La maternidad, la presión social por la estética canónica o las dificultades económicas que afronta la mujer son algunos de los temas que aborda la escritora japonesa Mieko Kawakami (Osaka, 1976)en su libro Pechos y huevos (Seix Barral). Una obra donde la autora nos ofrece una extensa reflexión sobre la situación de la mujer japonesa en siglo XXI, y cómo siguen existiendo estereotipos y obstáculos patriarcales en su desarollo personal y profesional.
A través de la historia de tres personajes: Natsu, Makiko y Midoriko, la autora hace un reflejo de cómo afecta la condición de mujer en el Japón contemporáneo, con unos diálogos extensos y cotidianos donde se muestra una realidad dura y actual que ha cautivado tanto a Elena Ferrante como a Haruki Murakami. Un fenómeno literario internacional que nos permite viajar al Tokio más humano y que muestra un abanico social complejo en el que la mujer sigue en una condición precaria.
La historia comienza cuando Makiko viaja a Tokio para visitar a su hermana Natsu. En su visita le confiesa que es incapaz de aceptar los cambios de su cuerpo después de dar a luz, y su obsesión con una cirugía de aumento de pecho que no se puede permitir. Mientras tanto, su hija Midoriko, de doce años, vive paralizada por el miedo a la pubertad que se aproxima. Por su parte, Natsu tiene treinta años, es aspirante a escritora y decide acudir a un banco de esperma para poder ser madre, aunque ello le haga plantearse conflictos éticos.
¿Qué te ha impulsado a escribir Pechos y huevos?
En la época en que empecé a escribir, estaba con una novela corta que contaba sólo con tres personajes: Natsuko, Midoriko y Makiko. Unos diez años después, en 2019, pensé que quizás ya había llegado el momento de retomar aquella novela corta y de poder tratar la historia con una mayor profundidad. Las dos obras únicamente tienen en común los personajes y el planteamiento y Historia de Natsu (Pechos y huevos) nació desde el principio como una obra en sí misma.
Fue muy divertido ir incluyendo relaciones familiares, telones de fondo, detalles y descripciones de escenas en el relato. Tenía la sensación de que las tres mujeres protagonistas de la novela corta me decían: “¡No has escrito bastante sobre nosotras!”, “¡Obsérvanos mejor y trata con más profundidad sobre lo nuestro!”. Estoy realmente contenta de haber podido escribir sobre su vida.
A través de las conversaciones entre Makiko y Natsu conocemos vivencias, situaciones y estereotipos que rodean a la mujer japonesa, ¿crees que se habla con realismo de los problemas que aborda la mujer en Japón en la literatura actual?
En Japón hay muchas escritoras que despliegan una intensa actividad literaria. En la época en que empecé a escribir, las obras que tenían como temática el cuerpo y la psicología femenina en su gran mayoría giraban alrededor de aspectos de la identidad presentes en el amor sexual. Creo que el objetivo era estudiar la relación del cuerpo y la mente de las mujeres con otra persona. Pero en lo que se refiere a este aspecto, para mí el cuerpo humano era únicamente eso y poseía alteridad, de modo que creía que sólo por el hecho de escribir exhaustivamente y al detalle sobre un cuerpo que no perdura ya escribía sobre las mujeres.
Además, junto con el interés por las cuestiones de género, yo tenía una fuerte tendencia a intentar comprender la existencia de las personas y de las palabras bajo un aspecto filosófico. Qué significa, para empezar, la existencia de las cosas. Qué relación se origina entre las palabras y la existencia. Cuando era una niña que ni siquiera imaginaba que algún día escribiría, esta relación ya estaba en el centro de las cosas.
Das voz al machismo que atraviesa a la sociedad japonesa. Desde el budismo hasta aspectos superficiales como las exigencias estéticas (blanquitud, delgadez...), ¿qué problemas crees que necesitan tener un foco mediático con urgencia en cuestiones de género?
Estos últimos años, con el movimiento “Mee Too” y el resurgimiento del movimiento feminista, pensar en los derechos de las mujeres se ha convertido en algo común. Muchas revistas femeninas sacan ediciones especiales, muchos escritores escriben obras en las que plasman sus ideas e inquietudes. Sin embargo, estos pensamientos llenos de sentido común sólo son compartidos por unos cuantos y, en cuando sales un paso hacia fuera, ves que el mundo es completamente distinto.
Por mucho que las mujeres se enorgullezcan de sí mismas y consideren importante no abandonar sus trabajos y seguir en contacto con la sociedad, la sociedad actual sigue basándose en los mismos roles de género sexistas del pasado y esto hace que todas acaben exhaustas ante esta discordancia.
Ha eso se suma la situación precaria de algunas clases sociales...
Sí, más allá de cuestiones de género, en Japón hay una pobreza severa. Con unos salarios que no han subido en treinta años, las jóvenes generaciones ni siquiera pueden imaginar tener un hogar cuando sean adultos. ¿En qué consiste la felicidad? Eso no es algo que dicte la moda, ni siquiera se puede decidir mirando el rostro de alguien: es algo que difiere de una persona a otra. No se puede deslindar la estructura social de las elecciones individuales y quiero que la educación obligatoria asuma la importancia de que cada uno posea su propia individualidad y de que no fomente la tradicional simpatía japonesa hacia la imitación. Creo que una conciencia crítica e individual puede cambiar la sociedad.
Has comentado en otras ocasiones que en tu sociedad el patriarcado funciona como religión, ¿por qué?
Hablando de aspectos concretos, en Japón, al casarse, una mujer es desposeída de forma casi automática de su apellido y pasa a ser llamada por el apellido del marido. Este país no reconoce la diferencia de apellidos entre los cónyuges aduciendo argumentos tan absurdos y faltos de fundamento como que esto puede romper los vínculos familiares. Además, la mujer no puede adquirir la píldora libremente cuando lo desea. La razón que se esgrime es que provoca desorden sexual. Es el colmo del absurdo.
No se prescribe ningún medicamento para el aborto e incluso ahora se sigue con los legrados, un método que entraña dolor y peligro. No dejar usar la píldora, ocasionar sufrimiento es misoginia hacia mujeres que desean poseer su propia individualidad, conciencia de castigo. En este país, el cuerpo de las mujeres lo controlan los hombres. Hay muchos, muchísimos casos concretos, tantos que si continuara citándolos no podría separarme del ordenador durante tres días.