Hubo un tiempo en el que los turista llegaban a los predios de Gion en Kioto, prácticamente con la novela Sayuri: Memorias de una Geisha debajo del brazo.

[Los retos de la mujer japonesa del siglo XXI: "La sociedad sigue con los roles sexistas del pasado".]

El relato de Arthur Golden publicado en 1997, al ser adaptado al cine - con bastante libertad -, terminó por elevar a la máxima potencia la fascinación hacia esas enigmáticas mujeres, llevando a los foráneos en zapatillas y bermudas como peregrinos a las estrechas calles del llamado kagai, el barrio de las geikos (denominación local extendida en el país para las geishas) y las aprendices maikos.

Tal fue el revuelo generado por esa historia, que estuvo envuelta en diversas polémicas y que a su vez está basada en parte en la experiencia de una ex geisha y en otra a la imaginación de Golden, que el gobierno local activó dispositivos de seguridad frente a las denuncias que iban desde acoso y abuso sexual al hostigamiento.

Con el tiempo no mejoró la situación, intensificada con la creciente avalancha de turistas a Japón. 

Si hoy en día recorres las calles de Gion, a los antiguos carteles tallados en madera de “no tocar” junto a una imagen distintiva de lo que identificamos como una geisha, se le sumó en 2019 la prohibición de ser fotografiadas o de hacerse selfies con multas de hasta 10 mil yenes (unos 70 €) para los osados infractores de la ley.

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Si bien otros realizadores japoneses habían abordado el hermético mundo de las geishas, la película de 2005 dirigida por Rob Marshall y desarrollada en 1929 fue un éxito rotundo en el mundo occidental, con nominaciones al Oscar y otros premios del cine, así como una respetable recaudación de taquilla a nivel mundial.

Más allá de lo puramente cinematográfico,' Memorias de una geisha' fue pues una clara muestra de los efectos que puede tener un filme en el público y en una de las comunidades más tradicionales y misteriosas de Japón. 

La perorata inicial viene a propósito del reciente éxito mundial de 'Makanai: La cocinera de las maiko'.

Tomando en cuenta las casi dos décadas que separan el filme de Marshall de esta serie de Netflix, bien vale preguntarse cómo podemos percibir esta historia desarrollada en la actualidad sobre un oficio milenario alimentado por y enchufado al machismo, y a qué se debe su aceptación a pesar de los fuertes cantos del feminismo.

Amistad incondicional y buena comida

'La historia de Makanai: La cocinera de las maiko' se centra en Kiyo (Nana Mori) y Sumire (Natsuki Deguchi), ambas de 16 años, abandonan Aomori, la localidad donde viven en el norte del país, para ir a Kioto, donde quieren hacer realidad el sueño de convertirse en maikos (aprendices de geikos o geishas), un plan que se dispusieron a ejecutar tan pronto terminaran la escuela. 

“Es como viajar en el tiempo”, exclaman extasiadas ya en pleno Gion admirando a las mujeres que se les cruzan en el camino llevando coloridos kimonos y peinados imposibles, con maquillaje de rostro blanquecino, calzando las tradicionales sandalias de madera okobo (las que usan las maikos).

Las lecciones elementales comienzan ya en la primera entrevista con la jefas de la casa: “Por favor cuiden de mí”, es la forma de saludar de las maikos y geikos hacia esas dos señoras y a las que  hay que llamarles madre y mamá, mientras que a las chicas mayores les tienen que decir hermanas.

“No estamos conectadas por sangre pero somos una familia”, apuntan sonrientes las okaasan (madres), dueñas de la casa. La impresión de “viajar en el tiempo” no se limita sólo al entorno, sino también al estilo de vida, ya que por ejemplo no se les permite el uso de móviles ni ordenadores, y eso ¡en pleno siglo 21 en Japón! 

Pronto Sumire destaca con su talento innato en las diferentes artes que debe dominar una maiko (música, pintura, baile, conversación), mientras que Kiyo se devela como un verdadero desastre en todas. A punto de ser desahuciada y por ende despedida del entrenamiento, Kiyo devela sus habilidades de excelente cocinera, lo cual le permitirá permanecer en la yakata (casa de las aprendices y geikos).

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Tras la partida de la antigua cocinera, Kiyo asume la tarea de la makanai, encargada de la cocina y de hacer la comida para las habitantes de esa casa, por lo que su arte se convierte también en el centro de la historia.

Para esta producción de Netflix, el reconocido director Hirokazu Koreeda (Broker, Un asunto de familia) se basó en el muy exitoso manga Maiko-san chi no Maknai-san, escrito e ilustrado por Aiko Koyama (2016), el cual ya contaba con una serie de anime emitida en 2021 a través de la cadena Corporación Radiodifusora de Japón (NHK). 

Makanai: La cocinera de las maiko se sumerge en la vida diaria de esas mujeres que conforman una singular y exótica familia constituida por personajes bastante luminosos, en apariencia ajenos a todo conflicto, maldad, arbitrariedad o nube negra.

A través de la cotidianidad se develan ciertos aspectos de la vida de las maikos y geikos en la actualidad, del funcionamiento de una yakata, así como de la función de la makanai y su cocina como centro neurálgico de la casa y de las relaciones que se tejen entre ellas.

Pero sobre todo esta serie muestra a lo largo de sus nueve capítulos la inquebrantable amistad entre Kiyo y Sumire. Precisamente la amistad entre las adolescentes fue la clave del éxito del manga. 

