Para entender a Christian Dior, hemos de entender a Christian Bérard. Y viceversa. Es una de las conclusiones que podemos extraer de la obra Christian Dior, Christian Bérard. Joyful melancholy, escrito por la periodista Laurence Benaïm y publicado por las Editions Gallimard en colaboración con Dior.
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En este libro, inmensamente detallado y completado por obras del couturier y del artista, recordamos sus vínculos. En apariencia, todo parece oponerlos: el extravagante y ultrasensible Bébé contrasta con el discreto y misterioso Monsieur Dior. Sin embargo, fue amor a primera vista.
"Todo Dior está en Bérard, todo Bérard está en Dior. Este libro no es una biografía bicéfala: es un meandro en el corazón de una historia atormentada por sueños, afinidades y secretos cosidos en el forro del tiempo que se desvanece", explica Laurence Benaïm.
¿Cómo surgió este homenaje? "La idea de la obra germinó en mí hace mucho tiempo. Era un proyecto que ya tenía en mente, la necesidad de unir a estos dos personajes... quería ir más allá, me fui documentando y quería contarlo. Como siempre hice biografías dedicadas a una sola persona, como Yves Saint Laurent, Marie-Laure de Noailles o Jean-Michel Frank, supuso otra etapa, porque ya no quería escribir otra biografía.
Era una forma de hablar de afinidades, de encuentros. Y se trataba principalmente de explorar este ángulo de visión que me permitió tratar áreas desconocidas. Más que escribir una biografía de uno u otro, me pareció interesante plasmar una complicidad, un intercambio y también una forma de alteridad".
El título de la obra lleva un concepto clave, el de 'melancolía feliz', que levanta tanto dudas como fascinación: "El concepto de 'melancolía feliz' es un oxímoron. Quizá sea una manera de contar cómo estos dos personajes, uno que es el heredero de una funeraria y otro que se definía como 'el modisto de la felicidad' fueron resilientes y pasaron por muchas etapas dolorosas en sus vidas y que, en realidad, la 'melancolía feliz' no solo es suya, sino que también es mía, es mi condición, una forma de ver el mundo.
Nunca podré entender el mundo de una manera total, siempre fragmentada. Creo más en momentos felices que en la felicidad. Es como si la felicidad para mí fuera algo que no se da. Mi estado es una forma de melancolía, pero una melancolía que me da alas para escribir, para ser leída, para maravillarme.
Por eso, reivindico esta oposición, una contradicción. Creo que no hay vida posible sin contradicciones, sin contrastes, sin tensión entre dos mundos que nos preguntan por dentro, que nos hacen humanos y que cuestionamos. Es decir, que una persona que no cuestiona, que solo tiene certezas, es una persona que seguramente esté destinada al odio, a la intolerancia. Una persona que duda es mucho más fuerte porque de sus dudas, hace otra cosa".
¿La naturaleza es su mayor punto de unión? "No creo que la naturaleza esté realmente en el centro de la obra de Christian Bérard, en realidad, es un parisino que desde muy joven estuvo acostumbrado al asfalto o al cortejo fúnebre, pasó algún tiempo en el campo, pero no era tan brillante y florido como el de Christian Dior.
Creo que la naturaleza en el trabajo de Dior es fundamental porque es una fuente de inspiración vinculada al jardín de Granville, a la Villa Les Rhumbs, es fértil. Es cierto que es en la naturaleza donde ha encontrado un encanto que será suyo a lo largo de su historia, incluso en los momentos más difíciles, cuando se ve obligado a arrancar rosales para plantar verduras cuando se encuentra en el sur.
La naturaleza para Dior es inspiradora e imaginaria. Es un auténtico terrícola y siempre ha encontrado en las rosas los motivos para volver a encantar al mundo, como demostró al crear Miss Dior en 1947 y tener a su hermana, que fue deportada a Ravensbrück y se convirtió en comerciante de flores. Hay muchas cosas que conectan a Christian Dior con la naturaleza.
Sin embargo, para Christian Bérard, la naturaleza está vinculada a lo imaginario, a una evocación, a una sublimación, pero que es más del orden del interior, del escenario teatral, nunca hemos visto realmente a Christian Bérard en el campo. Fue alguien que ha participado en todos los estrenos... era el parisino por excelencia".
En los años 30, Christian Dior, entonces socio de la galería Pierre Colle, expuso los cuadros del joven Bérard junto a los de Dalí, Picasso y Matisse. Unos años más tarde, cuando abrió una casa a su nombre, Christian Bérard le prestó su generoso apoyo.
A cambio, el modisto confió a Bérard la decoración de su primera boutique, Colifichets, en la Avenue Montaigne. Christian Bérard le aconsejó decorar este primer espacio con el toile de Jouy, estampado emblemático del savoir-faire francés, que se convertirá en una referencia icónica de Dior.
¿Qué une y separa a los dos artistas? "Si algo los une, es el sentido de lo maravilloso. Si algo los separa, para Christian Dior, es el sentido de la perfección, la exigencia de la alta costura, que es cuestión de milímetros. Mientras que para Christian Bérard, por el contrario, lo importante es el efecto. Es un artífice, juega con la ilusión para construir en el teatro encanto, con la confección de disfraces, sin importar cómo se hagan. Lo importante es la emoción que producen en el espectador".
Pasaron por los capítulos más oscuros de nuestra historia... ¿El arte se presenta como una respuesta a todos los males? "Sí, para ambos está claro que el arte no es una salida de emergencia, sino una revelación. Christian Dior, en un principio coleccionaba, era galerista y enseguida encontró en el arte y en los artistas el sentido de una búsqueda, el sentido de su gusto por la belleza y eso reflejaba su sensibilidad.
