A Napoleón Bonaparte le han sobrevivido más de 33.000 cartas que arrojan luz sobre sus campañas militares, sus decisiones políticas y su vida personal. Las únicas personas que recibieron misivas escritas por él mismo fueron sus mujeres y amantes. El resto se las dictaba a sus secretarios. Este hecho no es reflejo de una especial deferencia del emperador francés por lo femenino. Durante toda su vida, de hecho, demostró un "profundo sexismo", en palabras de su biógrafo Andrew Roberts, que se puede resumir en la siguiente frase: "No se debería ver a las mujeres como iguales a los hombres. De hecho, solo son máquinas de hacer bebés".
La misoginia achacable a Napoleón es uno de los focos de conflicto que rodean hoy su figura y las conmemoraciones del bicentenario de su muerte, registrada el 5 de mayo de 1821 en la isla de Santa Elena. Las críticas no solo se sustentan en declaraciones y escritos, sino también en su obra política. El artículo 213 del llamado Código Napoleónico establecía que "el marido debe proteger a su mujer, y la mujer debe obedecer a su marido". En aquella Francia de principios del siglo XIX, la mujer adúltera podía ser condenada a dos años de prisión, mientras que al hombre tan solo se le podía multar. Además, a las féminas no se les permitía firmar contratos ni vender nada en los mercados sin el permiso de sus esposos.
En cualquier caso, la vida amorosa de Napoleón fue notablemente intensa. Se enamoró por primera vez de Desirée Clary, una noble que llegaría a ser reina de Suecia, y pidió su mano, pero la propuesta fue rechazada. Esta herida, según sus biógrafos, contribuyó a profundizar el cinismo del corso hacia las mujeres. Poco después conoció a la vizcondesa Marie Josèphe Rose Tascher de la Pagerie, viuda del general maltratador Alexandre de Beauharnais, ejecutado durante el Terror revolucionario, a la que apodaría Josefina. Su compañera más célebre.
Ambos se casaron en París el 9 de marzo de 1796, en una ceremonia civil a la que Napoleón llegó dos horas tarde. Otro dato curioso es que los cónyuges falsificaron su edad, firmando que tenían 28 años, cuando en realidad ella era seis mayor que él. El mejor regalo de bodas para el militar fue el mando del Ejército de Italia, donde dirigiría varias campañas exitosas que lo consagrarían como algo más que un simple general: "un hombre llamado a decidir el destino de los pueblos", según sus —nada humildes— palabras.
Durante las operaciones en Italia, Napoleón envió cartas diarias y apasionadas a Josefina, algunas la misma jornada en que debía librar una importante batalla. "Saltaba de continuo de las declaraciones románticas ('no ha pasado ni un día en el que no te haya amado') a las reflexiones centradas en sí mismo ('no me tomo ni una taza de té sin antes maldecir la gloria y la ambición que me tienen separado del amor de mi alma'), hasta llegar a las quejas sensibleras por la poca respuesta que recibían sus misivas", detalla Andrew Roberts en Napoleón. Una vida (Ediciones Palabra).
En esos primeros compases de la relación, los escritos del futuro emperador destilaban pasión y tímidas alusiones a sus deseos de acostarse con ella en cuanto se produjese el ansiado reencuentro. Se ha sugerido que la "petite baronne de Kepen" a la que se dirigía Napoleón en sus cartas podría ser el sobrenombre de las partes íntimas de Josefina —aunque también la de un perrito faldero—. "Adiós, mujer, tormento, alegría, esperanza, y alma de mi vida, a la que amo, a la que temo, que inspira en mí sentimientos tan tiernos que provocan una naturaleza y unas emociones tan impetuosas y volcánicas como el trueno", le confesó.
En otra ocasión, el corso se despedía así. "Hasta la vista, mi amor, un beso en los labios y otro en el corazón, deseando que llegue el momento en el que pueda estar en tus brazos, a tus pies, en tu seno". Incluso le llegó a pedir que no se asease durante tres días antes de un encuentro para poder impregnarse de su esencia. El problema es que Josefina estaba totalmente entregada a otro hombre, Hippolyte Charles, un teniente de húsares, a quien tuvo la desfachatez de llevarse a Italia cuando fue a visitar a su marido. "No puedo soportar a una amante, y menos aún que tú tengas uno", le dijo cínicamente Napoleón, que al enterarse de la infidelidad había emprendido un romance con Pauline Fourès, la esposa de un teniente de caballería.
Tres meses más tarde, mientras preparaba el golpe de Brumario que le otorgaría el poder, el militar tuvo una "titánica riña" con Josefina. A partir de ese momento, él la dominó como quiso y ella siempre le fue fiel, algo que Napoleón no haría. "Con frecuencia se ha visto a Josefina como a una seductora y una libertina extravagante, además de superficial, pero esa superficialidad desde luego no existió en lo cultural, puesto que tenía buen gusto para la música y las artes decorativas", apunta Roberts sobre la atractiva y afable femme fatale.
Las otras amantes
En apenas una década, con Napoleón ya coronado emperador y triunfando en todos los campos de batalla de Europa, el matrimonio se había transformado completamente. "Eres culpable de celos, ¡estoy encantado!", le escribió a Josefina el 5 de diciembre de 1806 durante la campaña polaca, al pasar las noches enteras rodeado de mujeres. Un mes después, el corso conoció a Marie Colonna-Walewska, una rubia y pálida condesa polaca que se convertiría en la amante más fiel de todas las que tuvo a lo largo de su vida.
El 30 de noviembre de 1809, Napoleón le dijo a Josefina que quería anular su matrimonio. "Tú tienes hijos, y yo no [la emperatriz había contraído matrimonio anteriormente]. Tienes que darte cuenta de que me acucia la necesidad de fortalecer mi dinastía", justificó. A la emperatriz no le quedó otra que acatar los designios de su esposo: salió del Palacio de las Tullerías el 7 de diciembre y no volvió nunca.
Napoleón se casó con María Luisa —su tía abuela era la decapitada María Antonieta— el 11 de marzo del siguiente año. Entre julio de 1810 y septiembre de 1811, durmieron juntos todas las noches. La pasión parecía volver a inundar el corazón del emperador, pero había algo que le carcomía por dentro. "Creo que a pesar de amar a María Luisa sinceramente, quise más a Josefina. Era natural; habíamos ascendido juntos, y era una verdadera esposa, la que yo había elegido (...) Si me hubiese dado un hijo, nunca me habría separado de ella", afirmó más tarde.
Al menos la relación con María Luisa dio el resultado que se perseguía principalmente. El primer hijo (legítimo) de Napoleón, Napoleón François Joseph Charles, nació el 20 de marzo de 1811. En París se había anunciado que si se trataba de una hija se celebraría con 21 salvas, y el de un hijo con 101. El cañonazo número 22 desembocó en unos festejos tan grandes que obligaron a la policía a cortar el tráfico durante varios días.
Napoleón tuvo un número incontable de amantes a lo largo de su vida. También destacan Giuseppina Grassini, una cantante de ópera a la que se cameló en Milán en 1800; la jovencísima Marguerite Weimer, de 15 años, apodada "Mademoiselle George"; Éléonore Denuelle de la Plaigne, una "bella morena de ojos oscuros" de 17 años con la que tendría un hijo ilegítimo en 1806 que se parecía tanto al emperador que, más adelante, la gente se le quedaba mirando por la calle; la actriz Anne Hippolyte Boutet Salveat o Albine de Montholon, la última amante del corso, ya en Santa Elena, con la que probablemente también tuvo una hija que recibió el nombre de Joséphine-Napoléone.