“En general la acogida en Japón de Makanai: La cocinera de las maiko ha sido muy buena”, comenta vía email Kuriko Sato, periodista especializada en cine y televisión, “la audiencia la considera una serie hermosa, hasta cierto punto realista, que aunado al aspecto gastronómico con deliciosos platillos de la cocina más popular, la hace muy atractiva.

Además mucha gente ha descubierto detalles, costumbres y ciertas reglas por las que se rige una maiko, que en realidad para los japoneses sigue siendo un mundo misterioso”.

Algo parecido al #MeToo

Persiste pues el hermetismo de esa comunidad creada en el 1600 durante la dinastía Edo, que llegó a contar con alrededor de 80 mil geishas en los años 20 y que hoy en día suma unas 1000, como también persiste la reticencia a los cambios.

A lo largo de su historia se han producido ciertas transformaciones, como por ejemplo en lo relacionado a la edad de las maikos, supuestamente ya no son adolescentes como figura en la serie, pero el velo de las controversias (si son trabajadoras sexuales, si son abusadas tanto sexual como laboralmente, etc), todavía se encuentra intacto.

“Debido a su pasado, el concepto de geisha no tiene una buena imagen en Japón”, aclara Kuriko Sato, colaboradora de los medios nipones eiga.com y Real Tokyo, quien también hace mención a la (mala) imagen reforzada por el cine de Hollywood.

“Aún hoy no sabemos la realidad de sus vidas, y además al constituir un entorno relacionado a aspectos culturales tan tradicionales, nos pone en el dilema de querer proteger a esa cultura pero sabemos que allí adentro hay cosas que no son las más correctas, que nos ocultan detalles y por supuesto siguen negando que las geikos mantengan relaciones sexuales con los clientes”.

Aunque no han faltado las controversias y se hayan levantado voces de protestas, al parecer la mayoría de ellas no fueron los suficientemente ruidosas como para trascender. Pero eso también ha cambiado.

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Durante el primer año de la pandemia, saltó por los aires la polémica sobre el estado de vulnerabilidad de las maikos. Mikako Sawada, autora y ex editora de ELLE Japón, llamó la atención en un artículo sobre estas mujeres absolutamente desprotegidas que por el hecho estar en formación no son consideradas una fuerza laboral, ni reciben ningún tipo de remuneración, por ende durante el momento más álgido del COVID-19, fueron invisibilizadas al registrarse contagios entre ellas.

Pero quizás la polémica más sonada y perturbadora se registró el año pasado cuando Kiyoha Kiritaka dio a conocer su mala experiencia en el mundo de las maikos a través de las redes sociales (@kiyoha_xxx). 

En este caso considerado por la periodista Kuriko Sato como lo más cercano al movimiento #MeToo en el mundo de las geishas, la ex maiko Kiyoha Kiritaka (hoy en el inicio de la veintena) denunció reiterados tocamientos en senos y vulva por parte de los clientes, que la obligaron a consumir alcohol aunque en aquel entonces era menor de edad.

También que sufrió intimidaciones y tratos vejatorios por parte de la madre (la dueña del yakata u okiya), incluyendo una posible venta de su virginidad, además hizo referencia a episodios oscuros experimentados por otras maikos. 

“Me gustaría que consideraras si esto es realmente parte de la cultura tradicional”, interpelaba Kiyoha Kiritaka a los lectores de su testimonio publicado en Twitter el pasado junio, consciente de que sólo rompiendo el silencio podría cambiar la situación porque al fin y al cabo ella no quiere que desaparezca la profesión de geisha, sino que se sanee, reconstruya, se modernice, profesionalice y que se rompa el hermetismo. 

Si pensamos que en efecto la sociedad japonesa es profundamente machista, aferrada a los roles sexistas del pasado, tal como la describía la escritora Mieko Kawakami en MagasIn, queda claro que los cambios no serán inmediatos.

Así mismo Kawakami se refirió al resurgimiento y auge del feminismo en Japón como “pensamientos llenos de sentido común compartidos por unos cuantos y, cuando sales ves que el mundo es completamente distinto”. La realidad dando pues revolcones y golpes bajos.

La de Kiritaka y sus colegas perjudicadas distó mucho de ser la familia feliz e idílica que se retrata en 'Makanai: La cocinera de las maiko'. Entonces, ¿qué efectos en la audiencia, sobre todo en las adolescentes, puede tener esta exitosa serie?

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¿Acaso se desatará la loca fascinación que se vivió con Memorias de una geisha?, ¿Se perpetuarán con esta serie una imagen equivocada, impidiendo la tan necesaria transformación en el seno de esa milenaria empresa?.

“Creo que las mujeres jóvenes de hoy saben que ese no es un mundo puramente hermoso, que detrás de la puerta hay cosas turbias y cuestionables”, apunta Kuriko Sato, “aún así la serie muestra un retrato muy ligero y dulce de la vida de una maiko, muy fiel al manga en el que se basa, y como está dirigido a las generaciones jóvenes, posee un fuerte enfoque hacia el aspecto kawaii (cuqui)”.

Solo queda esperar que la luminosidad y el cuquismo de Makanai: La cocinera de las maiko no ciegue ni empalague, y que al menos se despierte el interés para conocer un poco la amarga realidad de esas mujeres en el lejano Japón.