese momento no distinguían si eran hombres o mujeres.

No es que no hayamos estado en la historia, hemos estado pero nos han borrado. No ha sido un olvido, cuando ya es tan generalizado, no fruto del despiste, es intencionado.

Cada vez que damos un paso hay alguien recordándonos que hay una letra pequeña.

Nos hemos creído esto y eso nos ha causado muchos problemas. Es como en los libros de texto, nosotras no estamos. La diferencia entre hombres y mujeres es abismal y, cuanto más suben los cursos, menos presencia de femenina hay.

Nos queda mucho de picar piedra y de ponernos a su manera de ver muy pesadas, pero es que ya no nos vamos a ir. Hay movimientos como, por ejemplo, el de hace unos años de Seix Barral que publicaron libros de mujeres que habían escrito con seudónimo masculino tachado. O estos libros que hay para que cuentan a las niñas historias protagonizadas por mujeres.

Nos quedan muchos años de reivindicar, de darnos el lugar del que nos han borrado. No es que no estuviéramos, no estábamos esperando. Estábamos ahí, haciendo cosas.