Sin embargo, Christian Bérard nació artista. Su manera de expresar el mundo o de sentirlo fue a través de su paleta, sus conocimientos y su vocación, que, por supuesto, se vieron propiciados por sus estudios en Bellas Artes, por su cultura, por su padre, por su educación y por sus vínculos también con otros artistas.
Podemos decir que para Christian Dior, el arte y la moda están unidos en parte por afinidades electivas. Christian Bérard es, desde el principio, un artista. A Christian Dior, precisamente, no le gustaba el término artista para designar a un modisto, se define como un artesano que se preocupa por crear lo bello, el producto acabado, la perfección, etc...".
¿Qué aspecto de su relación sorprendió a la autora? "Lo que me conmueve es que Christian Dior está del lado de la búsqueda de la perfección y Christian Bérard del de la imperfección, que deja estallar los sollozos de la vida, la pintura de la ausencia, etc...
Lo que me emociona es que Christian Bérard, a quien a menudo se presenta como el vagabundo, el marginal, el inadaptado, protegiera en cierto modo a Christian Dior. Lo protegió porque le mostró, a través de sus pinturas, sus playas abandonadas y sus cielos grises, esta pintura casi metafísica de la ausencia... le reveló una parte de sí mismo, todo lo que no se atrevía a expresar a Christian Dior.
Y por otro lado, fue él quien le presentó a su primo, quien lo ayudó, cuando Christian Dior, finalmente, era un aficionado. Había estudiado en Sciences-Po, sido galerista, sus padres no querían que lo fuera... fue él quien lo ayudó a aprender a dibujar.
Creo que ese papel, casi profético, protector al menos de ángel de la guarda, es interesante, porque el dibujo, las acuarelas que realiza Christian Bérard para la creación de la Maison Dior, se parecen mucho a los mandalas. Esta silueta Bar que sobresale como un gigante y supera los 30 de Avenue Montaigne dice que el nombre de Dior sobrevivirá a Dior a pesar de su muerte, ocho años antes que la suya".
¿Cuál es su herencia y su impacto en el arte actual? "Su herencia es, por supuesto, el siglo XVIII, de los Lumière, el neoclásico, es la idea de armonía, del cosmopolitismo y de los intercambios. Creo que es lo que hace que Christian Dior escribe que la moda es un ideal de felicidad civilizada.
Influyen en el arte actual porque siempre ha habido una especie de oposición entre lo figurativo y lo abstracto, entre los herederos de esta cultura clásica, que todavía estaba un poco menospreciada, que se consideraban retrógrada en comparación con los defensores de la vanguardia.
Me parece que hoy, precisamente, a través de artistas como Peter Doig que colecciona Christian Bérard, Claire Tabouret que acaba de colaborar con Pierre Yovanovitch, casi encontramos la esencia y el alma de Christian Bérard que sigue siendo un pintor, al que es importante no solo de descubrir, sino de redescubrir como un artista total, ya que era a la vez pintor, ilustrador, creador de trajes y de decorados para el teatro.
El mundo del arte siempre estuvo resentido de que Christian Bérard lo traicionara para ponerse del lado de los encargos y del teatro. Al igual que cuando el mundo del arte se indignó y condenó al ostracismo Sonia Delaunay o Dufis, por trabajar con fabricantes textiles".
Cabe destacar el vínculo actual de Dior con el mencionado artista Pierre Yovanovitch. La casa presentó este año Dior Maison x Pierre Yovanovitch, "una invitación a la vida tranquila y fácil, con la incorporación de piezas elegantemente refinadas ideadas por el diseñador de interiores. Una serie de objetos esenciales, como bandejas, portavelas, portalápices, baratijas, pañuelos de papel, se revelan en una nueva paleta más oscura, delicadamente realzada con detalles de cuero repujado en colores inéditos".
¿Se pueden considerar a Christian Dior y Christian Bérard como símbolos de la Belle Époque? "La Belle Époque es demasiado restrictiva porque la Belle Époque nos lleva a artistas que no necesariamente trascendieron esta Belle Époque. Me parece que Christian Bérard y Christian Dior encarnan más fielmente el alma del siglo XX e incluso del siglo XXI por redefinir, al defender a través de su profesión raíces, una herencia, una tradición que es irreductible a un movimiento y menos a un movimiento artístico de los albores de la Belle Époque del que se han liberado".
Biógrafa de otro icono del mundo de la moda, Yves Saint Laurent, Laurence Benaïm percibe indudables similitudes: "Lo comento al final del libro, creo que fueron víctimas en cierto modo de la homofobia, nunca se reconocieron en la vanguardia ni en un mundo de conservadores, aunque Christian Dior era más propicio a defender sus tradiciones provincianas.
Pero a la vez, lo que los une es su soledad, su fuerza, su fragilidad y su capacidad de trascender. Atraviesan épocas para iluminar otras épocas y seguir brillando a través de sus obras como lo hacen todavía hoy, sin ser necesariamente nostálgico. Se trata más bien de una actitud ante la vida".
Los destinos de Christian Dior y Christian Bérard se hacen eco y se influyen mutuamente: eran dos cristianos, dos hombres siempre unidos por sus pasiones compartidas, el arte y la belleza en todas sus formas. De página en página, recordamos la verdad de su talento más puro, entre triunfos y dudas, promesas y secretos, para seguir inspirándonos, ahora y siempre.