El principio del siglo XX fue un momento apasionante. Se insufló en España un aire de modernidad que internacionalizó la filosofía y la literatura que anteriormente cabeceaba débilmente dentro de nuestras propias fronteras. Se puso en valor el pensamiento. Creció el número de tertulias. Se enterraron las palabras barrocas en favor de un lenguaje que fuera entendido por todos y que se escribía para todos. Se hablaba de sentimientos. De injusticias. De lucha de clases.
[Cuando quitarse el sombrero era un acto de rebeldía (y de valentía)]
Ese es el escenario histórico y social en el que despuntó la generación del 98, un grupo de pensadores que abrieron la bisagra de España hacia el mundo y del que mamaron muchas de las generaciones tan apasionantes que vinieron después (las del 14, del 27…).
Fue la edad de Plata de la literatura española, marcada en la historia por el desastre de la guerra de Cuba que recubrió de un profundo pesimismo –pero también de un ansia de regeneración− la escritura de sus principales autores.
Pero, ¿quiénes fueron esos autores? ¿Los conocemos a todos? ¿De verdad? ¿O solo a la parte masculina de ellos?
Para responder y responderme a mí misma a esta pregunta, puse en marcha Lo que yo iba escribiendo. Las mujeres de la generación del 98 (Carpe Noctem). Un ejercicio de memoria histórica sobre los orígenes del feminismo en España y sobre el conjunto de mujeres que vivió, creó y peleó por un mundo mejor al lado de los grandes hombres del 98.
Desaprender lo aprendido
Como muchos otros estudiantes apasionados por la literatura, cuando era una niña me enamoré de esta generación. Leí a Antonio Machado, a Valle-Inclán, a Unamuno y ellos fueron los que me hicieron descubrir que el arte es aquello que nos hace entender y sentir el mundo. Los leí a ellos y nunca me pregunté si había un ellas.
Hace unos años que se escuchan debates sobre si el canon, es decir, aquellos títulos o autores que se consideran lo suficientemente “geniales” como para que pasen a las generaciones futuras, ha sido lo suficientemente justo. Si no ha perpetuado unos criterios frente a otros. Y, con estas sospechas en la cabeza, un día llegué a las escritoras del 98.
¿Y si hubo también escritoras o pensadoras tan importantes como aquellos hombres que me habían hecho amar la literatura? Ahora sé que sí. Pero en aquel momento fue un verdadero descubrimiento encontrar a estas siete mujeres. Siete mujeres que salían en prensa igual que ellos. Siete mujeres con ejemplos de vida y obras realmente de película.
Hablo de María Lejárraga, Carmen de Burgos, Sofía Casanova, María de Maeztu, Carmen Baroja, Belén de Sárraga y Regina de Lamo. Y lo primero es el deber de dejar por escrito sus nombres para que no se olviden.
Su vida, como digo, fue fascinante. Una de ellas escribió en la sombra guiones para Hollywood. Otra fuera reportera de guerra en algunos de los conflictos bélicos más importantes del siglo XX. Otra vivió y defendió abiertamente y con honestidad su lesbianismo en el Madrid de la Segunda República.
Y todas ellas crearon una obra singular y de pensamiento profunda, marcada por los mismos marcos históricos que la de sus compañeros de generación, pero además, y como no podía ser de otro modo, muy centrada también en las limitaciones que la sociedad las imponía en cuanto mujeres.
Siendo así, ¿por qué cuando se habla de la generación del 98, los libros abordan exclusivamente nombres masculinos?
Una genealogía femenina
Con Lo que yo iba escribiendo he querido poner en valor la vida y la obra de estas mujeres que redactaron novelas, ensayos, obras teatrales, poemas y artículos, pronunciaron conferencias, fundaron organizaciones y lucharon por su voz y sus derechos.
A través de fragmentos de sus propios escritos, cartas y declaraciones públicas, este ensayo reivindica un legado que hoy, en pleno auge de las luchas feministas, está más vivo que nunca. Un trabajo con el que, además, quiero contribuir a romper con lo que Luna Miguel ha descrito, en el prólogo a Matar al ángel del hogar, como "la imagen de la fémina que escribe como hecho único e irrepetible, como una gracia singular de la naturaleza o genio que solo pudiera nacer milagrosamente, de siglo en siglo, de continente en continente, sin conexión, tradición o genealogía entre sus nombres".
Estas autoras forman parte de la genealogía de todas las mujeres que escribimos hoy en España. Y por eso estoy orgullosa de contribuir a que su obra y su vida se (re)conozcan, y a luchar para que puedan ocupar, en un nuevo canon, el lugar que por méritos les corresponda.