La mujer ha sido representada por el mundo del arte desde el inicio de los tiempos. Muchas de las grandes obras maestras tienen a la mujer como protagonista: Las meninas de Velázquez, La Gioconda de Leonardo da Vinci, Las tres Gracias de Pedro Pablo Rubens, La joven de la perla de Johannes Vermeer...
Las mujeres atraían todas las miradas como objeto pasivo del arte, pero muy pocas se colocaban detrás del lienzo. Por eso, ahora, el mundo del arte intenta visibilizar a las artistas silenciadas en un mundo de hombres.
Hung Liu, sin embargo, agarró el pincel con fuerza. La artista contemporánea que The Wall Street Journal calificó como “la mejor pintora china en Estados Unidos” falleció el 7 de agosto de 2021, a los 73 años, en su casa en Oakland (California). Pero ha dejado tras de sí un legado eterno de retratos que fusionan colores, tiempos y continentes.
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Nació en 1948 en Changchun, al norte de China. Creció durante el régimen de Mao Tse-tung y bajo las influencias de la Revolución Cultural de la época. Fue víctima en primera persona de este régimen comunista cuando su padre fue encarcelado por ir contra la política estatal. Incluso ella fue enviada a granjas de reeducación cuando era niña.
Vivir aquellos tumultuosos tiempos le hizo conocer bien la vida cotidiana de un pueblo que sufría en silencio. Refugiados, campesinos, prisioneros, prostitutas, trabajadores y otras personas comunes aparecen en los murales de la artista, representados en paisajes preciosos para expresar al mismo tiempo la crudeza, pero también la belleza de la condición humana.
En los años 70 cursó sus estudios en el Beijing Teachers College y el Central Academy of Fine Arts, donde finalmente se especializó en pintura mural. Pero su curiosidad y pasión por el arte, que no sólo evoca emociones, sino que también denuncia acciones, le llevó a pedir un visado para continuar su carrera en Estados Unidos en los años 80.
La lente tras la que se coloca para producir sus obras tiene un tinte grandioso, revolucionario y empapado por la cultura china en la que se asientan sus raíces. Aunque el carácter único de sus pinturas radica precisamente en su capacidad por fusionar ambos lados del planeta: Oriente y Occidente.
Tuvo que enfrentarse, como mujer y como artista, a las expectativas culturales que generaba su propio nombre al presentarse, al mundo occidental, como una artista oriental. Empleaba formas de arte estereotipadas de China, como la caligrafía y la pintura con tinta, pero denunciaba problemas fervientemente actuales en los Estados Unidos de la época como, por ejemplo, las dificultades de un inmigrante asiático allí.
Retratos realistas, llenos de color y expresividad gracias a la técnica del goteo y el empape de pintura sobre el lienzo. Se inspiraba en fotografías que ella misma había hecho durante su tiempo en China, fotografías históricas y fotogramas de películas de propaganda. Todo ello acompañado de reflejos naturales que embellecían la obra.
Algunos de sus trabajos más conocidos son los que basó en las imágenes de Dorothea Lange (1895-1965), fotógrafa estadounidense que tuvo una gran repercusión gracias a su obra la Gran Depresión, un documental de tipo humanista que reflejaba las terribles consecuencias que provocó en la sociedad el Crack del 29.
Su trabajo logró ser reconocido en numerosas ocasiones por distintas instituciones de renombre en el mundo del arte contemporáneo. Desde la concesión de la beca del National Endowment for the Arts en pintura hasta el premio Lifetime Achievement Award in Printmaking del Southern Graphics Council International en 2011.
Las obras de Hung Liu captaron la atención y fueron extensamente coleccionadas por grandes galerías como el Museo de Arte Moderno de San Francisco, el MET (Museo Metropolitano de Nueva York) o la Galería Nacional de Arte de Washington.
De hecho, fue la primera artista asiática-estadounidense que la National Portrait Gallery expuso como solista con su trabajo Portraits of Promised Land (retratos de la Tierra Prometida). Una muestra de más de 50 pinturas, fotografías y dibujos que hablan sobre la búsqueda migratoria de una vida mejor en Estados Unidos y en otros lugares.
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"La historia de Estados Unidos como destino para las personas sin hogar y hambrientas del mundo no es solo un mito. Es una historia de desesperación, de tristeza, de incertidumbre, de salir de casa. También es una historia de determinación y, más que nada, de esperanza", sentenciaba la propia artista en 2017.
Fue su último proyecto antes de morir. Durante un año, los afortunados turistas y ciudadanos de Washington D.C. pudieron disfrutar de las creaciones de la artista en un paseo gratuito por el Smithsonian.
Todos ellos quedaron sobrecogidos por el majestuoso mundo al que sus cuadros permiten asomarse, y la transmisión emocional que evocan sus trazos. Estuvo pintando hasta su último aliento.