Deborah Calvo, psicóloga clínico-forense: “Conozco la sinrazón del lado más oscuro del ser humano”
La especialista atiende desde su consulta casos de extraordinaria dificultad y asegura que se mete en la mente del asesino: “Les invito a que confíen, a que cuenten y compartan lo más terrorífico que tengan dentro de su cabeza”.
6 junio, 2022 01:30Noticias relacionadas
Deborah Calvo lleva unas enormes gafas de sol en las que cualquiera que sea su interlocutor se refleja inevitablemente mientras charla con ella. Esos dos retratos redondos sobre cristales oscuros son una perfecta metáfora de su trabajo, que consiste justamente en indagar en las dos partes del ser humano: la más luminosa y la densamente oscura.
La doctora Calvo relata de hecho cómo “la psicología me enseñó que lo más interesante de las personas es, precisamente, lo que no cuentan. Lo que piensan, pero no se atreven a pensar, lo que les da vergüenza reconocer, lo que temen. Sus deseos, sus fracasos, su dolor secreto y por supuesto lo que les cuesta confesar. Esa es la materia con la que trabajo”.
Está sentada con sus gafas en una agradable mesa de la terraza del restaurante italiano casero que se encuentra justo debajo de su despacho, que se llama La Nonna di Luigi e Nella.
Estamos en el distrito financiero de Madrid pero de algún modo, la luminosidad del día, las vigas de madera y ladrillo visto, la generosidad de los cocineros, las personas que saludan al pasar, hacen pensar en un barrio: “Llevo 25 años aquí, más o menos los mismos que de profesión”.
Esta neoyorkina de nacimiento, European Certificate in Psychology, se define como una mujer “de ningún sitio” porque viaja constantemente por los diferentes casos de los que se ocupa.
La doctora Calvo, que no tiene una carrera televisiva, aunque podría tenerla, o incluso una serie de televisión propia dado el caso, desarrolla tres ámbitos de actividad, todos en relación a la psicología clínica: la docencia (“que me mantiene actualizada”), la psicoterapia (en su consulta atiende algunos casos de extraordinaria dificultad de infantil y adultos)… y la controvertida psicología forense.
Deborah Calvo levanta un momento sus gafas, mira de frente la carta italiana, elige una pizzeta, pide un vino blanco con un hielo grande, y responde a la cuestión sin dar rodeos. “Sí, yo me meto en la mente del asesino. Les invito a que confíen, a que cuenten. A que compartan lo más terrorífico que tengan dentro de su cabeza, a que me lo cuenten, por muy malo que sea”.
Relata cómo, en más de una ocasión, “un asesino que ha matado, puede acabar confesándolo a nosotros [se refiere a Pericial Corporativa]. A lo mejor ese asesino es esquizofrénico o tiene un trastorno delirante y en muchos juicios se ve cómo hay una ruptura con la realidad, alucinaciones auditivas o visuales que les han invitado a cometer el crimen”, explica subrayando los adjetivos de su descripción.
Relata cómo, cuando comenzó en el ámbito de la psicología forense en nuestro país, “no existía este servicio privado, y mucha gente incluso pensaba que la psicología forense era la psicología de los muertos”.
De los primeros casos que se ocupó “fue uno de un adicto, un toxicómano, cuyo padre era Guardia Civil, sin muchos recursos económicos: finalmente le mandaron a un centro de desintoxicación y recibí en mi consulta un ramo de rosas que, tras muchos años, solo me ha regalado uno igual mi marido. Ahí entendí el nivel de agradecimiento que implican estas situaciones”.
De Nueva York a Madrid
Prometiendo volver a este tema tan impactante, Deborah Calvo explica, haciendo cuenta del pasado, cómo siempre tuvo claro que trabajaría con personas. “Hay a quien se le dan muy bien las máquinas. Hay gente con talento artístico, con vocación de ingeniería,…
A mí, desde niña, siempre me gustó estar entre la gente. Fui popular sin quererlo. Era algo innato, la facilidad para formar parte de la vida de la gente y que la gente fuera parte de la mía”, explica.
En la ciudad de Nueva York [no en vano su despacho tiene un cierto aire diáfano e incluso podríamos decir que neoyorkino, con un curioso patio entre altos edificios] “pasé mi primera infancia. Después, en varios países, en varias ciudades, en varios colegios… Eso me hizo estar orgullosa de ser de ninguna parte.
En un trabajo de colegio, en mi querido México, fue donde por primera vez me topé con Freud y su famoso psicoanálisis. Tan criticado, tan denostado, y tan inevitablemente aplastado por la psicología científica… lo que indiscutiblemente supo transmitir Freud en su obra fue la pasión”, enarbola.
