Mujer en una pradera

Mujer en una pradera Pexels

Estilo de vida

El impacto del 'slow living' en la vida moderna: cómo tomarse un respiro en el caos cotidiano

Este movimiento es una mirada divertida a la filosofía de desacelerar la vida, que invita a recuperar la paz interior y disfrutar de lo esencial.

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Vivimos en un mundo acelerado. Perseguimos la eficiencia sin descanso. Y sin darnos cuenta, en medio de este frenesí, nos encontramos atrapadas en una sociedad dominada por la urgencia, donde reina el hacer más cada vez en menos tiempo. 

La frase "el tiempo es oro" ha calado tan hondo en nuestra cultura que ya ni siquiera nos detenemos a preguntarnos si, al perseguirlo, estamos dejando escapar algo primordial: la felicidad. Lo que sea que queramos, lo queremos ya mismo, de inmediato; porque, al fin y al cabo, vivimos con el miedo constante de no desperdiciar ni un segundo, por si este fuera el último.

Así, este ritmo vertiginoso, lleno de hiperaceleración, se ha convertido en una necesidad, pero también en una gran carga. La sobreestimulación, el burnout, el estrés crónico e, incluso, problemas de memoria y concentración, son solo algunas de las consecuencias tangibles de vivir a la velocidad de la luz. Y nuestro subconsciente lo sabe. 

Por ello, en los últimos años, ha emergido una corriente que propone lo contrario: el slow living. Su lema: "Hacer menos para vivir más". 

Qué es el 'slow living'

No se trata de una simple tendencia, sino de una respuesta profunda al estrés que caracteriza nuestras vidas. En lugar de apuntar a vivir en piloto automático, este enfoque invita a reducir la velocidad para aprovechar al máximo lo que realmente importa. 

Originada en la década de 1980 y respaldada por movimientos como el Slow Food en Italia -donde se enfatizaban las técnicas tradicionales de producción de alimentos en contraste con la comida rápida-, esta filosofía busca resistir la cultura de la inmediatez.

Esto es, enfocarse únicamente en el momento y priorizar los hábitos que fomenten el propio desarrollo integral de cada uno. Caminar sin apuro, descansar sin sentirse culpable, comer sin prisa, disfrutar del tiempo en familia… En resumen, vivir de manera más consciente, con foco en lo que hacemos, y no en lo que dejamos de hacer.

Ya en la Antigua Grecia, el filósofo griego Epicuro nos enseñó a disfrutar del placer estático, ese placer simple que proviene de tener lo esencial, disfrutar del ahora, y de no perseguir constantemente deseos vanos. Porque, ¿cómo podemos disfrutar de la satisfacción si ya estamos ocupadas persiguiendo el siguiente placer? 

El pensador chino Lao Tzu, en Tao Te Ching, también hablaba de la importancia de seguir el ritmo natural de la vida, en perfecta armonía con la naturaleza. Para ello, creó el concepto Wu Wei -traducido como acción sin esfuerzo o no acción- que resumía en sí mismo como "el logro no requiere velocidad". 

Arthur Schopenhauer refutaba dicho pensamiento en su ensayo La sabiduría de la vida, criticando así que el perseguir constantemente objetivos y deseos nuevos nos impide experimentar la verdadera felicidad, y nos relega a sentir aquellas "ilusiones" que confundimos con ella. 

Mujer tomándose un café.

Mujer tomándose un café. Pexels

Vemos, por tanto, como a lo largo de la historia muchos filósofos han insistido en que la felicidad no está en el constante movimiento, sino en la quietud, la simplicidad y la reflexión. Es por esto por lo que, lejos de ver la calma como una pérdida de tiempo, los seguidores de este estilo de vida abogan por darle valor a la intencionalidad. 

Aunque adoptar esta filosofía puede parecer un lujo en contextos urbanos donde las demandas laborales y sociales son altas, no es imposible ni contraintuitivo. En un mundo protagonizado por las multitareas es fácil perderse. Pero aquí reside el truco: la calidad prevalece sobre la cantidad.

La clave está en practicar consciencia plena en nuestras actividades cotidianas para transformarlas en una experiencia de calma y conexión. Deberíamos disfrutar incluso de aburrirnos.

Vivir rápido puede ser sinónimo de estar siempre ocupada, pero estar ocupada no es lo mismo que ser feliz. Al reducir la velocidad, la vida se vuelve más rica, más significativa, y los momentos cotidianos adquieren un valor que antes nos parecía invisible.

Cómo implementarlo

Reducir el ritmo no significa desconectarse por completo de la realidad, pero sí hacer ajustes que nos permitan saborear cada experiencia con mayor conciencia. Aquí algunos pasos para empezar:

  1. Simplificar tu horario: Aprende a decir que "no" a compromisos que no se alinean con tus prioridades. El mito de la multitarea solo nos mantiene absorbidas en una rueda de pérdida de productividad. Esto permitirá que tu tiempo esté dedicado a lo que realmente te importa.
  2. Desconectar de las pantallas: Haz pausas regulares en el uso de la tecnología. Desactivar las notificaciones y pasar menos tiempo en redes sociales te ayudará a ser más consciente de tu entorno y de las personas que te rodean. En línea con la filosofía taoísta, conectarse con la naturaleza es otra forma efectiva de desacelerar, y nos ayuda a sentirnos más centradas y tranquilas.
  3. Vivir en el presente: La atención plena o mindfulness es clave para disfrutar de cada actividad sin distracciones. Comer, caminar, leer, o incluso descansar, son actos que se disfrutan mucho más cuando los hacemos sin prisa. No por rutina.
  4. Redefinir el tiempo libre: No veas el ocio como algo que debes "completar" con actividades productivas. Disfruta de tus pasatiempos, de un paseo al aire libre o de un simple café, sin tener en mente la próxima tarea.
  5. Aceptar que menos es más: En lugar de abarrotar tu agenda con compromisos, dedica tiempo para ti mismo, para descansar, para crear y conectar contigo y con tu alrededor. Es decir, respeta tu tiempo libre y disfruta de tus momentos de ocio sin culpa.
Pareja en el campo.

Pareja en el campo. Pexels

Al adoptar el slow living como forma de vida, podemos comenzar a desafiar las normas culturales predominantes. Sin duda alguna, esta tendencia invita a reflexionar sobre el impacto de nuestras elecciones diarias y a adoptar un ritmo más pausado que priorice lo esencial: el presente, la calma y la intención consciente como una respuesta integral al estrés del mundo moderno.

Al final, lo que realmente buscamos todas y cada uno de nosotras es el equilibrio, la paz interior y una vida más rica en experiencias reales. Y eso, de acuerdo con el movimiento slow, es algo que solo se puede encontrar cuando decidimos desacelerar y vivir con intención.

El camino no exige un cambio radical, sino una transformación paulatina en nuestra manera de abordar la vida. Un pequeño paso hacia la simplificación que puede convertirse en un gran respiro para nuestra salud, mental y emocional. Porque, al fin y al cabo, la vida no está en la prisa, sino en la pausa.