Tras rendir tributo a México y a Frida Kahlo como "figura emblemática de espíritu independiente" el pasado año, Dior nos invitó a viajar de nuevo con su colección Crucero 2025, presentada en Escocia, este 3 de junio.
Como suele ser el caso, esta elección hace eco a la historia de la casa. En 1955, Monsieur Christian Dior presentó su obra en Perthshire, Escocia, en el salón de baile del Hotel Gleneagles. Para Maria Grazia Chiuri se convirtió, por ende, en una evidencia: su colección fue desvelada en los jardines del Castillo de Drummond, donde recuerdos, inspiraciones y sugerencias se fusionaron para generar formas y bordados.
En esta colección, el unicornio y el cardo, ambos símbolos de Escocia, ofrecen una variación sin precedentes del motivo Millefleurs y se transponen en bordados heráldicos, recordando el savoir-faire de esta técnica excepcional. Se trata de un emblema de Mary Stuart, que se puede encontrar en la obra Embroidering Her Truth: Mary, Queen of Scots and the Language of Power, de Clare Hunter, tal y como lo recuerda Dior.
El tartán, "el único tejido elegante que resistirá a todas las modas", tal y como decía Monsieur Dior, es en el principal protagonista de la colección. De diferentes colores, se relaciona de forma inevitable con Escocia, pero también con estilos tan diferentes como el romanticismo o el punk. Viste trajes, vestidos, trajes, abrigos, pero también calcetines altos, en casi todas las siluetas.
Esta colección es, asimismo, una invitación a adentrarse en los archivos de la casa: las fotografías del desfile primavera-verano de 1955 de Dior se redescubren a través de estampados y apliques en faldas escocesas y chaquetones, como una suerte de montaje cinematográfico. Constituyen objetos de recuerdo clave de la casa.
Los looks fusionan elementos aparentemente opuestos, como el terciopelo y el encaje, que crean siluetas entre pasado y presente. La cota de malla, eco del espíritu guerrero, destaca en un buen número de looks. Maria Grazia Chiuri optó por combinar, a su vez, las transparencias con el faux fur, jugando con los contrastes.
Algunas siluetas presentan mangas exageradamente anchas, vestidos con faldas fruncidas y corpiños resplandecientes de bordados, como tributo de una época pasada. Destacan piezas oscuras e iridiscentes, adornadas con perlas. Los cuellos de encaje iluminan, de hecho, el negro. Y un mapa de Escocia viste íntegramente una silueta.
No se quedan atrás los vestidos concebidos en diversos largos, así como los abrigos XXL, vestidos de capas y capuchas. Las botas de lluvia también destacan, al igual que el icono de Dior, la chaqueta Bar, con botones Brandenburg de terciopelo negro. Este mismo terciopelo brilla en un vestido de noche, cuyo escote ajustado realza su falda oversize.
Acompañado por músicos y la emblemática gaita escocesa, este desfile de Dior nos recordó la capacidad de la casa para unir épocas y culturas. Maria Grazia Chiuri sigue celebrando las tradiciones del mundo a través del arte y perpetrando, por ende, el legado de Christian Dior.