No se considera freudiana, pero este personaje de la historia de la psicología la inspira porque “se equivocó en un montón de cosas, pero sus equivocaciones fueron elegantes, atrevidas y extremadamente polémicas. De hecho, siempre he pensado que el error es un síntoma de libertad. Sin equivocaciones, no habría intentos, no habría aprendizaje, no habría desarrollo.
Creo que fue Einstein, el que dijo que la naturaleza no es más extraña de lo que imaginamos, es más extraña de lo que podemos imaginar. Esa es la radiografía perfecta de la mente humana”.
Para ella, hoy en día “la psicología es una ciencia en la que todo está perfectamente empaquetado en un sistema de clasificación donde agrupamos signos, síntomas y cuadros clínicos. Tenemos que diagnosticar y entendernos entre profesionales de la salud mental, con independencia de que trabajemos en Madrid, en Nueva York o en Tokio. Pero lo que está detrás de todo, es sencillamente, el sufrir humano”.
La formación no acaba nunca...
Aunque valora mucho la formación, admite que “la psicología es una de esas carreras que se aprende después de la facultad. Y no me refiero a la experiencia. Los pacientes están para que les ayudes, no para que lo intentes. Con ‘después de la facultad’ me refiero a la formación posgrado.
En mi caso, cuando acabé la carrera empezó la verdadera fiesta. Me formé en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, donde estuve años aprendiendo técnicas de psicodiagnóstico con el Dr. Pérez-Millán, un histórico de la psicología clínica. Hice innumerables posgrados, en el Hospital de la Princesa, en la Fundación Jiménez Díaz, en el Hospital Niño Jesús y en el Hospital San Miguel…
Trabajé para el servicio de Salud Pública de la Comunidad de Madrid, y con mis primeros ahorros profesionales fuimos a aprender a Palo Alto al Mental Research Institute y a mi querida ciudad de Nueva York a aprender terapia sistémica. La formación no acaba nunca…”.
¿Cuál es la función finalmente de un psicólogo? Para Calvo no debe ser “dar consejos, ni decidir por ti, ni dar lecciones, ni saberlo todo. Un psicólogo se esfuerza por analizar cómo te equivocas, cómo te autoengañas, qué es lo que no aceptas y dónde empezaste a perder el timón de ti mismo. Con todo eso, un poco de suerte y mucha ciencia, tratamos de conquistar aquello que nos hace verdaderamente humanos, la libertad”.
Psicología Forense
Repasa cómo hace ya más de 20 años que en su consulta desarrolla tres áreas de actividad. “La psicología clínica, la docencia, y la actividad forense”. Añade rápidamente [habla a una velocidad sorprendente] cómo “no sé si fue suerte, intuición, o selección natural el hecho de comenzar en el ámbito forense. Pero el hecho es que estas tres variantes de actividad profesional, en mi caso siempre han estado estrechamente conectadas. Empezamos en esto dando clase en un posgrado de psicodiagnóstico, por una atrevida propuesta que hicimos al director del curso”.
Describe cómo “el caso es que empezamos a trabajar haciéndonos cargo de dos asignaturas”, continúa, ”Neuropsicología Clínica y Psicología Forense. Por aquella época, hace más de veinte años, la formación en psicología forense en Madrid era, sencillamente, inexistente. Empezamos tímidamente, como una asignatura periférica, pero la cosa fue tomando peso, mucho peso. Cuando nos quisimos dar cuenta estábamos dirigiendo un posgrado de especialización en Psicología Forense, con jueces, abogados, pediatras, un sinfín de invitados a cada cual más interesante y un montón de alumnos deseando aprender”.
Si en la clínica se trabaja habitualmente “con la depresión, la ansiedad, la psicosis o la adicción”, en psicología forense "trabajamos con el crimen, con el asesinato, con la sinrazón del lado más oscuro del ser humano. Trabajamos por todo el territorio nacional. Y esa es la parte más lúdica de todo esto. Viajes y más viajes. He aprendido a ver España a través de las ventanas por las que nadie quiere asomarse, me refiero a las cárceles españolas. Desde la ya histórica cárcel de Carabanchel, a la Modelo de Barcelona, pasando por Zaragoza, Soto del Real, Alcalá Meco, Extremera, Albacete… Centros de menores de Andalucía, Alicante, Murcia o Ciudad Real… en fin. Toda una experiencia”.
En todos estos casos, tiene “la oportunidad de ver el lado más catastrófico de la conducta humana. La sociedad, que merece todo el respeto de cualquiera que forme parte de ella, se encarga de opinar, de juzgar, de prejuzgar, o sencillamente de creer en esto o aquello. La ciencia se encarga de entender. De intentar averiguar cómo funciona la mente de un violador, un abusador o un asesino. Por ejemplo, hace poco más de un siglo, la sociedad creía saber todo lo que se podía saber sobre la epilepsia. Los epilépticos eran, sencillamente, endemoniados. Afortunadamente hoy tenemos fármacos anticonvulsivantes, sólo porque alguien se permitió dudar y tratar de conocer qué había dentro de un cerebro epiléptico”.
Deja claro cómo, en ciencias de la conducta, “no caben los prejuicios. Nuestro trabajo es extraer información del sistema cuando el sistema ha fallado. La justicia se encarga de diseñar reglas de convivencia, pero la cosa no es tan sencilla como una multa de aparcamiento. Es inútil tratar de comprender a un asesino que tritura cadáveres en una picadora de carne, simplemente comparándolo con lo que tú piensas o sientes. El código interno que rige la perversión de la conducta tiene rincones que la gente sana no conoce”.
Calvo trabaja “en todas las áreas del Derecho que sean susceptibles de un informe pericial psicológico. “Hago incluso autopsias psicológicas”, explica, “personas que ha fallecido y en ese caso se trata ver lo que hay en su historial para poder decir qué ha pasado”. Relata cómo “un informe pericial consiste en una entrevista (entrevista al peritado), pruebas psicométricas, un psicodiagnóstico y las conclusiones del informe y la ratificación del mismo”.
Una parte importante de su trabajo en el área forense es “medir”. Las herramientas de ”psicodiagnóstico y las técnicas de evaluación han avanzado más en los últimos diez años que en los últimos cien. La clave de cualquier ciencia es la medición y gracias a la informática nos acercamos a medir variables que hace treinta años era imposible por ejemplo, el vínculo, la creatividad, la impulsividad, la simulación de síntomas o la personalidad misma”.
Para Calvo, “si queremos avanzar en resolver el maltrato, la violencia, o el abuso sexual, si nos interesa todo lo que duele, tenemos que comprender cómo funciona aquello que produce el daño. Una parte importantísima de nuestra actividad forense es quizá, menos llamativa que las intervenciones penales, pero no por ello es menos importante. Me refiero al Derecho de Familia. Si en Derecho Penal trabajamos con la libertad de las personas, en Derecho de Familia trabajamos con algo, si cabe, todavía más importante: la infancia”.
Infancia y custodia compartida
En su precisa definición, “la infancia es el molde de la felicidad futura. Una infancia feliz no es un producto de lujo, es una necesidad biológica. Cuando un proyecto de familia fracasa, cuando una pareja con hijos se separa, el objetivo no es el bienestar de los adultos, nuestro trabajo es, literalmente, minimizar daños. Claro que hay muchas situaciones donde la separación es, digamos, civilizada. Pero a mi consulta obviamente no llega esa población. A consulta llega el conflicto, el dolor y el resentimiento. Y el problema es que en ese barco que se hunde hay viajeros inocentes y ajenos a los motivos por los que el barco se ha roto”.
Calvo relata cómo “la custodia compartida es relativamente nueva, no tiene tantos años de historia. Consiste en que el menor tenga a ambos progenitores, una semana con uno y otra con otro, quince días o alternando, pero no todos los niños están capacitados para tener esta custodia compartida, y es importante escuchar a los menores, entendiendo que ellos no toman ninguna decisión”.
“La custodia puede ser exclusiva del padre, de la madre o compartida”, continúa, “pero hay que analizar todas las variables, lo más importante no son los padres, son los hijos; los padres se equivocan, porque se creen que los hijos son propiedades, pero no, un niño es un ser humano independiente que tiene derecho a tener un papá o una mamá”, sentencia.
“Si un padre va a hacer daño a un menor, lo primordial es el bienestar del menor. No hablo latín porque soy americana, pero se dice algo como favor filii en latín, ante todo, que el menor esté bien. Hay más víctimas porque una separación es romper un proyecto de futuro, es una frustración, es un fracaso para los progenitores, pero las auténticas víctimas son los niños, porque se ven en medio, se sienten culpables, piensan que sus papás se han separado por su culpa… hay padres que se desentienden y los niños no entienden por qué no quieren estar con ellos… hay progenitores que ponen denuncias falsas (falsos positivos) y luego se descubre…”.
“En definitiva, hay que tener mucha sensibilidad para ser juez de familia”, termina con una reivindicación la doctora Calvo. “Yo pertenezco a una plataforma que lucha por que el juez de familia sea especialista en familia, que entienda de familias, que entienda de niños, creo que eso es esencial, porque no es lo mismo estar en un juzgado de lo social por un accidente que velar por lo más sagrado que tenemos, que son ellos, los niños”.